El referente es simple: para marzo del año entrante, el Partido Revolucionario Institucional habrá de definir quién será su candidato a la gubernatura. La administración de Martínez y Martínez habrá de terminar el primero de diciembre de 2005.
La tradición señala que en enero se deberían registrar los primeros movimientos (al menos en forma abierta) de quienes consideren que tienen los atributos, cualidades, méritos y sobre todos los apoyos para llegar al Palacio Rosa.
Sin embargo, Coahuila no se pudo sustraer a la tentación de anticipar los tiempos. Hoy, el escenario político estatal está salpicado de acuerdos subterráneos, movimientos furtivos y una alta dosis de golpes bajos. Entre los priistas hay una suerte de guerra sucia entre laguneros y saltillenses.
En los medios de comunicación escritos de Saltillo, se pueden encontrar artículos de opinión y editoriales en donde se lanzan afirmaciones tales como: “el alma de los laguneros resuena en las gradas del estadio Corona, cuando juega el Santos… no en las urnas”.
Se caracteriza como parte de un regionalismo a ultranza las leyendas “Fíjate en La Laguna” y “Prefiere lo lagunero”; a los “Nativos de Torreón” se les califica de “Los argentinos de Coahuila que se amparan en su patrona Nuestra Señora de los Malos Aires de La Laguna” y media docena más de comentarios en el mismo tono e intención.
Los laguneros radicados en Saltillo y con pretensiones de analistas políticos encuentran en esta suerte de campaña la paternidad del alcalde de la capital, Humberto Moreira.
Algunos editorialistas, como Jesús R. Cedillo, del periódico Vanguardia, lanza una advertencia a los potenciales candidatos laguneros: “Cuando no se tiene identidad, pertenencia, alguna estirpe o linaje que ponderar, éste se busca bajo el polvo o bajo las piedras; apelar a un falso regionalismo con una campaña de fuerte tufo a intolerancia en este tiempo electoral, es el suicidio politico”.
Desde esta trinchera habría que esperar que el Alcalde de Saltillo nada tenga qué ver con la absurda campaña contra los laguneros, ya que de ser cierto su patrocinio, estaría reduciendo su estatura política y personal a un nivel de franca indignidad. Independientemente de ello, queda el lamentar el tono vulgar, desinformado y torpe con que se empieza a dar esta especie de guerra sucia de cuño electorero que ni los laguneros, ni los saltillenses bien nacidos, merecen.