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Hay como andancia...

ADELA CELORIO

Mientras nuestro Jefe de Gobierno desface entuertos y descifra complots y sus funcionarios en lugar de trabajar se la pasan litigando afueros y desafueros, la miseria y la delincuencia ganan terreno todos los días.

Para empeoramiento de las cosas, los ladrones se mueven con mucha más eficiencia que los policías a pesar de que éstos son más numerosos.

Figúrense ustedes que una buena tajada del presupuesto de cada capitalino la consumen los imprescindibles policías que se rascan horas enteras los testículos en la entrada de supermercados, empresas, hospitales, farmacias y transportes. Bueno, ¿me creerían ustedes que cada escuela y jardín de niños privado tiene al menos dos polis-nanas armados en la puerta? En los bancos, donde los asaltos son cada día más imaginativos y exitosos, montones de patrullas acordonan puntualmente el área aunque siempre después del bancazo.

En la ciudad de la esperanza, la calidad de vida empeora todos los días y cuando pensamos que ya no es posible más, descubrimos que estábamos equivocados. Estando las cosas de ese modo, lo natural es la queja. Hay como andancia de malestar. “México estrena vocabulario del desencanto. Se siente en las sobremesas, se comenta en las calles, se escucha en los taxis, se lee en las pintas, se masculla en los mercados” escribió la semana pasada en un diario capitalino esa iluminada periodista que es Denise Dresser. Yo diría que tampoco la actitud de nosotros, ayuda mucho porque en lugar de ocuparnos de lo significativo, disfrutamos con morbo el lastimoso espectáculo que están dando nuestros políticos. De las encuestas se deduce que nuestro Jefe de Gobierno es puntero en la carrera por la Presidencia, pero ya dice el dicho que no por mucho madrugar amanece más temprano y de momento, su compromiso está en esta capital, donde pese al ruido que hace, no lo está cumpliendo.

Lo que corresponde ahora es apoyar todos a nuestro Presidente porque ya se sabe, si Presidenfox no la hace, no la hace México y como ya es costumbre, tendremos que volver a transferir nuestras expectativas al próximo sexenio. Pero no me hagan mucho caso, a lo mejor veo todo negro porque estoy deprimida. Un pie, una pierna y una nalga -perdón que no diga glúteo pero es que esa horrible palabra me suena a un montón de gelatina grasosa- son un cuarterón de mí misma y tengo ya dos semanas de no contar con ese cuarterón. Yo que me muevo a tantas revoluciones por minuto y siento a todas horas que la vida me reclama, me encuentro ahora como un caballo de carreras convertido en una acémila.

adelace@avantel.net

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