El hombre o mujer (según la tendencia foxista de incluir ambos géneros dentro de sus discursos) son muy dados a hacer juicios de valor y las más de las veces condenan sin miramientos aquello que no se ajusta a los parámetros de una normatividad a veces añeja, cooptada por el tiempo. El PRI, por ejemplo, es sintomático de lo anterior: sexenio tras sexenio le hemos venido achacado males endémicos sin detenernos a pensar en los aciertos enormes que en todos los ámbitos tuvo durante décadas un organismo que si acaso lograra salir de pleitos y divisiones internas; mucho podrá aportar al fortalecimiento del país que tantos buenos mexicanos desean con pasión y ahínco.
A mediados de la década de los cincuenta México apoyó a la Revolución Cubana. Mucho nos une y nos seguirá enlazando con la isla: ideología, sinsabores, momentos de esplendor y de paso una fuerte pasión por vivir lo que en palabras de la escritora Adela Celorio “a veces aprieta y otras tantas nos queda demasiado ancho”. A muchos nunca les pareció –ni les sigue pareciendo hoy aún- la idea de una Cuba como vulgar prostíbulo norteamericano; plagada de McDonalds, casinos y otros ejemplos de hegemonía yanqui que la débil América Latina ha venido padeciendo en las últimas décadas.
Debemos optar por una isla libre, aquélla descrita por Nicolás Guillén, ésa que a Ernest Hewingway le era tan mística pues la idea de un socialismo con rostro humano era posible pues finalmente así lo permitían los tiempos. Hoy debemos unirnos al unísono de una voz que cante, vibre y sueñe con una Cuba donde no quepa la represión; donde el ejercicio y la obligación por construir el destino nunca jamás esté a merced de un hombre que el implacable paso del tiempo ha convertido en signo de aquello que precisamente no queremos legar a nuestros hijos: la estandarización o búsqueda del hombre modelo que sin chistar acate reglas inoportunas, vacías y deshumanizadoras.
Hoy de la residencia presidencial de Los Pinos se ha querido borrar a rajatabla cualquier resabio que huela a Juárez y su inolvidable máxima en cuanto al respeto a la libre autodeterminación de los pueblos. Si algo quedaba de la enorme dignidad y puntos de común acuerdo entre ambas naciones; el desinterés que Ernesto Zedillo mostró hacia la isla comienza un palpable deterioro que alcanza niveles insospechados, aquellos que muchos académicos y estudiosos en la materia juraron nunca ver; o por lo menos jamás cuantificados a tales proporciones, de vergüenza.
Llega Vicente Fox al poder y de pronto nos podemos poner a llorar desde un principio. Al tomar posesión desde la más alta tribuna del país, el fantástico candidato al cual compramos paraísos inexistentes muestra claro signo de desdén hacia la patria y sus instituciones cuando comienza su discurso saludando –antes que a los “honorables” miembros del Congreso, a aquellos vástagos tan amados, pero finalmente sin participación política o social que mereciese mención durante tan importante mensaje. Ya desde ahí este columnista comienza a preguntarse si acaso el voto al blanquiazul hubiese sido otra de las tantas estupideces que el ser humano comete en la vida...
Vendría la cumbre de Monterrey y aunque la consigna dicta que a toro pasado ya no hay mucho por hacer, lo que se avecinaba dejó al país casi en estado de inconformidad y parálisis. Se puede o no querer a Castro, pero al fin y al cabo - si tenemos un poco de dignidad- será responsabilidad de todos estar con el más débil. Añejo el patriarca, pero al fin Castro vive preso dentro de un discurso que día con día lo aleja del pueblo y exponencialmente suma adeptos a una larga lista de inconformes que hastiados la van librando como pueden, castrada una libertad que en esencia es y deberá ser asunto no negociable.
¿Por qué poner evidencia lo que de por sí ya era claro? ¿Quién nos manda mostrarnos como lacayos de los Estados Unidos o de qué otra manera puede interpretarse el “comes y te vas?”. Con el debido respeto a la investidura presidencial, a Vicente Fox se lo chamaquearon de lo lindo y mucho tuvieron qué ver en la madeja sus asesores: el brillante pero soberbio Jorge G. Castañeda, quien del discurso revolucionario apegado a la izquierda tradicionalista pasó a ser un junior adepto a los trajes de marca y los “affaires” con conocida presentadora de televisión. Hoy estamos pagando las consecuencias de una política exterior francamente errática, de servilismo y muy alejada de los postulados tradicionales que marcaban el irrestricto apoyo al desvalido.
Hace algunos meses tuve la oportunidad de comer con nuestra ya ex embajadora Roberta Lajous en la magnífica residencia que México tenía por el lujoso barrio de Miramar, en La Habana. Cautelosa, durante la entrevista respondió de forma prudente y se reservó interesantes comentarios para el período “no oficial” de la charla. Después del fiasco con el anterior representante, Lajous –quien es una profesional en la materia y cuya pretensión ulterior fue que las relaciones se reestablecieran de la mejor manera posible- estaba renuente a hacer declaración alguna que pudiese comprometer su posición, muy en especial después de la reunión que Vicente Fox habría tenido en meses pasados con miembros de la disidencia cubana y que, dicho sea de paso, irritaron de sobremanera a instancias oficiales de la nación caribeña.
