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Hidalgo/Plaza Pública

Miguel Ángel Granados Chapa

Tres de los siete gobernadores que integran la Unidad democrática, grupo de presión que pidió reglas claras para la candidatura priista, Miguel Alemán Velasco, Tomás Yarrington y Manuel Ángel Núñez Soto, habrán dejado de serlo a la hora en que su partido seleccione a su candidato presidencial. El de Hidalgo termina el 31 de marzo su sexenio. Eso ilustra su ingenuidad. Si con la capacidad de pagar propaganda que le da su gubernatura apenas figura en la escena política nacional, cuando la deje desaparecerá del espacio público. Por si fuera poco el cuatro del mismo mes de marzo habrá concluido una tarea que le ofrece cierta exposición pública, la de dar una nueva ideología al PRI, ¡él, producto y heraldo del neoliberalismo denostado por Roberto Madrazo al inaugurar la asamblea nacional!

El gobernador de Hidalgo alcanza muy bajo registro en las encuestas sobre presidenciables. En la que más recientemente se ha hecho pública (El Universal, 22 de noviembre) apenas lo mencionó un exiguo tres por ciento, por lo que ocupó el último lugar entre los incluidos en una lista para escoger al “mejor candidato priista”. A Roberto Madrazo lo consideró en tal condición el 37 por ciento, a Arturo Montiel el 16 y a Miguel Alemán el 12 por ciento.

Para guarecerse al menos durante los meses previos a la selección del candidato priista, Núñez Soto se aseguró ya una posición que le permita presencia más allá de Hidalgo. Después de que fracasó su oferta de los terrenos próximos a Tizayuca como sede del aeropuerto internacional capitalino, recicló parte de los onerosos estudios realizados a ese propósito para impulsar un aeropuerto de carga.

Como condición para cumplir su palabra de hacerlo candidato a sucederlo, Núñez Soto requirió del diputado Miguel Osorio Chong la seguridad de que estaría al frente de la empresa que impulse tal proyecto. Ya han adquirido los predios necesarios y sólo falta la autorización de la Secretaría de Comunicaciones, que no acaba de recabar la anuencia de la Sedena, pues se estima que hay riesgo por la cercanía de la base militar aérea de Santa Lucía con la ubicación del proyecto que garantice la permanencia de Núñez Soto en el ambiente preelectoral.

Osorio Chong rindió protesta como candidato el 13 de noviembre. Un mes antes lo había elegido una convención de delegados que no tuvieron otra opción que ésa, pues del artificioso elenco de 12 aspirantes todos se habían apartado del proceso.

Dos de ellos lo hicieron con un gesto de dignidad, Juan Manuel Sepúlveda, procurador de justicia y el senador Ernesto Gil Elorduy. Para vencer la renuencia del ex rector de la Universidad, Gerardo Sosa, el gobernador incurrió en un pago oneroso: lo hizo presidente del comité directivo estatal del PRI. No importó que el jefe del grupo conocido generalmente como Sosa Nostra hubiera mantenido pláticas formales con otros partidos para asegurarse la candidatura que el PRI le negaba. Ahora lo encabeza.

Y se ha dado el lujo de desdeñar al candidato que por voluntad del gobernador (y el grupo al que pertenece) es el abanderado del tricolor.

Lejana ya la época en que los gobernadores hidalguenses tenían proyección nacional (Javier Rojo Gómez, Alfonso Corona del Rosal, Manuel Sánchez Vite, Jorge Rojo Lugo, Adolfo Lugo Verduzco) como miembros del gabinete o líderes del PRI, la estatura política de los participantes en la liza se ha achicado. Lo más que había conseguido Jesús Murillo en la escena nacional era una oficialía mayor (y una subsecretaría después de su Gobierno). Núñez Soto fue ayudante del ayudante del ayudante en la concertación del TLC en su porción canadiense: auxiliaba a Herminio Blanco, que dependía de Jaime Serra. Tuvo por lo menos roce internacional. En cambio, su candidato apenas ha transitado por los círculos de la burocracia media en Pachuca. Fue efímera su etapa de cierta trascendencia nacional, pues como uno de los vicecoordinadores de Elba Esther Gordillo en San Lázaro el año pasado, cayó de ese puesto tras ella.

Eso no obstante, triunfará en las elecciones de febrero próximo. Lo asegura la estructura priista en el Estado y la presión y el clientelismo ejercidos a la antigua usanza. Ni el PAN ni el PRD lograron construir una alternativa. El senador José Antonio Haghenbeck ni siquiera tiene el apoyo del panismo hidalguense, cuya dirección se bebía los vientos por la candidatura de Sosa. Y el partido del Sol Azteca se halla en el riesgo de una intensa fractura, abierta o escondida, provocada por la intromisión en sus filas del ex senador priista José Guadarrama.

Hace seis años, Guadarrama fue vencido en la contienda interna del PRI por Murillo, el gobernador saliente que impuso a Núñez Soto y su despecho lo condujo a crear el Frente Democrático Hidalguense, con el que ha hecho política en torno suyo. Todavía participó en la elección de 2000, a cargo de recursos electorales de que no rindió cuentas, y finalmente salió del tricolor.

Consolidó entonces el dominio que ya ejercía sobre una porción del PRD que ahora insistió en hacerlo candidato. La firmeza y claridad de Leonel Godoy impidieron que se incurriera en ese despropósito, pues ha inferido al perredismo agravios de diversa naturaleza. Godoy cerró legalmente el camino a Guadarrama, quien se hizo ya candidato de Convergencia.

Es probable que buena parte de su clientela en el PRD lo acompañe mediante el voto dividido, pues el ex priista se las arregló para que gente de su confianza tenga las candidaturas perredistas al Poder Legislativo.

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