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Guerras por el Agua

Yamil Darwich

En el presente, las discusiones sobre el uso y la buena administración del agua como recurso dan paso a diferencias en las apreciaciones y criterios. Bastó la propuesta de las autoridades para la aceptación, o no, de la construcción de dos nuevas presas que detuvieran las corrientes del Río Aguanaval, para que aparecieran defensores por una parte y detractores por la otra; unos defendiendo el proyecto y otros denunciando (moda mexicana) las malas intenciones, el mal uso y hasta los intentos de acaparamiento de la misma para usufructo de pocos.

Algunos pretenden que las citadas presas son sólo “eliminadoras de picos” que evitarán inundaciones de poblados que se encuentran en las márgenes del río, deteniendo únicamente los excesos; otros, por el contrario, aseguran que evitarán el flujo moderado y constante de la corriente, con efectos nocivos para las pocas reservas del acuífero, provocando irremediable daño al suelo y subsuelo de nuestra castigada región, anunciando de paso que en poco tiempo viviremos la apocalíptica sequía.

Lo cierto es que existen nuevas tendencias con relación a la administración del líquido elemento; algunas de ellas sostienen que los vasos contenedores de las corrientes fluviales son negativas a largo plazo, poniendo como ejemplo a la Presa de Asuán, de Egipto, a la que acusan de ser la causante del deterioro de la calidad de las tierras de cultivo, que en otro tiempo se nutrían con el limo que arrastraban las avenidas caudalosas y de otros efectos varios y secundarios, incluidas la contención de las inundaciones que a la larga beneficiaban a las tierras del Nilo.

Existen varios ejemplos en México, de zonas que sufren graves carencias de agua, aún para el uso doméstico, como el caso de Monterrey, Nuevo León, o la ciudad de Saltillo, Coahuila. Afortunadamente para nosotros, los tiempos de restricciones, limitaciones de uso por horas y días nos son ajenos, aunque tampoco es remoto pensar en esa posibilidad en el futuro inmediato.

El Distrito Federal es el claro ejemplo de lo que no debemos hacer en nuestra Laguna: Hace cosa de 30 años, tenían urbanizado un poco más del 20 por ciento de la superficie total del valle; hoy llegan al 42 por ciento, más del cien por ciento de incremento. Consecuentemente el uso de agua ha rebasado todas las expectativas de las autoridades, que tienen calculado un promedio de consumo en setenta y tres metros cúbicos por segundo, contando únicamente con 50 de ingreso, que les surten de los estados vecinos con los ríos “usurpados” para atender las necesidades de los capitalinos. El resto sale del subsuelo, desecándolo y favoreciendo el incremento en número e intensidad los temblores de tierra destructivos, entre otras cosas.

El investigador Martín Moreno denuncia la grave irresponsabilidad de las autoridades capitalinas y federales por no atender el problema de forma adecuada y afirma que gastamos cerca de 300 litros de agua por persona, desperdiciándola de diferentes formas, como si nos sobrara. Compara nuestro despilfarro con algunos países europeos, que por cierto tienen agua de sobra, que sólo consumen 150 diarios por persona. Sin duda que estos países lo logran gracias a la educación y conciencia ecológica desarrollada entre todos sus habitantes.

La depredación de los bosques es otro claro ejemplo de nuestra grave irresponsabilidad, considerándose que a la fecha hemos deforestado al ochenta por ciento de nuestro territorio; en las mismas proporciones se encuentran las áreas verdes de Durango y Sinaloa, ésas que atraen las lluvias para que corra agua hacia nuestras presas. A la fecha, a pesar de las denuncias de personas que se ocupan de nuestros intereses, como las que constantemente hace el investigador lagunero, doctor Luis Maeda Villalobos, continuamos sin tener acciones de fondo para atender el ecosuicidio.

El principio que me explicó el profesor Jerome Paollaci, investigador de la UAL, es simple: a mayor forestación más evaporación (evapo-transpiración de las plantas) con alza de la humedad e incremento de posibilidades de lluvia (condensación). Sin lluvias no habrá corrientes de los ríos, ni agua para almacenar en las presas o recargar el subsuelo.

Los conocedores hablan de que “en el futuro las guerras no se pelearán por mantener el poder económico sobre los pueblos y naciones; tampoco por el dominio en el uso y administración de los combustibles: serán por la propiedad, administración y usufructo del agua”. Esta amenaza no causa extrañeza, por el contrario, tenemos la experiencia de luchas en la Comarca Lagunera causadas por el intento de acapararla.

Recordemos que en el año mil ochocientos cincuenta, hasta mil ochocientos cincuenta y dos, se dio la primera escaramuza entre los hombres de Don Juan Nepomuceno Flores, Don Leonardo Zuloaga y Don Juan Ignacio Jiménez, que peleaban por los derechos de agua y su acaparamiento, al tratar el primero de ellos impedir el libre cauce hacia Coahuila, alterando las potencialidades para la agricultura y el desarrollo del sur de la Región Lagunera, que ya había sido dividida arbitrariamente usando como demarcación al Río Nazas, caudaloso y bronco, como lo era antes de la construcción de las presas Lázaro Cárdenas (El Palmito) y Francisco Zarco (Las Tórtolas).

En 1880, los señores Lavín tuvieron una controversia por el agua al ensanchar el canal de Santa Rosa llamado también Canal Lavín, limitando su paso a Coahuila, afectando los intereses de los agricultores. El profesor José Reyes Mireles López narra en su libro “San Pedro de las Colonias, su historia” que “en mayo de 1881, con el apoyo de Evaristo Madero como nuevo gobernador, los colonos de San Pedro se organizaron, se presentaron armados en la Presa de Santa Rosa y destruyeron todas las obras de contención de las aguas”.

Más adelante nos cuenta que en 1885, se fundó la Compañía Agrícola Limitada de Tlahualilo, que de igual forma pretendió acaparar el vital líquido, provocando la reacción violenta de los usuarios del río, de las tierras por debajo de la Presa de San Fernando, incluidos los de San Pedro de las Colonias. El fenómeno se repitió, ante la insistencia de los agricultores de Tlahualilo en 1890.

El ingeniero Raymundo Rodríguez de la Torre, gerente regional de Simas en Torreón, Coahuila aporta datos escalofriantes: En el municipio existen 84 pozos en funciones, todos con aguas fósiles ricas en sales, principalmente carbonato de calcio, que aportan 2,350 litros por segundo, cifra que representa un cien por ciento más de extracción con relación a la recarga del acuífero, que es de 1,175 litros aproximadamente.

Aún cuando empieza a darse la lucha por el agua y se han logrado controlar las pérdidas por fugas en el centro de la ciudad, se desperdicia cerca del 30 por ciento de la que se extrae del subsuelo, a las que debemos agregar un 25 por ciento más en “aguas no contabilizadas” utilizadas en riegos clandestinos, robo o simple desperdicio en parques y jardines particulares. Si hace cuentas, podríamos nivelar la relación de gasto e ingreso en los mantos acuíferos con tan sólo ser honestos y responsables.

El problema es grave pero aún con solución, si es que de verdad nos conscientizamos y empezamos por escuchar las recomendaciones de los expertos y actuar en consecuencia, con relación al uso racional del líquido elemento. ¿Contamos con Usted?

ydarwich@ual.mx

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