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Gloria Trevi/Plaza Pública

Miguel Ángel Granados Chapa

Aunque todavía hay la posibilidad de una apelación y de que en consecuencia se prolongue su proceso, por lo pronto Gloria Trevi quedó en libertad. Acusada por los delitos de violación, rapto y corrupción de menores, un juez penal de Chihuahua consideró que no se probaron las imputaciones y la absolvió (junto a dos coacusadas). La cantante, que en la década pasada hizo una carrera meteórica en los espectáculos, pasó sin embargo casi cinco años en diferentes prisiones. Al cabo de ese lapso la justicia estableció que no es culpable y le permitió marcharse a casa.

Considerado en su vertiente meramente judicial, el caso de Gloria Trevi ejemplifica la condición primitiva del procedimiento judicial mexicano, que somete a prisión preventiva a casi todos los procesados. Aun si se cumplieran escrupulosamente los términos legales, que sujetan a los procesos a estrictos calendarios, los inculpados pueden padecer años de prisión sin que se haya probado su responsabilidad plena, antes de que se emita la sentencia.

Y cuando ésta es absolutoria nada puede hacerse respecto del tiempo sufrido, perdido, dilapidado. Ni siquiera pide disculpas el Estado.

Pero, con toda su gravedad, esa deficiencia de nuestro sistema judicial no es lo que confiere importancia pública a este caso, sino la personalidad y el trayecto vital, breve, sacudido, de Gloria Trevi, que sintetiza la enorme capacidad de la televisión (y de la industria disquera) para fabricar y destruir vidas y famas, en una dinámica animada por la codicia de dinero y de poder.

La de Gloria Trevi es también un caso de explotación humana, del moderno esclavismo a que somete el negocio de la farándula a sus frágiles estrellas, sujetas no sólo al ritmo del úsese y deséchese, sino a la falsificación y mercantilización de emociones y sentimientos.

Además de su gracia, Gloria Trevi tenía a los quince años, cuando se inició en los espectáculos, una frescura que la mercadotecnia convirtió en soltura, en libertad prefabricada. En breve lapso, esta infractora light, que escandalizaba a las buenas conciencias con bobalicones juegos de palabras (más turbada que nunca, se llama por ejemplo una de sus producciones) se permitía a los 26 años anunciar su propósito de ser presidenta de la República (y encontraba devotas y devotos que aplaudían su pretendida audacia) fue convertida en el símbolo de la nueva juventud, sin ataduras, sin remordimientos, sin lastres.

Por desgracia, no era más que un sello comercial, un modo de figurar en la escena pública que propiciara la venta de discos, de calendarios en que mostraba su bien delineada figura, de actuaciones en los palenques y ante las cámaras.

Entre 1989 —cuando grabó su primer disco— y 1995, cuando rompió con Televisa, Gloria Trevi vivió la magia del triunfo, del ascenso social. Esa era la apariencia. Porque, según ha revelado ella misma y lo han dicho también otras voces interesadas, su vida transcurría en sendas paralelas. En una de ellas, la oculta, formaba parte de un mecanismo destructor operado por Sergio Andrade, un productor de espectáculos que actuaba también como su representante y potenció hasta la náusea el derecho de pernada que se practica “normalmente” en el ambiente dizque profesional de los espectáculos comerciales.

Por añadidura, al salir de Televisa, aproximarse a TV Azteca y romper con esta empresa y más tarde recuperar su relación con la de la familia Azcárraga, Gloria Trevi quedó atrapada en la trituradora contienda que a mediados de la década pasada enfrentó a las dos televisoras, antes de que hicieran las paces para controlar la comunicación electrónica de común acuerdo.

Hacia 1998 comenzó la ofensiva de TV Azteca contra Gloria Trevi, que se extiende hasta el día de hoy. La televisora del Ajusco adquirió miles de ejemplares del libro preparado con base en los testimonios de una ex esposa de Andrade, para referir las andanzas de la tropilla encabezada por ese individuo y a que pertenecía la cantante neoleonesa. En la contraportada del libro, Patricia Chapoy, la conductora principal de Ventaneando, la emisión que ha sido cabeza de proa del ataque a la cantante dijo que en esa obra queda “al descubierto el lado oscuro de la regiomontana quien seguramente, al haber pasado por lo mismo y vivir prácticamente a las órdenes de Sergio Andrade, toma parte de este sucio juego”.

Cuando en octubre de 2002 editorial Planeta editó el libro Gloria, por Gloria Trevi, TV Azteca intensificó su agresividad contra la cantante, ya para entonces presa en Brasil, en espera de ser extraditada, condición que ella admitió por seguir la suerte de Andrade, a quien se imputaban delitos en que a la postre se inmiscuyó a la cantante. Al aparecer el libro se conoció la causa de la animadversión de la televisora del Ajusco contra la estrella a la que había querido contar en sus filas. El libro habla directamente del presidente de esa empresa, Ricardo Salinas Pliego, de algunos rasgos de su vida privada y de cómo le propuso, al pactar una contratación que finalmente no se produjo, evadir al fisco mediante pagos ocultos. Se ofrecen también pormenores del modo en que se gestionan la administración y los contenidos de esa emisora, que cuenta con el poder suficiente para denostar a cuantos se oponen a sus intereses, aun cuando los destinatarios de sus invectivas sean a su vez tan poderosos como el senador Diego Fernández de Cevallos.

Gloria Trevi libró ya la persecución judicial. No todavía la otra, que persistirá.

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