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Inflación, productividad y crecimiento

Mario Rodarte E.

Tradicionalmente los mexicanos derrochamos entusiasmo y entereza, sobre todo cuando nos bombardean a diario con notas como las aparecidas en las últimas semanas. Ya no sólo es el debate entre candidatos en Estados Unidos, que trae lo suyo, sino el intercambio intenso y desordenado entre aspirantes y suspirantes en México. Luego añadimos los resbalones diarios de los políticos, el pleito entre entrenadores de futbol, las aportaciones culturales y embarradas de champurrado de los intelectuales y con esto quedamos listos para el quirófano, o de perdida para pedir asilo político al primer lugar que veamos en el mapa. La contaminación informativa es tremenda.

La semana pasada una nota que apareció en los medios informativos y acaparó la atención fue el abandono de la meta de inflación para el presente año, no porque los señores banqueros centrales hayan decidido dejarla en el camino, sino porque ya se ve lejana desde aquí; esto es inalcanzable. Con lo que falta en el año ya podemos ver que no la alcanzaremos. Al parecer a pocos, si no es que a nadie preocupó el asunto, ya que ni las tasas reaccionaron como para motivar un desorden cambiario, o en la bolsa.

El peso se fortaleció y la gente común se dedica más a cruzar los dedos para que se gane el Oscar un mexicano mal educado, o de perdida México califique para la siguiente ronda del mundial. Cada loco con su tema, como diría la abuela y esto es precisamente lo malo. Cada quien tiene una percepción diferente de las cosas y así está difícil que tomemos el conjunto de decisiones que hagan que México vuelva al camino del crecimiento ordenado.

El crecimiento y la inversión ya son un hecho, aunque con esto se está empezando a olvidar que una de las razones de la pérdida de la competitividad que todavía padecemos es la falta de inversión que sufrimos entre 2000 y 2003. Mientras que en economías como la de Estados Unidos el efecto del elevado precio del petróleo en los costos se ha diluido y compensado con aumentos en la productividad, innovación y más tecnología, en México muchas empresas ya optaron por revisar sus precios, con cargo a la meta de inflación y al bolsillo de todos. Esto no beneficia a nadie. Cuando recordamos que otro de los problemas que aquejó a México durante más de dos años fue el crecimiento menos que mediocre que registramos y vemos que una de las causas fue la falta de inversión, pues nos debe quedar claro que la falta de inversión está afectando todo, incluso la formación de nuevos empleos formales.

El argumento utilizado por algunos para este problema de la baja inversión ha sido que las exportaciones y la actividad industrial estuvieron deprimidas durante esos años. También pueden aducir la falta de reglas claras, de seguridad jurídica y hasta la falta de inversión pública, aunque en el fondo debemos reconocer que ha faltado una labor consistente y constante de innovación de parte de las empresas.

Con mucha frecuencia escuchamos también las historias de que los mercados nos los está ganando China, o que no tenemos la capacidad de aprovechar los tratados comerciales firmados con muchas economías. En todos estos problemas, cierto, mayor inversión pública y seguridad jurídica y menos tramitología gubernamental ayudarían, aunque la labor de fondo tiene que venir necesariamente de las empresas. Uno de los beneficios de la apertura comercial y financiera que vivimos en la pasada década fue el contacto que se dio entre estilos empresariales, ya que las empresas mexicanas tuvieron que relacionarse con otras de todo el orbe para hacer negocios. Derivado de este contacto ahora hay un poco más de conciencia acerca del concepto y beneficios del Gobierno corporativo, así como de las mejores prácticas empresariales y hasta de la empresa socialmente responsable, conceptos y esquemas muy válidos todos. Ahora lo que falta es ese contagio para mantenerse competitivo siempre.

Competir y saber competir siempre es mejor que buscar protección. La protección genera, entre otros males, disfunción muscular, que es la imposibilidad de realizar ciertos movimientos porque los músculos se atrofiaron. La protección genera eventualmente corrupción y proporciona incentivos para que surjan competidores en la sombra, llamados a veces economía subterránea, otra economía informal, o ilegal. Siempre que haya un diferencial de precios que explotar habrá, seguramente, un incentivo muy grande para competir, legal o ilegalmente. Esto de buscar protección, entonces, es como promover darse un balazo en el pie.

Otro de los beneficios del contacto entre estilos empresariales es la cultura de la competencia, en especial cuando ésta implica innovar todo el tiempo para mantenerse a la vanguardia. Esta es la parte que falta en la actualidad y que fácilmente se olvida cuando la economía y la inversión vuelven a crecer. Mediante innovación se puede generar el aumento en productividad que requiere la economía para competir mejor, conservar mercados, ganar más clientes, reducir costos y mantener los precios a raya. Con ello no sólo gana la empresa, sino los trabajadores, ya que seguramente el empleo aumentará, así como las remuneraciones y el consumo. Esto cierra un círculo virtuoso, precisamente el que le urge ahora a México.

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