El primero de agosto Jorge Hank fue elegido alcalde de Tijuana, el primer priista después de muchos años de predominio panista. El dos de julio próximo será elegido gobernador del Estado de México Carlos Hank Rohn.
Los hijos del legendario Carlos Hank González, herederos de la fortuna material construida por su padre, reciben así también su legado político. El profesor fue presidente municipal de Toluca y gobernador, antes de llegar al gabinete presidencial.
Por lo pronto, el PRI allanó el camino al también yerno de Roberto González —hay que trazar todas las coordenadas de su ubicación social—, el poderoso empresario que mantiene a Banorte como el único banco de amplio servicio al público y capital mexicano. Los Hank, en fin, son una suerte de hermanos adoptivos del líder nacional priista, Roberto Madrazo (que perdió a su padre cuando aún no cumplía los 17 años). Todos esos factores se conjugaron para hacer una marcha triunfal del camino que en sentido inverso al de su padre, lleva a la nueva generación hanquista de los negocios a la política electoral.
Es rigor estricto, Carlos Hank Rohn no podría, no puede ser candidato del PRI al a gubernatura. No ocupó antes un cargo de elección popular y ese requisito lo demanda la regulación interna del PRI desde que la asamblea nacional de ese partido reprochó en acto al presidente Zedillo haber llegado a su cargo sin el roce popular que propicia una campaña. La convocatoria mexiquense para elegir candidato recoge esa condición, cuando establece que debe acreditarse el “haber tenido un cargo de elección popular a través del Partido”. (Nótese el sesgo patrimonialista: no se pide haber ejercido un cargo, sino tenido el cargo).
El requisito está incluido en una aparatosa convocatoria, que ha ocupado tres planas en la prensa, compuesta por 34 farragosas bases agrupadas en una introducción de disposiciones generales y tres apartados: el a, titulado fase de prerregistro; el b, de la fase previa y el c, de la fase de postulación del candidato. Es muy prolijo el mecanismo descrito para que las bases elijan a su candidato, pues se optó por el mecanismo de consulta abierta, cuya jornada de votación ocurrirá el 30 de enero próximo, una fecha no tan remota si se considera que el plazo de inscripción se abre la semana próxima, el 29 de octubre y que, entonces, el proceso entero se agotaría en sólo tres meses, lapso interrumpido por las fiestas de fin de año.
Pero la complicada convocatoria es mera palabrería, porque su primer artículo transitorio, (¡cuántas triquiñuelas se esconden tras esos adminículos!) la suprime por completo. Vale conocer el solemne ropaje retórico con que se disfraza el dedazo: “De acordarse por el órgano competente del partido la concertación de coalición o candidatura común a fin de contender en la elección de gobernador material de esta convocatoria, para la postulación del candidato correspondiente se estará a lo establecido por el artículo siete de los estatutos, lo que establezca el respectivo convenio y las determinaciones que dicten las dirigencias de los partidos coaligados o que participen en candidatura común, con lo que se excluye la aplicación de la presente convocatoria”.
Como es fácil comprender, la porción pertinente del citado artículo siete dice lo que sigue: “De suscribirse candidaturas comunes, frentes o coaliciones, los candidatos quedarán exentos de los requisitos y proceso de postulación a que hace referencia el título cuarto de los presentes estatutos y deberán establecerse los compromiso básicos que adquieren con el partido”.
Es de preverse que se forma tal coalición y en consecuencia se vayan a la basura las 34 bases de la convocatoria. En el propio Estado de México han participado juntos el PRI y el Partido Verde y también se han coaligado en las elecciones estatales recientes. En Veracruz la alianza con los verdes y un partido local creado ex profeso fue determinante del triunfo del senador Fidel Herrera, pues la diferencia breve entre su votación y la que recibió Gerardo Buganza, el candidato panista permite suponer (y a esos partidos ufanarse y cobrar las regalías correspondientes) que con su sola fuerza el tricolor no hubiera alcanzado la victoria. Algo semejante podría ocurrir en el Estado de México, pues las dos fuerzas contra las que contenderá Hank Rohn disponen de vigor bastante y pueden acrecentarlo al punto de que el electorado reparta sus preferencias en segmentos aun más semejantes entre sí que los observados en Veracruz. Queda por saber si la postulación de Hank Rohn, a que en realidad se reduce la convocatoria, ha sido pactada con otros aspirantes, persuadidos o resignados a hacer de comparsa registrándose y hasta haber participado en las campañas internas, o si es un desafío de la dirección nacional.
Es particularmente relevante saber cuál es la posición de Isidro Pastor, hasta anteayer líder estatal del PRI. Aunque voluntaria o forzadamente haya dejado la cabeza del partido local, es claro que en más de dos años en que lo ha dirigido montó una estructura que acaso permanecerá leal a su dirigente, teniendo en cuenta el toque fuertemente personal de la política regional.
Salvo que se hubiera iniciado ya en este momento, es impensable en el breve lapso que impone la convocatoria para montar lo que a la postre será una farsa pudieran ser reemplazados los dirigentes sectoriales y seccionales del partido. No tardaremos en saber si Pastor se avino a la inexorable o lo resistirá.