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Impunidad/Jaque Mate

Sergio Sarmiento

“La hipocresía es un homenaje que el vicio rinde a la virtud”.

François de La Rochefoucauld

Durante mucho tiempo los mexicanos hemos sabido que los políticos son corruptos, pero no necesariamente teníamos pruebas de ello. Había siempre, es verdad, indicios indirectos de su corrupción. A pesar de tener sueldos relativamente reducidos, los políticos vivían mejor que cualquiera de nosotros: tenían varias casas, vehículos muy lujosos y sus esposas y amantes viajaban constantemente y hacían gala de riqueza. Al final sus hijos ponían empresas en áreas como el transporte público o la construcción con capitales reunidos de manera misteriosa.

Los políticos de otras épocas no tenían que dar cuentas a la sociedad de su enriquecimiento. Si alguien preguntaba por qué tal o cual familia tenía tanto dinero, se respondía sencillamente que el papá o el abuelo había sido gobernador de algún estado o director general de alguna empresa paraestatal. No se necesitaba ninguna otra explicación.

La competencia política y la apertura informativa de estos últimos años, sin embargo, nos han permitido escudriñar con más detenimiento y mayor conocimiento el enriquecimiento de los políticos. En la era de nuestra glasnost no pasa nunca demasiado tiempo sin que los medios de comunicación nos revelen actos de corrupción de algún político.

La difusión de un video que muestra al presidente del Partido Verde, Jorge Emilio González, cuando parece respaldar un desarrollo contaminante en la costa de Quintana Roo a cambio de dos millones de dólares, es un ejemplo entre varios otros que hemos visto en los últimos tiempos. Los actos de corrupción, sin embargo, no se limitan al Partido Verde. Ahí están, en distintas escalas pero con igual falta de legitimidad, los abusos de la familia Riojas en el Partido de la Sociedad Nacionalista, el desvío de 500 millones de pesos de Pemex al PRI a través del sindicato petrolero y el ofrecimiento del ex comisionado nacional para las adicciones, Guido Belsasso, de llevar a cabo servicios de cabildeo para una empresa privada ante un Gobierno Federal en el que él mismo trabajaba.

Es muy positivo, por supuesto, que nuestros medios de comunicación sean cada vez más independientes y den a conocer ya los actos de corrupción de políticos y personajes importantes que antes se ocultaban. Pero también es verdad que el que se revele la información no significa que haya acabado la impunidad. El senador Jorge Emilio González primero afirmó que el video en el que se le mostraba aceptando un cohecho era falso. Después se rindió ante la evidencia y confesó que lo habían “chamaqueado”.

Ahora afirma que todo es parte de una conspiración del Gobierno en su contra. Pero añade que no dejará la presidencia del partido. En otros países la divulgación de un acto de corrupción como éste llevaría de inmediato no sólo al cese e inhabilitación de un político sino incluso a la cárcel.

Ahí está en Francia el reciente caso de Alain Juppé, ex primer ministro y presidente del partido Unión por un Movimiento Popular del propio presidente Jacques Chirac, quien está apelando una condena judicial por corrupción. A Juppé se le encontró culpable de haber pagado con el presupuesto de la alcaldía de París los sueldos de unos trabajadores de partido. Y aun cuando presumiblemente Juppé llevó a cabo estos pagos a instancias del entonces alcalde y hoy presidente Chirac, eso no le ha evitado estar en riesgo de quedar encarcelado e inhabilitado durante diez años para ejercer cargos públicos, lo cual pondría fin a las intenciones de Chirac de prepararlo para la sucesión presidencial.

En México son contados los casos de corrupción que han generado castigos reales. Los responsables del desvío de recursos de Pemex al PRI siguen gozando de todos sus privilegios. Lo mismo ocurrirá sin duda con Jorge Emilio González. Belsasso perdió su cargo público pero no ha sufrido mayores consecuencias judiciales por sus esfuerzos para llevar a cabo un cabildeo ilegítimo. El problema es que tenemos un pésimo sistema de justicia y que nuestros políticos tienen una cara dura realmente impresionante.

Hay una enorme diferencia, sin embargo, entre la hipocresía de los políticos mexicanos de otros tiempos y los de hoy. Antes podíamos sospechar de ellos por su estilo de vida, pero no teníamos pruebas de sus actos de corrupción. Hoy sabemos exactamente lo que hacen, pero no tenemos manera de actuar contra ellos. No nos lo permite ni nuestra obsoleta legislación ni la hipocresía de los políticos.

Fuero

Ha llegado el momento de reintegrarle al fuero legislativo su sentido inicial. El fuero tenía originalmente el propósito de defender la libre expresión de las ideas. Hoy es un mero escudo para facilitar los negocios personales y los abusos de los legisladores.

Correo electrónico:

sergiosarmiento@todito.com

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