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Hora cero/Para Fox y los partidos...

Roberto Orozco Melo

En los años 1911 ó 1913 el presidente de la República Francisco I. Madero fue maltratado sin misericordia por los periódicos y los periodistas de la capital de la República Mexicana. En la provincia no se entendía aquella actitud cruel e inmisericorde asumida por los políticos capitalinos.

Madero le había puesto el cascabel al gato del porfirismo, una hazaña inconcebible en 1910, pues el general Díaz era un ser intocable; a pesar de que en corrillos y reboticas de todo México se conspirara, sotto vocce, en su contra, sin que nadie decidiera tomar las armas para acabar con el régimen despótico.

Francisco I Madero lo hizo desde su pequeña y valiente estatura física y ganó con su terquedad varios objetivos fundamentales, entre éstos que Díaz renunciara al Gobierno y se exiliara en Francia. Convocadas las elecciones para elegir a un nuevo presidente, Madero se postuló y ganó abrumadoramente; no obstante la tarea de gobernar se le complica a causa de las reacciones del porfirismo aún latente, a la poca malicia de Madero para el ejercicio del poder, a las ambiciones y conflictos entre revolucionarios y finalmente a la colusión del embajador yanqui y los generales Bernardo Reyes, Félix Díaz y Victoriano Huerta para defenestrarlo.

No se vería un caso igual en todo el siglo XX, aunque el presidente Ortiz Rubio (1929 ó 1932) sufrió ataques parecidos, toda proporción guardada. Pero desde Lázaro Cárdenas hasta Ernesto Zedillo, la institución presidencial se mantuvo firme e intocada, guarnecida por el autoritarismo y las facultades de facto que Cárdenas había creado para heredar a quienes le sucedieron.

El país creció de los años 40 en adelante. La hacienda pública se manejaba con pinzas. En la economía y la productividad se experimentaron avances sustantivos y sostenidos. Fueron tiempos construcción, en todos sentidos, sobre todo en obra pública, en educación y en atención a la salud. Los estratos sociales, tradicionalmente diferenciados, empezaron a acortar distancias. Los índices de empleo eran positivos y la balanza comercial se inclinaba a favor de nuestro país ayudada por el peso del petróleo, las remesas de los braceros y el cuidado vigilante de las importaciones para proteger la industria nacional.

Hasta el Gobierno de don Gustavo Díaz Ordaz el índice de crecimiento impulsaba buenas cifras en la economía; lo malo empezó cuando su sucesor, Luis Echeverría Álvarez, decidió manejar las finanzas y la economía “desde Los Pinos” El último d’a de agosto de 1976, once horas antes de su último informe ante el Congreso, el país afrontó la primera devaluación catastrófica de la historia moderna. Fueron los primeros resultados de la imposición de candidatos presidenciales sin experiencia política: burócratas, en una sola palabra. Cinco de ellos tuvimos: el ya dicho Echeverría, José López Portillo, Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo; pero en números se salvan los dos últimos, no sin sufrir las de Caín. Los tres primeros apenas fueron medias cucharas en materia económica.

A partir del año 2000, en los cuatro que van del siglo XXI, vemos que el caso de Madero se repite en Vicente Fox Quesada, quien ganó por mayor’a de votos las elecciones de 1999; pero como su Gobierno ha sido, desde el principio, inseguro y errático, administrativamente incapaz y torpe para las decisiones políticas, internas y externas, fue inmovilizado bajo un alud de críticas públicas que alcanzan a su señora esposa, doña Martha Sahagún y a todo su Gabinete.

El país está frente a una difícil situación económica, política y social; y está, lo que es peor, en el preciso momento en que debería verse dinámico y progresista, dada la gran competencia financiera y comercial con países tan lejanos como China, La India y Japón ante los cuales perdemos de todas todas.

Ha faltado en don Vicente –lo hemos dicho antes– la necesaria capacidad de concertación política que lleve al país a la concreción de dos reformas fundamentales: la eléctrica y la fiscal. Lo decimos sabedores del gran sacrificio que ambas van a significar para las clases más desprotegidas de México, pero concientes de que sin dichas correcciones desnacionalizadoras el país no va a avanzar y aún corre el riesgo de retroceder drásticamente.

Que el PRI arriesga resultados electorales, es cosa sabida; lo mismo aventuran el PAN y el PRD, para no hablar de esas irresponsables minucias que son los partidos familiares. Sin embargo, el momento no es para titubeos y hay necesidad de apoyarnos en esas dos reformas para dar grandes zancadas, con un tranco amplio y a la mejor velocidad.

Si Fox logra convencer a los partidos, verá que valió la pena tanta censura recibida desde la opinión pública; si los partidos políticos apoyan al Presidente, harán historia; la cual no han logrado construir con la tozudez evidenciada hasta ahora.

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