EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

Guanajuatenses/Plaza Pública

Miguel Ángel Granados Chapa

Con pocas horas de diferencia dos políticos guanajuatenses, cercanos ambos al presidente Fox, ex gobernadores de su estado, como el propio Fox, fueron alumbrados por los reflectores del interés público: el viernes 13 Ramón Martín Huerta asumió la secretaría de seguridad pública, a partir de la subsecretaría de Gobernación. En el antiguo sistema, algunos de cuyos rasgos rituales no han desaparecido enteramente, esa promoción haría del ex gobernador un presidenciable. Pero el domingo 15 adquirió casi formalmente esa condición el senador Carlos Medina Plascencia, que proclamó su aspiración a presidir la República.

Hoy hace exactamente 13 años que se escribió una página de la historia en que estuvieron reunidos, como hoy en el más alto nivel de la política nacional, a Fox, Medina y Martín, que entonces bregaban en las rudas sendas de la oposición provinciana. El 18 de agosto de 1991 se efectuó la elección de gobernador de Guanajuato que presumiblemente ganó Fox, pero cuya victoria formal fue atribuida a Ramón Aguirre, miembro de “la familia feliz” que rodeó a Miguel de la Madrid. El presidente Salinas impuso a Aguirre una actitud que a la luz de los cánones vigentes entonces entrañaba una traición: sería declarado gobernador electo pero no tomaría posesión. Lo haría en vez de él un panista, por convenir así a los intereses de Salinas, que ese mismo 18 de agosto hacía culminar la recuperación, el avasallamiento priista reconstituido después de su amargo trance de 1988.

El panista elegido para ese insólito propósito fue Medina Plascencia, alcalde de León.

El nombramiento fue acordado por el PAN y Salinas y admitido, mal de su grado, por el propio Fox, a quien se infería así la ofensa de aceptar que, ausente el falso triunfador priista, no se le reconociera su victoria. “Vicente Fox no participó en conversación o exigencia alguna ante el Gobierno Federal. Pero un día, al regreso de la ciudad de México, me comunicó que (la situación) le obligaba a aceptar...un interinato que se había convenido”, escribió Martín Huerta en Trazos, un libro autobiográfico que pone énfasis en su paso por los gobiernos panistas, el de Medina, el de Fox y el suyo. “Me pidió que en los siguientes días me sentara con Carlos Medina para conformar el gabinete que le acompañaría” y se comentó “desde entonces la posibilidad de ocupar (Martín) la secretaría particular”.

Titular de ese puesto desde antes de la toma de posesión de Medina, Martín narra que “se instalaron sesiones de trabajo” en casa del inminente gobernador, “en donde empezamos a conformar un Gabinete a partir de propuestas frescas, ya que la campaña no traía compromisos”. O sea que desde el comienzo de la insólita situación Martín hacía de enlace entre el gobernador fallido y el gobernador nombrado. Así ocurrió también durante el interinato de Medina: “Nunca perdí el contacto con Vicente Fox. Desayunábamos cada una o dos semanas, para intercambiar puntos de vista sobre la política del país. Él no quería meterse mucho en los asuntos del estado, pero con frecuencia me preguntaba sobre cuestiones específicas; yo le decía lo que veía, lo que conocía y lo que pensaba. No en todas las cosas estábamos de acuerdo, debido a que desde afuera la visión de Vicente sobre el Gobierno era distinta todavía, y la nuestra ya estaba sustentada en realidades, en el trato mismo con Salvador Rocha y el resto del Gabinete”.

Salvador Rocha, dice Martín: se trataba del secretario de Gobierno, el número dos de la jerarquía, inmediatamente debajo y a veces en disputa con Medina. Porque Rocha Díaz, un conspicuo abogado, dueño de su propio valer y además vinculado a Manuel Bartlett, era por tercera vez secretario de Gobierno. Lo había sido para irle de la mano a Enrique Velasco Ibarra, cuando De la Madrid decidió derribarlo y siguió en el interinato con Agustín Téllez Cruces. Se había pactado su nombramiento de 1991 al mismo tiempo que el de Medina, para equilibrar fuerzas y eventualmente estorbar al gobernador panista. Cuando éste y Salinas descubrieron sus afinidades, fue innecesario su papel y se admitió su reemplazo.

Era un juego de vencidas entre el interino, su secretario de Gobierno y su secretario particular: “Tuvimos —cuenta este último— que llegar a cancelar firmas de documentos, porque Salvador le pasaba montones de papeles a firmar a Carlos Medina y nosotros le hacíamos un filtro de revisión, pues no siempre coincidíamos en los criterios. Le demostramos a Medina, junto con el equipo de la secretaría privada, que debía tener más cuidado”.

Aunque no ahorra muestras de aprecio hacia Medina, expresiones como la anterior, un tanto condescendientes, enseñan la opinión que el secretario particular tenía de su jefe. Nueve años después de que esa relación concluyó al tomar posesión de la gubernatura Vicente Fox, los divergentes caminos de Medina y Martín vuelven en cierto modo a aproximarse, al menos en este momento de sus nuevos lances, los más importantes de sus vidas hasta ahora.

Martín permaneció en Guanajuato, como secretario de Gobierno y gobernador interino, hasta el 2000. Medina tuvo un asueto de dos años, en que montó una consultoría para Gobiernos panistas (con base en su experiencia de alcalde y gobernador). En 1997 fue elegido diputado, y Felipe Calderón, con quien ahora disputará la candidatura presidencial, lo hizo líder de la fracción en San Lázaro. Y lo sería del grupo en Xicoténcatl en 2000, de no ser porque allí reina Diego Fernández de Cevallos.

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 104803

elsiglo.mx