Primera de dos partes
La libertad no es posible mas que en aquellos países donde el derecho predomina sobre las pasiones
Lacordaire
“Ellos fueron como muy categóricos y a veces le duele más a uno que le digan a uno las cosas de esa manera como tan descarnada... porque estas cosas así... con esa tranquilidad, como que no fuera nada, como decir, usted es una cucaracha y lo vamos a matar y ya. Sí... vamos a ver qué y si queremos lo fumigamos y le echamos aquí el insecticida”.
Hace pocos días volví a leer una espléndida obra de Gabriel García Márquez, titulada Noticia de un secuestro. Muy lejos del denominado “realismo mágico” que suele permear en algunos de sus grandes éxitos, este libro retrata con una narrativa francamente cruda y difícil de digerir, los casos de ciertos personajes que fueron víctimas de uno de los tantos plagios cometidos en la Colombia de principios de los noventa. Aguda y desgarradora, inevitablemente nos hace pensar en la situación mexicana respecto al particular; que si bien no ha alcanzado los dramáticos niveles de peligrosidad del Cono Sur, en los últimos años se ha convertido en uno de los más grandes temores de los mexicanos; pues se cree que existen alrededor de cuatrocientas bandas de secuestradores profesionales y por ende los noticieros dedican gran parte de sus espacios a mostrar los distintos casos que se suscitan.
¿Cuál es el rol que deben jugar los medios de comunicación aquí? Informar escandalosamente –como lo hace cierta televisora- no es el papel más adecuado pues únicamente arrecia nuestros miedos más profundos. Es por lo anterior que como observadores de la realidad nacional debemos proponer medios electrónicos e impresos que relaten con la mayor objetividad posible todo aquello que mal enfocado, pésimamente dirigido hacia la audiencia causa pánico generalizado. Para nuestra desgracia, vivimos en un México donde ya no cabe hacerse a un lado e ignorar todo aquello que en pequeña o gran medida tiene repercusión sobre nuestras vidas. Cierto, no podemos resolver todo por nuestra cuenta, a pesar de ello indispensable demandar que el Gobierno tome las decisiones correctas que nos lleven a coexistir en un entorno digno. ¿Es entonces viable pedir que los medios masivos le “bajen” al tono de sus notas? No necesariamente, por ahí va la cosa: la raíz radica en un cúmulo de información tratado de manera seria y vertical para que de alguna utópica manera vislumbremos que todos nuestros problemas, todo lo que al país aqueja tiene solución si se toman los correctivos adecuados.
Pero entremos en materia, hablemos de lo que hoy nos importa. Una definición de la palabra “secuestro” es: “El apoderamiento ilegal de una persona por medio de la violencia para privarle de su libertad y exigir la recompensa o un fin político o social del secuestrador”. En México la gravedad está principalmente asentada en el hecho de que prácticamente nadie está a salvo de ser víctima de un crimen de dicha índole y los tipos de plagio que se presentan como pan de todos los días están ahí como prueba fehaciente: desde los grandes empresarios que representan los grandes dineros hasta las personas comunes son “ targets” u objetivos para ser privados de la libertad; además las recompensas que se exigen pueden variar mucho. Ya me lo había comentado un amigo hace no mucho tiempo: ahora hasta por cinco mil pesos te retienen por una o varias horas, nada los para y el Gobierno ciertamente no ha sido eficaz en el combate hacia ese delito.
La proliferación del secuestro ha ocasionado un impacto muy importante dentro de la comunidad nacional; las comparaciones con otros países se presentan y se considera como “no sano” para cualquier sociedad la inseguridad e incertidumbre de sus habitantes.
La acción de secuestrar a alguien rompe con dos de las garantías individuales que reconoce la Constitución; la libertad de tránsito y la protección de las leyes frente a los castigos aceptando sólo los impuestos por las autoridades.
Como en todo delito, existen formas de prevención al secuestro; éstas no son totalmente efectivas pero brindan seguridad psicológica: a) No brindar información personal a extraños; b) Mencionar el lugar de destino y el horario posible de llegada al salir de casa; c) Mantenerse alerta y en calma; d) Notificar inmediatamente si se sospecha que alguna persona está acosándolo; e) En caso de que se dé el secuestro, denunciarlo a las autoridades.
¿Están nuestras autoridades haciendo su labor para frenar la ola de secuestros del país? ¿Se puede erradicar el problema viendo la obviedad de colusión entre las distintas policías a nivel federal, estatal y municipal? ¿Podemos negociar con verdaderos criminales o acaso procurar un sistema judicial que tipifique dichos delitos a niveles verdaderamente ejemplares?
