SALUD | PADECE DE ESTRÉS EL 85 POR CIENTO DE LOS NIÑOS
EL SIGLO DE TORREÓN
Afecta a los infantes y adolescentes el agitado ritmo de la vida moderna
TORREÓN, COAH.- El estrés, como una condición derivada de la agitada vida moderna, afecta cada vez en mayor medida a los niños, hecho que pone en duda la acostumbrada creencia de que en esta etapa de la vida todo es juego y diversión.
De acuerdo con el psicólogo clínico, Humberto Guajardo Acuña, el 85 por ciento de los niños está estresado y se considera que un 80 por ciento de los adolescentes son onicofágicos, es decir, aquéllos que tienen recurrencia a comerse las uñas, signo inequívoco de ansiedad.
El estrés se define como un cambio derivado de una situación específica y tiene la característica de que está en muchas de las actividades que desarrolla el ser humano.
Incluso desde el nacimiento, el individuo es sometido a esta condición por el trabajo de parto, aunque en este caso es un proceso positivo, de la misma forma que puede considerarse el estrés que generan los preparativos de una boda, por ejemplo, algo que finalmente será satisfactorio y agradable.
El problema es cuando una serie de cambios internos se acumulan y se convierten en un estado de ansiedad, un estrés improductivo que está afectando seriamente a los niños, principalmente porque los padres de esta generación también son muy ansiosos.
Guajardo Acuña explica que el estrés en los niños durante la primera infancia (hasta los dos años de edad) es generado básicamente por el ambiente familiar; aunque siempre han existido las familias disfuncionales, en la actualidad hay familias desintegradas en mayor cantidad.
Hasta ahora, no se ha encontrado otra causa por la cual pequeños de esta edad presenten retrasos en el habla y en aprender a caminar, así como aquéllos que se resisten a abandonar el biberón; generalmente, son niños inseguros que requieren de apoyo especializado para salir adelante.
A partir de los tres años, surge una combinación especial entre el estrés familiar y social, por el hecho de que es a esta edad cuando los pequeños se incorporan a la educación formal asistiendo a los jardines de niños.
“Los padres les transmitimos todas nuestras frustraciones a los hijos casi en cualquier momento, en la forma en que les gritamos y lo que les decimos”, expresa el especialista, al referirse a la rutina diaria y las prisas como consecuencia de llevarlos a la escuela, lo que se suma al tener que cumplir con una responsabilidad laboral y económica para el sostenimiento de la familia.
A esta edad, el estrés en los infantes se manifiesta con problemas como la enuresis (orinarse en la cama) o encopresis (defecar en los calzoncillos); incluso se ha conocido de casos de pequeños con baja autoestima y signos de depresión que llegan a derivar en intentos de suicidio, aunque en el ámbito familiar ni siquiera se les identifica como tales sino como un indicador de que el menor es inquieto en exceso.
“Aquí se aplica el concepto de los ‘niños índigo’, considerados así los que han nacido a partir de la década de los noventa y quienes tienen otra capacidad para percibir la vida, son mucho más conscientes y se dan cuenta de lo que pasa a su alrededor con más claridad, lo que los hace propensos a estresarse más a diferencia de los que nacían antes, que eran más inocentes”, según explica.
Toda esta situación provoca, por desgracia, que existan niños de seis, siete y ocho años con una sensación de pobreza emocional que antes no era usual que experimentaran a tan corta edad; desde luego, explica que haya pequeños que manifiesten dificultades escolares, trastornos por déficit de atención e hiperactividad, aunque en este último caso pueda deberse más a una cuestión de carácter emocional.
A la vez, comienzan asumir conductas autoritarias y a tratar de manejar a la familia.
Padres autocríticos
Humberto Guajardo refiere que un primer paso ante este problema es generar la autocrítica entre los padres de familia, por ahora los principales generadores de estados de ansiedad y estrés en los niños.
“Deben poner atención a los niveles de estrés que ellos mismos manejan, en la medida y la frecuencia con que le hablan o le gritan a sus hijos, qué tanto los sacan de juicio y qué tanto recurren al manazo o la nalgada para tratar de controlarlos”.
Además, hay que analizar el nivel de convivencia que hay con los pequeños, en el compartir sus juegos y sus aficiones; si el trato es positivo, negativo o autoritario.