Como es bien sabido, México siempre se abstuvo de votar en contra de Cuba en lo referente a derechos humanos hasta hace muy poco tiempo. Es menester, lector y lectora queridos, que nos preguntemos dónde nace la autoridad moral para hacerlo si observamos los casos, de los reos en las cárceles mexicanas, por ejemplo; o peor aún todas aquellas mujeres olvidadas en el desierto de Juárez frente a las cuales la justicia mexicana ha hecho oídos sordos. Frente a lo anterior creo llevamos algo de ventaja: aquí nos podemos preciar de no tener ningún condenado a treinta años de prisión por el simple hecho de pintar en una pared consignas contra el Gobierno; pero también por el otro lado existen quienes robaron un bolillo en el mercado de La Merced y ni para la fianza tienen.
De sobra está decir que las cosas están sumamente enredadas. Los videos y recientes escándalos vienen siendo síntoma de los niveles de descomposición política en México. El rumor corre como pólvora y las dudas saltan a la vista: ¿Qué demonios tenía que hacer Carlos Ahumada en Cuba? ¿Es cierta la versión que el Gobierno cubano negoció directamente con el partido del sol azteca y por ello la rapidísima deportación del controvertido empresario? ¿Tan fuerte es el enojo del Comandante Fidel Castro que haciendo uso de todos los postulados y enjambres de los que es capaz de inventar intenta poner en ridículo al Gobierno de Vicente Fox?
De algo sí tengo la seguridad plena y ya en un editorial anterior lo había mencionado: Andrés Manuel López Obrador podrá ser muy limpio –hoy por hoy mantengo mis serias dudas al respecto- pero el Gobierno que encabeza es un verdadero nido de ratas. Cierto, quieren matarlo políticamente pues hacerlo de manera real inmediatamente traería focos rojos, una mayor incertidumbre, además de una lista de sospechosos cuyos nombres está por demás decir; sin embargo sus conferencias matutinas me tienen harto pues casi a diario habla de un complot que nadie ha podido explicar de manera convincente.
Dentro de su justa proporción, López Obrador y Fidel Castro tienen varios puntos en común: una marcada tendencia a vislumbrar complots en todas partes dentro del espectro político. Andrés Manuel lleva un mes queriendo ponerle nombre y apellido al relajito de los videos; Fidel lo aventaja por cuarenta años haciendo alusión a la hegemonía yanqui como causa de todos sus males. Honor a quien honor merece, El comandante es víctima de un embargo abusivo que nunca –ni hoy menos- tiene razón de ser y que nadie quiere terminar pues ello vendría siendo casi como enterrarse la espada de Damocles. ¿Dónde están las banderas de justicia por las que luchamos? Creo que perdidas pues finalmente (así nos lo enseñó la tragicómica historia) siempre habrá vencedores y vencidos. Ya picado sufro de un espantoso coraje al vislumbrar al imberbe –por no ponerle otro adjetivo con mayor sustancia- George W. Bush regocijándose ante los asuntos de recientes fechas; a pesar de ello espero verle la cara cuando John Kerry le arrebate la presidencia y nos demuestre un hecho comprobable: los ciclos se repiten y al hijo bien puede pasarle lo que al bélico padre que frustrado quedó.
Estados Unidos pretende ¿se puede hacerlo aún más? asfixiar a Castro y apoyar la decisión mexicana en cuanto a retirar a su embajadora. Opino fundamental lograr nuestros vecinos isleños vivan una transición pacífica hacia la democracia pues la revolución por la que tanto pujaron sus dirigentes simple y llanamente ha dejado de funcionar. En Cuba hay educación y acceso a salubridad para el desvalido, cosa que estamos muy lejos de lograr aquí, sin embargo licenciados, ingenieros y abogados se ven en la necesidad de andar manejando taxis al no existir oferta de trabajo. Los únicamente privilegiados, aquellos que ganan en dólares, es gracias a servir dentro de un sector turístico que le impide al nacional promedio el ingreso a cualquier balneario o establecimiento “reservado” para extranjeros.
Ya detuvieron y dictaron auto de formal prisión a Carlos Ahumada en el país con una velocidad impresionante. El discurso de Fidel –que no pasa de ser la misma verborrea retrógrada de siempre- lleva cola y no debemos sorprendernos si acaso alguna bomba de carácter diplomática aún más fuerte que la que recientemente detonó se avecina en un futuro cercano. Si acaso el consejo sería darle a Vicente Fox un voto de confianza, pues en esta ocasión al otoñal patriarca ya bien descrito por Vargas Llosa, sí se le pasaron de tueste las habas.
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