En recientes declaraciones el procurador general de la República, Rafael Macedo de la Concha, consideró que el delito del secuestro no puede ser objeto de que se politice, lo que hay que hacer, dijo, es trabajar y reconocer que tenemos problemas serios en ese tema, aseguró. Sobre el grave problema de los secuestros en México, ofreció que si su trabajo no da resultados deberá dejar el cargo. “Tenemos que actuar con resultados y tenemos que darle la cara a la ciudadanía”, dijo.
Al crecer la ejecución de este delito debemos analizar las causas por las cuales los delincuentes realizan esta práctica. Los secuestros modernos y más usuales se presentan con el fin de pedir un rescate de las personas. Por lo regular se analiza la forma de vida de esta gente, se busca una víctima y se le plagia para posteriormente exigir una cantidad de dinero en específico. En ocasiones el secuestro puede durar meses y la tortura psicológica llegar a niveles insospechados. ¡No se vale! ¿A qué hora se convirtió México en lo que ha llegado a ser? ¿Hay un Gobierno que nos pueda ofrecer certidumbre y no le tiemble la mano a la hora de castigar a un puñado de sátrapas sin escrúpulos que no se tientan el corazón y mantienen a cientos de familias en vilo? Continuará...
Existen varios proyectos para este objetivo, uno de ellos es el propuesto por Vicente Fox, en el que designó a una persona encargada en específico (Subprocurador de Secuestros), demostrando –algunos así opinan- que la importancia de un delito de este tipo nunca estará cuestionada, sin embargo yo me pregunto si acaso la creación de distintas dependencias encargadas de asuntos delicados no han sido más que estériles intentos – léase casos Colosio, Posadas Ocampo, Ruiz Massieu, Delitos del pasado- para taparle el ojo al macho.
Digo, ¿Cómo vamos a pretender que los índices del secuestro bajen si a la PGR le han recortado en dos años 600 millones de pesos en gastos de operación? Aquí hay varios responsables a los que habría que cuestionar en serio: Congreso de la Unión y Poder Ejecutivo Federal. Es, en mi opinión, la eterna historia de los recursos mal distribuidos o el país pobre en dineros y más pobre de funcionarios públicos, sino en los hechos que hacen las autoridades para disminuir su ejecución. Hasta estos momentos se han dado importantes golpes a algunas bandas, aunque no se ha logrado desarticular del todo. El proceso ha comenzado, sin embargo, la efectividad policíaca deja mucho qué desear.
¿Y cuáles son las consecuencias para el secuestrado? Pasados dos años del secuestro se observa un gran temor a la experiencia traumática. El temor se expresa en frecuentes pesadillas referidas al evento traumatizador, recuerdos momentáneos e inesperados del evento (flashbacks) y en comportamientos evasivos de todo lo que se asemeje a esa situación. También se expresa en un estado ansioso generalizado, de gran irritabilidad, sentimientos de despersonalización, desorientación temporo-espacial y somatizaciones como vía de expresión de la ansiedad.
En algunos casos también se presenta el llamado “Síndrome del Sobreviviente”, la tríada típica compuesta por cefaleas frecuentes, pesadillas recurrentes y estados de tristeza más o menos periódica. Los síntomas mencionados, se expresan sólo en algunas pocas personas y son episódicos y dispersos a lo largo del tiempo. En algunos casos los síntomas existían antes del secuestro y simplemente se recrudecen durante el cautiverio y después de la liberación, lo cual indica que la experiencia del secuestro potencia aquellos problemas preexistentes.
En la fase inmediatamente siguiente a la liberación la persona presenta euforia desmesurada y unos deseos intensos de vivir todo lo que no pudo en el secuestro durante semanas y meses. Esta reacción se crea en el ex secuestrado al tomar distancia de la posibilidad de morir, al restablecer los lazos afectivos familiares y al reconocer que vive nuevamente con ellos. Es un período más bien corto, de pocos días o semanas dependiendo del caso, lo cual es también un espacio de negación de realidad, de todos los padecimientos del cautiverio y de las dificultades y contradicciones propias de la vida familiar y laboral. Por lo tanto en este lapso, las huellas dejadas por el secuestro no se manifiestan. Pero lentamente, cuando la persona se adapta de nuevo a su medio habitual y comienza a enfrentar la realidad que dejó y las modificaciones resultantes del secuestro mismo, se desvanece la euforia, entonces las secuelas psicológicas empiezan a evidenciarse en el recién liberado y en las personas de su entorno. (Meluk, 1998).
¿Hasta cuándo entonces? ¿Quién nos va a regresar al pasado, a no vivir experiencias inhumanas? ¿Tendremos resultados eficaces? ¿El procurador Macedo verdaderamente renunciaría en caso de no conseguir que los índices de secuestros disminuyan? ¿Quién nos regresa la tranquilidad? ¿Con qué le pagamos a las familias que han vivido los horrores de un plagio? ¿Cuándo podremos caminar tranquilamente por las calles sabiendo que nada nos ocurrirá? ¿Dónde quedó el México paradisíaco que era gloria mundial?