Si el pequeño muestra alteraciones en sus hábitos para alimentarse, jugar y dormir, es necesario buscar el origen del problema que lo está alterando y ver la manera en que se le puede ayudar.
En la actualidad, dice, los niños y los adolescentes se enfrentan a una mayor exigencia social, que para ellos está representada en el aspecto académico, el cual se ha vuelto un terreno de mayor competencia para ellos al incrementarse la carga de materias e incluirse áreas de conocimiento que antes no eran tomadas en cuenta, como el inglés y la computación.
Además, hay una mayor inclinación a la práctica de actividades extraescolares, como las deportivas, recreativas o artísticas.
En el ámbito de los deportes hay también un mayor nivel de competencia, lo que en ocasiones llega a generar estados de estrés en los niños principalmente si realizan ejercicio de alto rendimiento y entonces es necesario involucrarlos en otras actividades de tipo artístico para que descarguen el estrés acumulado.
Lo importante en este caso, según refiere, es que los padres sepan distinguir lo que los pequeños quieren hacer; que los niños disfruten y se diviertan con lo que hagan, pues cuando estas actividades se convierten para ellos en una imposición sólo contribuyen a incrementar su estrés.
Síntomas físicos
En la consulta médica, es más frecuente el número de niños que refieren síntomas que no se relacionan con una patología física, sino a condiciones de estrés y ansiedad para los que el único tratamiento suele ser la psicoterapia integral.
Los médicos Salvador Pulido y Francisco Madero, pediatras del Hospital General Torreón, destacan que generalmente los niños estresados refieren un dolor abdominal intenso, similar al de una colitis, además de insomnio y en grados extremos, estados de depresión.
Son pequeños introvertidos que se asustan con facilidad y quienes por lo regular están sometidos a una problemática familiar compleja: padres alcohólicos, abuso y maltrato físico o emocional hacia la mujer o los niños, desintegración, entre otras.
Se considera que el diez por ciento de la consulta general en dicha institución corresponde a casos de estrés infantil, cuyos pacientes son canalizados a otras áreas como Trabajo Social o Psicología, las que a su vez se encargan de dar tratamiento a través de una psicoterapia que debe incluir al pequeño y las personas que giran en torno a su vida: hermanos, padres de familia y familiares directos, incluso maestros y amigos cuando así se requiere.
Para los especialistas, existen además de la familia, otros factores que inciden en que un pequeño llegue a presentar condiciones de estrés, como el escolar y el círculo de amistades.
Cuando los niños tienen alguna característica diferente a los demás, el ser muy obeso o muy delgado o el tener alguna capacidad física distinta, por ejemplo, pueden verse inmersos en una presión excesiva por parte de sus compañeros de escuela y esto los hace más propensos a presentar estados de ansiedad.
SEÑALES
Es importante no confundir a los pequeños con estrés con aquéllos que presentan conductas derivadas de la sobreprotección, exceso de mimos o poca claridad en las reglas y los límites que se establecen en el círculo familiar, de la importancia de saber distinguir sus manifestaciones.
·Las alteraciones en el sueño, la alimentación y los hábitos de juego, son rasgos básicos y muy notorios cuando un niño se enfrenta a una condición de estrés.
·Los médicos refieren síntomas para los que no se encuentra ninguna patología física; por lo general, son casos de colitis nerviosas asociadas al estrés.
·A diferencia de los pequeños más “desahogados”, quienes permiten ser guiados, los niños con estrés tienden a ser autoritarios y a manejar el ambiente familiar.
·De acuerdo con la edad, hay signos de estrés y ansiedad infantil: En la primera infancia hay retrasos en el habla y para aprender a caminar; a partir de los tres y hasta los seis años los pequeños pueden llegar a tener problemas como orinar en la cama, en tanto que de los seis a los ocho o diez años comienzan a denotar dificultades para el aprendizaje escolar.
FUENTE: Investigación de El Siglo de Torreón
MALES DE DE HOY
Los especialistas en Pediatría coinciden en que el comportamiento epidemiológico de la población infantil de nuestro país se ha transformado, como resultado del actual ritmo y modo de vida. Entre los padecimientos que han registrado un aumento significativo figuran:
·Estrés.
·Obesidad.
·Diabetes tipo II.
·Neuro dermatitis.
·Adicciones.
FUENTE: Investigación de El Siglo de Torreón