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Fuentes de recaudación

Gabriel Zaid

Hay quienes se escandalizan de lo mal que está México fiscalmente, en comparación con los países que recaudan y gastan más. El escándalo se comprende de un socialdemócrata admirador de Suecia, pero resulta extraño en boca de financieros conservadores. ¿Desde cuándo es conservador gastar como el que más? También arguyen que es necesario aumentar los impuestos para recuperar el crecimiento como si creyeran en una economía con mayor participación del Estado.

¿De dónde vienen estas incongruencias? De una lógica poco transparente. Hay que aumentar la recaudación, pero no porque lo exijan los proyectos de un radiante porvenir, sino porque lo exigen las realidades de un pasado ruinoso, que es problemático menear. Hay que pagar los desastres de la arbitrariedad, ineptitud y corrupción que se fueron acumulando como deuda. Pero también hay que evitar las reclamaciones. ¿Cómo cobrar impuestos por alimentarse, para pagar desastres de los cuales no hay responsables?

El problema es que muchos responsables de la hipoteca nacional (banca, energía, educación, seguro social, pensiones, carreteras, líneas aéreas, ingenios) siguen en el poder ejecutivo, legislativo, judicial, político, sindical, empresarial ya sea al margen (pero con peso) o en el centro mismo de grandes decisiones. Lo cual explica la tenacidad desplegada para que no se vayan a destapar las cloacas del pasado y salpicar a tantas personas respetables, que tienen derecho a ser consideradas inocentes, mientras no se demuestre lo contrario. Y de eso se trata: de que nada se pueda demostrar.

Si hay que buscar recaudación adicional, la más deseable está en las exenciones al contrabando. No paga aranceles (que históricamente fueron un ingreso importante), no paga IVA, ni Impuesto Sobre la Renta (o sobre los activos), ni los otros impuestos y derechos, excepto uno: la mordida. (Gravamen que, en proporción al PIB, permite a México destacar mundialmente). Y a las exenciones hay que sumar los impuestos que dejan de pagar las empresas que pierden ventas (o tienen que cerrar) por la competencia desleal del contrabando, así como los impuestos sobre el trabajo y la seguridad social de los que pierden el empleo. No parece excesivo suponer que, además de otros daños (prosperidad de la corrupción, freno a la producción, desempleo), el erario salga perdiendo dos por ciento del PIB. Si los responsables del contrabando estuvieran en otra secretaría, Hacienda pondría el grito en el cielo. Pero las aduanas dependen de Hacienda, que se fiscaliza mal a sí misma y prefiere no hablar de su propia responsabilidad en la recaudación perdida.

La recaudación que sí depende de otros y tiene un potencial semejante, es la de impuestos prediales. El rezago internacional en esto (si vamos a compararnos) es mayor que en los impuestos al consumo. Y se trata de impuestos a un capital transparente y nada golondrino. Pero está a cargo de los estados, que temen enfrentarse a los propietarios y por lo general no saben llevar un catastro. (En el Distrito Federal, abundan las propiedades que no pagan un centavo y no faltan las que generan dos boletas distintas, corregir lo cual puede tomar diez años). El remedio consistiría en crear un catastro federal y un impuesto predial federal, adicional (o no) a los estatales.

Una tercera fuente de recaudación, menos importante, pero significativa, sería un impuesto a las transacciones financieras. Existe en distintas formas, en diversos países, con resultados dispares. Pero un indicador de su potencial en México está en lo que cargan los bancos por sus servicios. Si los bancos pagaran un impuesto especial (no trasladable) sobre su ingreso acumulado por estos cargos (aparte del IVA que traslada y del ISR que pagan), la recaudación sería sencilla. Y aunque esto se tradujera en que cobraran más a los usuarios, sería razonable. Gran parte del desastre que estamos pagando viene de la banca, por lo cual es razonable que la banca y sus clientes paguemos más que los demás. Si, para evitar este impuesto, algunos bancos volvieran a la tradición de no cobrar los servicios administrativos, buscando sus utilidades en el negocio más difícil, que es prestar, mejor todavía. Aquí sí habría un impuesto (no pagado) útil para el crecimiento.

Los desastres de la arbitrariedad, ineptitud y corrupción con que primero se expropió la banca, luego se privatizó, después se rescató y finalmente se vendió al extranjero, hubieran podido evitarse empezando por el final. Si desde el principio se hubiera vendido la banca al extranjero, el país hubiera ganado muchísimo dinero, en vez de perderlo. No cargaría la deuda que hoy obliga a aumentar la recaudación con argumentos vendedores, para disfrazar la realidad y no menearle.

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