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Informe bajo presión

Juan de la Borbolla R.

Independientemente de los aciertos, errores, omisiones y provocaciones que pudiera haber tenido el presidente de la República, Vicente Fox, no sólo a lo largo de estos casi cuatro años de ejercicio del Gobierno, sino muchos antes: durante su larga campaña en pos de la Presidencia e incluso cuando él mismo en calidad de diputado federal también participó en acciones absolutamente faltas de sentido político y de elemental educación como las sobrevenidas el pasado primero de septiembre.

Independientemente de la crispación que pudiera existir en muchos ámbitos partidistas y sindicales a raíz de decisiones políticas, legislativas y judiciales que indudablemente perjudican o perjudicarán a algunos, pero que preservarán el Estado de Derecho o buscarán no seguir destrozando instituciones como el Instituto Mexicano del Seguro Social.

Independientemente de que efectivamente estamos viviendo un clima de libertades no equiparables en la historia de México, si acaso en muy breves etapas de la misma como por ejemplo el efímero Gobierno de Francisco Madero, caído en desgracia precisamente cuando las libertades otorgadas por ese gobernante bueno pero ingenuo se transformaron en actos de libertinaje.

Independientemente de todo lo que pudiéramos decir en torno a este momento donde palabras como transición política o alternancia en el poder parecieran poder justificar todo: ¡Qué terrible exhibición de leperada, incultura, grosería, incivilidad, falta del más elemental sentido del civismo, de educación, de sentido común, de ánimo dialogante y de auténtico talante político dieron muestra nuestros supuestos representantes populares!

Igual que cuando esos supuestos líderes magisteriales salen a las calles conduciendo a sus agremiados participes en alguna de las secciones sindicales del movimiento “magisterial” ¿? (sic) y hacen tropelía y media, uno se pregunta ¿ Y éstos son supuestamente los que están “educando” a la juventud mexicana? ¿En manos de esta horda de bárbaros descansa el futuro instruccional de la nación? Así también en este caso surge espontánea pero atormentadora la pregunta:

¿En manos de estos individuos está la ponderación, discusión y aprobación del marco legal de nuestra patria? El prestigio social del Poder Legislativo desgraciadamente se ha caído a los niveles más bajos en lo que se refiere a su credibilidad: De diputados y senadores se piensa (así en impersonal), que no cubren en general las expectativas para las cuales fueron elegidos: que son flojos, poco eficientes en su tarea, grillos, entorpecedores de muchas gestiones y que la eficacia que debieran tener para la función legislativa sólo la tienen para votar en los ascensos de sus dietas o en el planteamiento de sus personales carreras políticas consistentes en ir brincando de un puesto a otro dada la imposibilidad de reelección para el mismo puesto legislativo.

Ese pensamiento popular (así en impersonal) desgraciadamente adquiere caracteres de verosimilitud cuando vemos las escenas de los sainetes que año por año desde el sexenio de Miguel de la Madrid, pero agravado en el presente, hacen a gala nuestros señores representantes populares.

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