No encuentro otra palabra. Un régimen que en su cuarto año de Gobierno ha sido incapaz de establecer un diálogo correcto y respetuoso con los opositores ha fracasado en su política interna. No se trata de fuerzas menores, PRI y PRD representan a alrededor del 60 por ciento del electorado. Los costos para México del no-diálogo son insondables. Lo hemos sufrido. Pero ¿cómo llegaron allí? Tratarlos como desleales, por si las dudas.- A México le costó dos décadas, varios miles de millones de dólares, arduo trabajo y negociación política e incluso muertos encauzar la lucha política dentro de la ley. La elección del 88 provocó una nueva ruptura, ahora con el PRD. Lentamente con Zedillo los conflictos electorales tendieron a desaparecer y hasta entonces el diálogo se asentó. Entramos a la normalidad democrática, gran logro. Así llegamos al 2000. Al ganar Fox la pregunta era si el PRI sería capaz de transformarse en una oposición leal. Allí el régimen dudó y apostó a lo contrario, a tratarlos como desleales. Pero a casi cuatro años de la elección no hay señales de que el PRI haya llamado a la insubordinación o al desacato. La potencial huelga de Pemex hace dos años fue un momento de alta tensión. Sin embargo, visto en retrospectiva, el PRI acató sin más la millonaria multa por el Pemex-gate y la huelga no estalló. El traslado de poder fue suave. Pero entonces, si no hay indicios de actuación desleal, ¿por qué el diálogo con el principal interlocutor ha fracasado? Todo aquel discurso en que las fuerzas del pasado estaban tratando de impedir el cambio desembocó en una maquinación altamente dañina. “¿Ustedes a qué partido pertenecen?” La expresión presidencial es más que una anécdota, es muestra de una actitud mental frente a un “enemigo”.
La transición como amenaza.- En un afán de protagonismo histórico sin límites el discurso presidencial y el del secretario de gobernación adujeron sistemáticamente a una gran transición por venir. Se trataba de desmontar “el aparato” que estaba detrás del juego electoral. Allí se metieron en otro lío porque ese “aparato” no era ilegal, en el caso del corporativismo. Pero quizá lo más grave es que así desnudaron una intención contraria a los intereses —arcaicos si se quiere, retrógrados—, pero legítimos de millones de mexicanos. Nadie les había encomendado esa misión. Transitar era acabar con ellos. Nueva ruptura, era lógico. La esquizofrenia.- El presidente y su equipo entraron entonces en un período de verdadera locura. Por un lado convocaban al diálogo y decían gobernar para todos los mexicanos. Por el otro imputaban a ese mismo convocado, el PRI, los peores lastres y vergüenzas. Cachetada y sonrisas alternativamente fue una mala estrategia. Por supuesto el diálogo nunca se dio. El 2003, la intención oculta.- En el camino a varios miembros del gabinete y a panistas destacados se les escapó su verdadera esperanza: doblegar al PRI en el 2003. Cualquier cosa se valía para lograrlo. Sólo así se garantizaría la “transición”, esa que ya no sabíamos si llevaba tres años o todavía no llegaba. Millón y medio de spots de Presidencia como huella histórica de un Gobierno en campaña obligaron al ultimátum por parte del IFE. No les importó que no hubiera dialogo, ya vendrían mejores días con una mayoría legislativa. Pero no fue así.
Marrulleros todos.- Ya manchados con el caso “Amigos de Fox” y la prepotente campaña desde Los Pinos, la gestión mostró de lo que era capaz para ganar la elección. La presidencia se convirtió en un militante furibundo. Perdieron la autoridad moral. Sin ser ejemplo ético alguno, los panistas en turno revivieron el pragmatismo y las corruptelas más viles en todos los frentes. ¿Transición, otro proyecto de país? Nada de eso, simple lucha descarnada por el poder. Por supuesto plantados en esa decisión aviesa de acabar con el interlocutor y además dejárselo saber, ninguna reforma importante pasó por el Legislativo. Un sin fin de rupturas y reencuentros sólo formales mostraron lo evidente: cero contacto real, cero capacidad de pactar algo. Tres años perdidos, tres.- Así transcurrieron las elecciones intermedias y con ellas llegó el balde de agua fría: allí estaba un PRI fortalecido. ¿Cómo explicarlo? Fue tan absurdo e insostenible el discurso del pasado negro y sólo negro, eran tan pobres los resultados de la gestión foxista que el electorado decidió mantener viva otra opción. El tiempo perdido, tres años, es invaluable. Otra gran derrota. ¿Dónde quedaron las múltiples fosas comunes, los costales de peces gordos, el nuevo diseño institucional para la justicia, el crecimiento del siete por ciento, el nuevo esquema para educación, salud, donde la lucha frontal en contra de la corrupción que fuera sentida por los ciudadanos, dónde estaba la explosión de los “changarros”, el acuerdo migratorio con EU, etc., etc., etc. El vacío de resultados los aplastó. El diálogo sangraba.
Segunda legislatura, todo igual.- Así, mientras el Presidente y sus operadores políticos seguían cargándole la culpa de todo a los anteriores legisladores de oposición, llegó una nueva legislatura, una nueva oportunidad. A casi un año de la elección intermedia de nuevo no hay nada. Mejor dicho si hay algo, otra terrible derrota en lo que a Reforma Fiscal y Electoral se refiere. ¿No será que los señores legisladores no son los únicos responsables? Secretario y precandidato, mala combinación.- Después de casi cuatro años de una relación tortuosa con el Legislativo y sin resultados, hace unos días las dos principales fuerzas opositores piden diálogo directo con el Presidente. Queda claro que la relación es un fracaso, no quieren abonar nada al secretario-candidato, ninguna “medallita” que se les revierta en el 2006. Están en su derecho, pero, ¿y el país? Si el presidente Fox no admite de inmediato que su esquema político falló estrepitosamente, si se encapricha en mantenerlo, lo más probable es que herede una crisis muy severa. La economía repuntará este año, pero la insolvencia financiera de las instituciones (IMSS, ISSSTE, universidades), el debilitamiento de las finanzas públicas (gasto corriente al alza, desbocado, caída en la inversión extranjera y la propia, ¿dónde estaríamos con el petróleo en precios normales?) presentan un escenario de emergencia. Las reformas no son ya una opción, son imprescindibles y urgentes para evitar un colapso. ¿Estará el presidente dispuesto a corregir o ahora le jugará todo a la elección de Creel en el 2006? México se merece más seriedad.