En el medio día de aquel PRI autoritario, controlador y monopólico, los políticos usaban el adverbio “allá” para referirse al Distrito Federal, sitio distante donde se tomaban las decisiones que afectaban a la provincia. Lo malo y lo bueno provenía de la capital de la República, donde residían el Gobierno centralista y su órgano político: el PRI.
La provincia y los provincianos vivíamos y soñábamos “acá” en los estados confederados. “Acá” estaba la obsecuencia. Acá nada se racionalizaba. Acá era bienvenida toda disposición oficial, nombramiento político, mandato legal u orden burocrática.
Allá se escogían candidatos, acá se ensalzaban y glorificaban sin importar qué tan acertada o errónea había sido la designación del que vendría a gobernar en cualquier entidad federativa. Acá muchas veces torcimos la boca al conocer el nombre del designado; y levantamos la voz para intentar una mal educada protesta, pero de ahí no pasó. ¿Quién se habría de rebelar “acá” ante las decisiones políticas de “allá”?…
Allá todo era perfecto en materia política; acá andábamos a gatas sobre el camino de la democracia. Para los mandamases del Distrito Federan éramos seres políticamente desvalidos y era cierto, si juzgamos por las actitudes agachonas que asumían los gobernadores ante las decisiones presidenciales. Se daba por sentado que allá moraba la sabiduría y acá vegetaba la ignorancia.
A finales de los años 20s. se armaban comisiones en la provincia para interrogar allá a la ágora política sobre el nombre del candidato a gobernador. Era la prehistoria política. En un gesto pseudo democrático Álvaro Obregón solía recomendar que se consultara la suprema voluntad de los ciudadanos a través de plebiscitos; pero todos terminaban como cena de negros: sobraban tiznadazos entre partidarios de uno y otros precandidatos que horrorizaban a la sociedad con fallecimientos sucedidos en la vorágine de la violencia, si bien muchos ciudadanos sobrevivían al evento con tremendos chipotes sangrantes.
Ante éstas violentas confrontaciones surgió en Plutarco Elías Calles la idea de fundar un partido que organizara las ambiciones de los caudillos revolucionarios con un mínimo de riesgo social. Obregón no vería tal éxito, pues se había amachado en repetir como presidente de la República y aunque fue reelecto no llegó a tomar posesión pues días antes fue asesinado por un fanático católico durante un banquete de celebración en La Bombilla.
Eliminado Obregón, el PNR resultó, a fin de cuentas, un fenomenal dispositivo de control político. ¿En beneficio de todos los mexicanos? ¡Claro que no! Sólo para bien de Calles y de todos los mandatarios nacionales señalados por su dedo y por el índice de los subsiguientes ejecutivos en turno. Y no para beneplácito exclusivo de éstos; también para gracia de los 28 gobernadores que entonces elegían a sus diputados, alcaldes, regidores y síndicos.
El año 2000 los ciudadanos dieron un grito democrático de independencia electoral con la elección de Vicente Fox Quesada en el supremo cargo federal, y supusimos que el pueblo iba a mandar en adelante en las elecciones de cada entidad federativa, pero nunca resultó verdad tanta belleza. Los de “allá” siguen manipulando los intereses de los de “acá” a través de los partidos políticos, que se reparten los frutos del pastel electoral, sin que los ciudadanos tengamos voz de opinión y voto de decisión. Hoy en día los “de acá” nos hacemos bolas y “los de allá” permiten que nos embolemos en la disputa anticipada de los poderes estatales y municipales. A nivel nacional los órganos decisorios del PRI mantienen el control cupular de su organización.
Cerraron candados para los aspirantes a gobernador, y los abrirán cuando convenga a sus intereses. Es obvia la existencia de un acuerdo entre los gobernadores de las entidades que rodean al Distrito Federal para influir el método y el resultado de la selección del candidato presidencial con el líder del PRI nacional Roberto Madrazo y esto excluye a la mayor parte de los ejecutivos locales priistas. Los comités estatales del PRI carecen de brújula ante las múltiples opciones electorales que giran alrededor de los cargos en disputa. Mientras tanto los partidos minoritarios, simples peones del ajedrez político, esperan impacientes la hora de vender sus membretes; Acción Nacional disimula, con desconcierto, su debut como elector desde Los Pinos y Bucareli; y el Partido de la Revolución Democrática se desmembra y divide a causa de la ambición política y de la corrupción.
Estamos igual que antes. “Allá” se decide el destino de los hombres y de las instituciones, y “acá” simplemente esperamos las buenas, las malas o las peores noticias. ¡Qué avance!…