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Hora cero/Ahora, ahora, ahora...

Roberto Orozco Melo

Aunque no toda ella estaba reunida, como en los tiempos de LEA, la República recibió dos serios llamados de atención: Uno en voz del Rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, Juan Ramón de la Fuente; otro en las palabras del presidente del grupo Carso, Carlos Slim Helú. Ambos personajes bordaron con puntuales comentarios el mantel de preocupaciones sobre las mesas de los comedores en las casas de los ricos, clasemedieros y en las cocinas de las chozas de los pobres. El mensaje al alimón, enviado en la ceremonia luctuosa por el ingeniero Bernardo Quintana, fue más o menos el siguiente: Alguien debe hacer algo concreto y urgente por salvar a nuestro país, de algún lado debe salir el impulso necesario para la reconciliación política de los mexicanos.

¿Pero es que estamos peleados? preguntará algún despistado lector. Y nosotros respondemos: sí, lo estamos. Pugnamos cada día en mutua y continua rijosidad: con nosotros mismos, con nuestros competidores, con quienes difieren de nuestras ideas, con los que transitan por la ruta contraria o por la paralela, etc; además somos absolutamente incapaces de resolver nuestras diferencias políticas y sociales, pero impotentes para superar, en bien de la comunidad nacional, la dramática disparidad económica que agobia a la sociedad mexicana.

Hablaron alto, bien y claro los señores De la Fuente y Slim. No pronunciaron palabras inescrutables de espeso contenido científico o filosófico; fueron sencillas sus expresiones, nacidas de la cualidad que parecen haber perdido quienes dirigen la política: Sensatez. Predicó el doctor De la Fuente que México requiere adoptar políticas de Estado que nos permitan imaginar cómo debe ser este país en el corto y mediano plazo para propiciar, asimismo, el reencuentro de la política y la sociedad: poner aquélla al servicio de la gente para que entienda, interprete y haga realidad sus sueños. Dijo más: Deberíamos retomar con vigor la “ingeniería” que nos haga alcanzar el México que todos anhelamos. Y anotó que la actual situación del país no acaba de encontrar su mejor expresión, ni el acomodo que México quiere tener en el contexto global; pero tampoco el reacomodo interno que los cambios, algunos positivos, han suscitado en la República.

Para el rector De la Fuente, estos son tiempos propicios a la unidad en los que deberíamos mejorar la hacienda pública, fortalecer las fuentes de energía, adoptar una política tecnológica vigorosa, única manera de incrementar nuestra productividad y mejorar la competitividad en el actual mundo interdependiente. “Urge creer en México y pensar en grande” culminó.

Por su parte, el empresario Carlos Slim Helú, señalaría que recuperar “el milagro mexicano” que caracterizó al desarrollo del país a lo largo de tres décadas hasta los ochenta. Demanda la reconciliación entre los partidos políticos, promover la unidad nacional “liderada por el presidente Fox” (¿?) y dejar atrás la atonía iniciada en 1982. En coincidencia con De la Fuente, recala Slim: “Para eso se requieren políticas de Estado que impulsen el desarrollo económico y social y alcanzar acuerdos nacionales que permitan fortalecer la seguridad física y jurídica de las personas, el crecimiento con empleo y estabilidad, una educación de calidad en todos los niveles, para “que retomar el ejemplo del milagro mexicano” que nos lleve a la senda del crecimiento.

Da pena ajena que nuestros animales políticos carezcan de la suficiente sensibilidad para captar, como lo hicieron el rector y el empresario, los diáfanos mensajes de nuestra historia. Hay en ellos suficiente claridad para que los actores políticos emprendan la misión de convocar y reunir a quienes mayor responsabilidad tienen ante el pueblo de México y pactar con ellos un compromiso serio y trascendente hacia la Reforma de Estado que demanda nuestra difícil situación económica, social y política. ¿Por qué los dirigentes de los partidos no renuncian a sus propias ambiciones electorales a favor de una persona calificada intelectual y moralmente para conducir al país? No deberían aspirar a la Presidencia quienes, siendo excelentes segundas manos, adolecen del carácter necesario para desempeñar con sensatez, inteligencia y energía el moderno liderazgo que exigen a una voz nuestro país, nuestro tiempo y nuestra difícil posición ante el mundo.

Lo sugirió el señor Slim: Manuel Ávila Camacho, Miguel Alemán, Adolfo Ruiz Cortines, Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz fueron buenos Presidentes de la República por sus propias cualidades; pero también o mayormente en algún caso, por los atributos profesionales de sus colaboradores. Ellos, como Jefes del Poder Ejecutivo Federal, entendieron que su trabajo no era de hombre-tim, sino de director de un equipo capaz, comprometido en una sinergia: México. Encontrar candidatos a la Presidencia de la República que sean capaces de adoptar esa humilde actitud, pero de responsabilizarse ante el país por sus secretarios, se necesitan ahora; ahora, ahora, ahora…

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