En evidencia, atentado al medio ambiente y salud pública.
El Siglo de Torreón
Matamoros, Coah.- El mal olor llega hasta donde lo lleva el viento. El panorama, a pesar de los colores de los artículos que han sido dejados ahí, es desolador. Botellas, trapos, papeles de todo tipo, palos, pedazos de llantas, de zapatos y muchos otros objetos que ya no sirven, han acabado casi en su totalidad con la vegetación que debía estar en ese lugar. Lo peor es que en este basurero no hay solamente desperdicios inorgánicos, también se pueden encontrar desechos de rastros (que se presumen clandestinos), animales muertos y residuos hospitalarios.
Esta fuente de contaminación se encuentra justo detrás del Panteón Municipal de la ciudad de Matamoros, a menos de cien metros de la barda que se supone debe contenerlo, pero que, sin embargo, ya no tiene ningún objetivo porque la cantidad de tumbas ha rebasado sus límites. Desde las lápidas situadas al oeste del cementerio se pueden contar los pasos hasta donde comienzan los más de dos kilómetros de largo -por alrededor de cien metros de ancho- que mide el tiradero.
El crecimiento de la ciudad ha hecho que el panteón, que antes se encontraba en las orillas de la ciudad, ahora forme parte de ella, y lo mismo sucederá con este basurero. La primera consecuencia de esta situación es la propagación de bacterias y partículas sucias por el aire que no tiene nada –ni árboles ni montañas- que lo detenga, por la pasada de automóviles por ese camino y por la presencia de animalitos –perros y gatos- que viven de los restos de comida que son desechados, pero que ellos mismos también fueron abandonados sin remordimiento en ese terreno.
Entre la basura se alcanza a distinguir el camino viejo a el ejido El Calvario, pero a sus lados solamente se pueden ver los montones formados por los desperdicios que también los mismos vecinos llevan ahí para deshacerse de ellos. Durante el recorrido realizado por la zona, se pudo comprobar este hecho, ya que en ese momento llegaron dos personas en un coche que se adentró apenas unos metros y, sin apagar el motor, bajó uno de ellos para sacar dos costales blancos de la cajuela, enseguida, vació el contenido a las orillas del camino; cuando terminó, devolvió los costales al auto y dando reversa al auto, se fue.
Este problema de salud también es social ya que no hay ningún letrero que prohíba tirar la basura en este sitio, mucho menos hay alguno que diga que eso es un tiradero o que se cuenta con la preparación adecuada para contener los desechos. No existe tampoco vigilancia alguna. Lo que sí existe es un foco de infección importante para la gente que vive a menos de trescientos metros, como es el caso de vecinos de varias colonias aledañas. La facilidad con la que se puede acceder al vertedero y la ausencia de contenedores especiales en las colonias cercanas son algunos de los motivos que fomentar su uso, pero también la falta de interés de las autoridades por evitar y corregir esta situación.
Este tiradero no es nuevo, pues al caminar por allí se puede comprobar que la tierra está blanda, por la superposición de varias capas de escoria. Pero también se puede demostrar que es de empleo continuo -y actual- por el tipo productos que se ve que fueron depositados ahí, como botellas de refresco y pañales. Y si esto no bastara, el cadáver a medio descomponer de un perro puede reafirmar lo dicho.
Fraccionamiento
En contraste con la indiferencia de las autoridades por eliminar este basurero, en Matamoros existen grupos interesados en la inversión y progreso de la ciudad. Un ejemplo claro son los trabajos de construcción que se realizan en la zona del periférico norte. Se trata de un fraccionamiento, que al momento de la visita no tenía todavía nombre, junto al que se proyecta construir un campo de golf y otros atractivos.