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Guardar silencio/Jaque Mate

Sergio Sarmiento

“Nunca te arrepentirás de la palabra que no digas”. Anónimo

El presidente, Vicente Fox, nunca aprovecha una oportunidad para guardar silencio. Este mismo seis de enero utilizó lamentablemente la celebración del Día de la Enfermera para afirmar: “Fuimos al Congreso por lana y salimos transquilados” (sic).

No me preocupa la tan cuestionada dislalia del Presidente (véase la nota al final de este artículo) sino la obstinación de confrontar al Congreso. Esta estrategia no ha tenido ningún resultado positivo en el pasado. De hecho, el actual sería el momento ideal para que Fox empezara a tender puentes con los legisladores e hiciera un último intento de sacar adelante la Reforma Fiscal y otras más que están en la agenda. Pero la insistencia del Presidente de pelearse con el Congreso es un mal augurio para el logro de una agenda siquiera mínima de reformas.

No es ésta la primera vez que el Presidente se pone a sí mismo piedras en el camino por su incontinencia verbal. En marzo de 2003, cuando Estados Unidos y Gran Bretaña retiraron su propuesta de una resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que habría justificado una acción militar inmediata en contra de Iraq, el Gobierno de México se salvó de tener que confrontar a Washington con un voto en contra. Pero el que la campana nos hubiera salvado no dejó satisfecho al Presidente. Fox se presentó el 19 de ese mes ante los medios de comunicación para afirmar que, de haberse mantenido la propuesta anglo-estadounidense, México hubiera votado en contra. ¿Qué ganábamos los mexicanos con restregarle a los gringos en la cara nuestra oposición a su propuesta? Absolutamente nada; por el contrario, teníamos todo por perder. Quizá el Presidente pensó que su desplante -bastante popular entre los ciudadanos— ayudaría a su partido en las elecciones del 6 de julio, pero a la hora de votar los mexicanos le dieron la espalda a Fox y al PAN.

No ha sido ésta la única vez que Fox perdió la valiosa oportunidad de mantenerse callado. Recordemos la visita de Estado a Washington en septiembre del 2001, poco antes de los atentados terroristas a las Torres Gemelas y el Pentágono. El Presidente fue a esa visita acompañado por los coordinadores parlamentarios de los principales partidos. Ahí estaba Beatriz Paredes, dirigente de los diputados del PRI, con quien el Gobierno estaba negociando la primera versión de la Reforma Fiscal. Fox tuvo la oportunidad especial de dirigirse a una sesión conjunta de las dos cámaras del Congreso de Estados Unidos. En esa ocasión de enorme trascendencia, sin embargo, una parte importante de su discurso a acusar al PRI de todos los males del país: desde la pobreza hasta la corrupción.

Yo no sé si el presidente haya tenido razón... y poco importa. Lo que sí es claro es que si Fox necesitaba el apoyo de los priistas para su Reforma Fiscal, lo menos que debía hacer era aprovechar ese foro tan especial para golpearlos. No sorprende que a más de dos años de distancia sigamos discutiendo la Reforma Fiscal. Uno no puede insultar públicamente a un político en un momento, sólo para pedirle su apoyo después. Hay momentos en que un Presidente tiene que asumir posiciones valerosas y confrontar a sus rivales. Hay circunstancias en las que es necesario elevar la voz. Pero pelear por pelear, confrontar por confrontar, no tiene sentido en un país que necesita alianzas entre los partidos para lograr reformas que nos permitan tener una economía más competitiva.

El presidente tiene que aprender a moderar sus exabruptos. Diciembre fue un mes adecuado para ofrecer declaraciones públicas que permitieran a los ciudadanos saber con precisión el costo que tendría para el país el rechazo a la Reforma Fiscal. Hoy, sin embargo, lo más sensato es guardar silencio y tender puentes. El Presidente, de hecho, no tiene más opción que hacerlo, ya que sin el apoyo del PRI o de los demás partidos de oposición en el Congreso, las Reformas Estructurales están condenadas al fracaso. El Presidente no tiene que aplaudir la actuación del Congreso que rechazó la Reforma Fiscal. Pero por lo menos podría guardar un respetuoso silencio mientras hace un intento más por negociar con los legisladores las reformas que tanto necesita el país.

DISLÁLICOS

En el debate entre candidatos al Gobierno del Distrito Federal del 30 de mayo de 2000 Tere Vale acusó a Andrés Manuel de “hablar con errores de ortografía” por decir “dijistes”. En realidad lo acusaba de dislalia: la dificultad en la articulación de las palabras. Y la verdad es que nuestros políticos son cada vez más dislálicos. Fox dice “transquilados”, pero López Obrador nos sigue recordando todas las mañanas las dificultades de gobernar la “suidá”.

Correo electrónico:

sergiosarmiento@todito.com

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