Algunos de los temas que abordo suelen ser polémicos y mis opiniones sobre ellos causan revuelo entre los lectores. Bajo el entendido de que la profesión que desde hace diez años ejerzo es de carácter cien por ciento público, siempre he estado dispuesto a escuchar todo tipo de opiniones. La retroalimentación con el lector la considero fundamental, en gran medida me mantiene con los pies bien puestos en la tierra y la cabeza aterrizada. Desde aquí vuelvo a invitar al público tanto a comentar asuntos de toda índole como a proponer cuestiones que sean de interés general.
Quiero dejar muy en claro que ante las comunicaciones ofensivas estoy blindado. Una diligente señorita que me ayuda en ciertas tareas tiene la encomienda de filtrar toda aquella basura proveniente de individuos para los cuales me faltan los calificativos, por ello ni se molesten en insultar: ni los veo ni los oigo y si de casualidad me entero, simple y sencillamente pasarán a engrosar la lista de las mil y un cosas que no importan. Hoy por hoy únicamente doy lectura a opiniones favorables y crítica bien fundamentada.
Lo anterior viene al caso ya que hace algunas semanas publiqué un artículo en el suplemento “Siglo Nuevo” que se titulaba algo así como “Los raves o la contracultura mal enfocada”. Quiero aprovechar el espacio para ofrecer una amplia disculpa a los chavos que con justa razón se sintieron ofendidos por mi colaboración. Y es que temo rompí algunas reglas cardinales del buen periodismo, como por ejemplo darle derecho de réplica a la otra parte, escuchar todo tipo de ideas y plasmarlas de manera objetiva.
En dicho artículo hablé de la cultura “rave” y en pocas palabras me dediqué a condenar todo lo que tuviera qué ver con dicho mundo. La respuesta no se hizo esperar: alrededor de ochenta correos electrónicos llegaron de manera rápida y diligente. Todos, cabe destacar, respetuosos, objetivos y con una elegancia pocas veces vista me hicieron pinole. Entre todos cabe destacar el de Anna, que a grandes rasgos dice:
·Su realidad no es minúscula, habla varios idiomas. Diplomado en historia del arte por la Sorbona de París.
·Admira a Julio Scherer y a la inolvidable Katherine Graham.
·Jamás ha usado drogas.
·Con orgullo y sin tapujos declara ser una organizadora consumada de dichos eventos.
Anna estima los “ravers” son resultado de una contracultura que aparece a partir de los movimientos “yuppie”, Woodstock y 68. Afirma tienen sus propios ideales, basados en las siglas PLUR o PEACE, LOVE, UNITY AND RESPECT. Me cuenta que el movimiento comienza en Inglaterra como respuesta al gran consumismo y tendencias individuales de la década del ochenta y en gran medida viene a confrontar todos los postulados implícitos en la política económica y social de la otrora poderosa Margareth Thatcher.
Anna asevera la cultura “rave” comienza cuando los jóvenes ingleses se rebelan ante la tesis de imitar al número uno en todo. Con el tiempo dicho movimiento terminó por expandirse por toda Europa. Si bien en algunos “raves” existe un consumo desmedido de sustancias tóxicas, en otros tantos los jóvenes se divierten en paz a sabiendas que durante toda la semana estarán dedicados a cumplir una serie de objetivos en pos de ser personas integrales y exitosas que aporten elementos tangibles hacia un desarrollo justo, armónico y sustentable.
Para la joven lectora es fundamental analizar a una sociedad que basa sus valores y juzga a las personas con base en su apariencia, con quiénes se juntan. También destaca la importancia de recordar que la actual generación es en parte, producto de nuestros antecesores, quienes tienen responsabilidad en la pérdida o acumulación de valores fundamentales en la vida del ser humano.
Anna me pone a pensar cuando habla del mundo nocturno, en concreto de las discotecas, y critica a los “niños bien” que consumen alcohol sin desenfreno. De forma acertada me recuerda una verdad amarga: hasta en los mejores y más exclusivos lugares las drogas son cosa de todos los días y el fenómeno no está necesariamente circunscrito al mundo “Rave”.
Anna afirma que en gran medida quiere cambiar al mundo, sin embargo piensa ello no se logrará bailando toda la noche, más bien hay que enfocarse en la vida académica y profesional. Los “raves” son una salida, diversión, movimiento cultural que en general no busca dañar a nadie y trata de promover una serie de ideas en apariencia escasas ante la vorágine de sobresaturación informativa y cultura del consumismo que ha traído consigo la posmodernidad.
Este columnista ha asistido a varios “raves”, sin embargo, creo que caí en el lugar equivocado, con la gente equivocada y a partir de ello me formé una opinión negativa para después tener la desfachatez de llevarla a un medio de comunicación muy popular. Actualmente mi visión ha cambiado de manera radical y siento ya un enorme respeto por tantos contemporáneos que con su verdad pudieron lograr cambiase de parecer.
Anna tuvo la gentileza de invitarme a un rave que organizó hace unos días. Desgraciadamente no pude asistir, a pesar de ello quiero hacer pública mi intención de ir al próximo que se organice en Torreón.
Anna: estaré esperando.
Correo electrónico:
pato1919@hotmail.com