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ANTA MARÍA GUIENAGATI , OAX.- La producción del café en el sur de Oaxaca enfrenta la peor crisis de su historia, no sólo por la permanente caída del precio internacional del aromático, sino también por el fenómeno migratorio de las comunidades indígenas que muestran un proceso de mayor empobrecimiento, reconocieron productores y dirigentes de organizaciones cafetaleras.
Tan sólo en las montañas de la sierra zapoteca-mixe del Istmo de Tehuantepec, de 30 mil hectáreas cultivadas únicamente se cosechó sobre una superficie de 12 mil debido a que la mayoría de los productores, sobre todo jóvenes, emigraron al norte del país y a Estados Unidos de Norteamérica. Unas 18 mil hectáreas se cubrieron de maleza por el abandono y casi diez mil productores se hunden en la miseria.
“Es la peor situación que viven los productores de café desde 1988. Desde abril del año pasado no hay compradores y los apoyos gubernamentales del año 2003, así como los recursos de estabilización de 20 dólares por quintal están rezagados”, informó Isaías Martínez Morales, asesor de la Unión de Comunidades Indígenas de la Región del Istmo (UCIRI).
No hay mercado
La desesperación del cafetalero Gabriel Alfaro Iglesias llegó a su límite ante la ausencia de oportunidades para comercializar su producción. “Vendimos unas vaquitas para comprar una tostadora y un molino que costó 70 mil pesos, pero nos salió a la mitad con un apoyo de Alianza para el Campo; pero ahí está nuestra producción de tres toneladas que nadie quiere comprar desde hace un año”, dijo.
Con 66 años de edad, hijo y nieto de cafetaleros, Alfaro Iglesias añora los tiempos de bonanza cuando el kilogramo de café se pagaba a 25 pesos. “Ahorita ni los intermediarios, que hace dos años ofrecían un pago de cinco pesos, se asoman por el pueblo”. Pero extraña también la ausencia de su hijo Apolinar, quien hace dos años se fue a Carolina del Norte, en Estados Unidos.
Venden sus tierras
Acompañado de cinco perros y unas 40 gallinas de su propiedad, Tomás Villalobos Cortés, un viudo de la región de 79 años de edad, relata: “Mejor vendí mis cafetales al ver que no había ganancias, sino puro sacrificio con la cosecha del café durante 20 años metido en la montaña”. Vive solo, en una pequeña cabaña de madera, con techo de lámina, sobre el sinuoso camino de terracería, en el poblado Lachivizá, ya sin esperanzas de que las cosas cambien.
El hermano de Tomás, Gregorio, “no hace mucho vendió diez hectáreas de cafetales, con todo y casita” en dos mil pesos, “aunque yo no quería”, recuerda ahora su esposa Enedina Hernández Lozano, una mujer que ayuda con los ingresos económicos mediante la venta de jicalpestle y bule, así como la atención médica de los niños y mujeres enfermos. “Estudié medicina tradicional”, revela.
El desánimo de los casi diez mil productores de café del sur de Oaxaca es similar al que viven 282 mil cafetaleros del país.
Enfrentan los mismos problemas de los casi tres millones de personas que dependen del aromático que en México se cultiva sobre una superficie global de 760 mil hectáreas. La producción, incluso, ha venido a la baja, al igual que en las 173 mil hectáreas correspondientes a la entidad oaxaqueña.
De acuerdo con datos del Consejo Mexicano del Café, el sector cafetalero enfrenta la más severa crisis derivada de la caída del precio internacional del grano, la sobreoferta internacional, el bajo consumo interno, estimado en 743 gramos por persona al año, el desconocimiento de la calidad del café mexicano y la ausencia de un sistema de distribución nacional.
Los casi diez mil productores de café de esta zona, que viven del cultivo en áreas montañosas donde se toca el cielo con las manos para llegar, luego de subir unos mil 500 metros sobre el nivel del mar, tampoco saben por qué ahora la venta de su cosecha no alcanza ni para comprar un kilogramo de carne o siquiera para cubrir el pasaje de 24 pesos para bajar a Ixtepec.
Sin embargo, la realidad está ahí presente. En medio de esa riqueza cafetalera, la pobreza obliga a la emigración y a la dieta de huevos de gallina de rancho, frijoles, maíz y chile pasilla. La realidad es dramática, ante cafetales que se cubren de monte y que se vuelven a llenar de la broca, una plaga que mata los granos.