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Hasta que la violencia nos separe

Gaby Vargas

Tengo 16 años de casada y a veces, ni quiero llegar a mi casa. No se lo he contado a nadie pero, como el otro día la oí en el radio, cuando dijo lo de los celos, me decidí a buscarla... Ya no sé qué hacer, mi esposo es uno cuando lo ve la gente y dentro de la casa es completamente diferente. Cuando éramos novios, me di cuenta de que era muy celoso, no me dejaba ir con mis amigas a ningún lado pero pensé que era porque me quería mucho. A los 15 días de casados, me encerró en mi casa, con un candado, y ahí empezó mi vida de perro. Sí, Gaby, porque tengo una vida de perro... Fíjese que yo sostengo la casa, mi marido tiene problemas de alcohol y mi hijo el grande va por el mismo camino. Las dos niñas se ponen todas temblorosas cuando su papá me empieza a gritar porque le digo que el dinero no nos alcanza y se enoja, se burla de mí, de mi cuerpo, de lo que hago, y a la menor provocación, me pega. Inventa que dizque me gusta el vecino, me avienta el ventilador, destroza los muebles, azota el plato lleno de comida y embarra toda la pared, me patea y me da de bofetadas. Al principio, me pegaba de vez en cuando y yo pensaba entre mí, pues así me tocó y me tengo que aguantar porque ni modo de dejar a mis hijos sin padre. No le digo que no, Gaby, luego él me pide perdón, me promete que no lo vuelve a hacer, y se porta todo cariñoso. Y yo, pues... lo perdono. Pienso que ahora sí va a cambiar. Lo malo es que cada vez me pega más seguido y con más coraje. Y, como le dije, ya ni quiero llegar a mi casa. Una vez fui a dar al hospital de lo fuerte que me golpeó con la plancha, le dije que lo iba a dejar y me contestó que, si lo dejaba, iba a matarse o, que si no, se iba a desquitar con las niñas y a mí, la verdad, sí me da miedo. Me da miedo quedarme sola. Además, por otro lado, pienso, mis hijas no me podrán reclamar en un futuro que las dejé sin padre. Quedo consternada cuando oigo a esta mujer. Confieso, con vergüenza, que siempre había escuchado el término violencia intra-familiar, sin prestarle mucha atención, como algo lejano que sólo sucede en las películas, en Nigeria o Afganistán. ¡Qué ignorancia la mía! ¡No puede ser! Entre más investigo sobre este tema, más me indigna. En nuestro país, la violencia se da en todos los niveles socioeconómicos y, si se vive... no se platica. Lo que me cuenta esta señora, es más común de lo que pensamos. De acuerdo con los datos de la Organización Mundial de la Salud, le sucede a: ¡Una de cada cuatro mujeres en el mundo! Según los resultados de la Encuesta Sobre Violencia Intra-familiar, (ENVIF), de los hogares que sufren este tipo de violencia, sólo se pide ayuda en el ¡¡¡14.4 por ciento de los casos!!! La violencia intra-familiar, es la décima causa de muerte de mujeres y la Encuesta Nacional de la Dinámica de las Relaciones en los Hogares 2003, revela que, en México, por lo menos 133 mil mujeres han sido agredidas con arma blanca o de fuego. Reforma 12 de septiembre, 2003. Y podría llenar la página con estadísticas indignantes. El tema, tristemente, es muy amplio. Hoy sólo voy a hablar de un aspecto: los celos en relación con la violencia entre las parejas. Realmente, los celos no son lo que desata la violencia, son muchos factores juntos. Cuando un hombre cree que hay otro hombre, sólo es una metáfora: La mujer no sólo no debe pertenecer a otro, sino que ¡no se debe pertenecer ni a ella misma! Si a este concepto machista le sumamos unos celos patológicos, una imagen negativa de sí mismo, el factor del abuso y la dependencia del alcohol, la baja autoestima, la imposibilidad de verbalizar los sentimientos y haber estado expuesto a la violencia, entre sus padres o hacia ellos; obtenemos una combinación letal: Un asesino en potencia. Cualquier persona, con un poco de sentido común, pensaría que una mujer, en muchísimos casos una profesionista que trabaja y recibe un sueldo, no puede permitir que la humillen y la sobajen. Cualquiera diría que el maltrato es una razón indiscutible para separarse del marido. Lo increíble es que NO. Por su cabeza no pasa la posibilidad de dejarlo, menos la de denunciar el abuso. ¿La razón? Son tantos los insultos y las invalidaciones que han soportado que, ellas mismas, se desvalorizan e, incluso, llegan al extremo de considerarse ¡culpables y responsables de dicha violencia! ¿Qué se puede hacer? 1) Si al gobierno le corresponde el uso del 12 por ciento del tiempo en medios electrónicos, en lugar de ocuparlo para hacer campañas de autopromoción, debería hacer campañas de conciencia social. 2) No se debe solapar a los agresores, las mujeres deben denunciar la violencia que contra ellas ejercen sus compañeros y, después de haberlo hecho, no retirar la denuncia y decir: Pobrecito, es que la va a pasar mal en la cárcel... Además, ya me prometió que, ?ora sí, va a cambiar?... Si permitimos que esto siga sucediendo, el problema no podrá resolverse y por el contrario, se agravará. 3) Que se hagan serias reformas legislativas para proteger a la mujer y a los niños, de la violencia. Cuando una mujer es maltratada, es probable que se convierta en agresora de otros más vulnerables que ella: Sus hijos. Y, como la violencia es una conducta que se aprende, se multiplicará en esos hijos que, en un futuro, serán padres. Y la sociedad... así como el país, salimos perdiendo, ¿no crees? Lo único que se necesita para que el mal triunfe, es que los hombres buenos no hagan nada. Edmund Burke 17-29-1797.

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