“El arte de cobrar impuestos consiste en desplumar al ganso de tal manera que se obtenga el máximo monto de plumas con el mínimo posible de quejas”.
Jean-Baptiste Colbert
Ni el Poder Ejecutivo ni el Legislativo ni la Convención Nacional Hacendaria han querido asumir la responsabilidad de proponer la aplicación de un IVA a alimentos y medicinas. Y sin embargo, todos se dan cuenta de que es necesaria.
La Convención Nacional Hacendaria mantuvo reuniones durante meses para estudiar el tema de la Reforma Fiscal. Al final llegó a la misma conclusión de todos los que han estudiando el asunto: Es indispensable cobrar impuesto al valor agregado a los alimentos y medicinas aunque sea para cerrar los huecos que ahora abren las puertas a la evasión.
Si bien muchos especialistas plantearon que lo ideal sería aplicar la misma tasa que al resto de los productos, al final los políticos de la Convención optaron por una modesta cifra de cuatro por ciento, que por lo menos eliminara las complejidades prácticas de la aplicación de la actual tasa cero. Pero del penúltimo borrador a la conclusión final se perdió la tasa: La Convención sugirió que se aplique el IVA a alimentos y medicinas, pero sin decir a qué tasa. La idea era que el Ejecutivo asumiera la responsabilidad política de proponer el impuesto específico.
Pero el presidente Fox, que ya dos veces ha propuesto la aplicación de IVA a alimentos y medicinas sólo para ser objeto de escarnio por parte del PRI y del PRD, decidió no caer en la trampa. Su presupuesto para 2005, que incluye una reducción en los gastos debido a una previsible disminución en los ingresos, no considera la posible aplicación de IVA a alimentos y medicinas. El mensaje, después de dos intentos anteriores fallidos, es: Ahora te toca a ti, Congreso.
Fuera de este tema tan controvertido, la Secretaría de Hacienda está proponiendo varias modificaciones importantes para el año que viene. La más cuestionable, a mi juicio, es la supuesta reducción del IVA del 15 al 12 por ciento en la mayor parte del país y del diez al siete por ciento para la introducción de un impuesto mercantil estatal de tres por ciento. Esta medida ni aumenta la recaudación ni eleva la competitividad, que son las dos razones por las que se podría justificar un nuevo impuesto: Simplemente crea una nueva complejidad fiscal.
Sí habrá, en cambio, una mejoría en competitividad con las modificaciones al impuesto sobre la renta para las empresas. Actualmente las compañías mexicanas deben pagar un impuesto de 33 por ciento sobre su ingreso a lo cual se debe añadir el reparto de utilidades, que equivale a un gravamen adicional de diez por ciento. Con esta carga de 43 por ciento, por el cual las empresas reciben pocos o ningunos servicios, se les pide a nuestras firmas que compitan con las de China, donde a las inversiones extranjeras se les cobra un 15 por ciento de ISR pero sólo después de una exención inicial de cinco años renovables.
Las modificaciones del año que viene no nos colocarán en igualdad de condiciones con los chinos, pero por lo menos aligeran la carga fiscal de nuestras empresas. Si el Congreso aprueba la iniciativa presidencial, el ISR empresarial bajará de 33 a 30 por ciento el año que viene y después se reducirá gradualmente hasta llegar al 28 por ciento en 2007. Igualmente importante es el hecho de que, si bien no se eliminará el reparto de utilidades, sí se permitirá su deducción del Impuesto Sobre la Renta.
Para las personas físicas se está planteando una simplificación radical de las 50 tasas que se aplican actualmente. Se creará un sistema de sólo tres niveles. Se exentarán del ISR todos los ingresos hasta 76 mil pesos anuales. Por arriba de esta cantidad y hasta un ingreso de cinco millones anuales se pagará un 25 por ciento. Por los excedentes se pagará un impuesto de 28 por ciento. Este sistema llevará a la eliminación de los complejos créditos y subsidios al salario que son la razón principal de que sea tan difícil llevar una nómina en nuestro país. Este sistema hará más fácil y transparente la creación de empleos, aunque significará un pago mayor a los contribuyentes de nivel medio.
Algunas de las medidas fiscales para el año que viene, como vemos, son positivas, mientras que otras no lo son tanto. Lo que sí es claro es que, una vez más, se ha perdido la oportunidad de hacer una verdadera Reforma Fiscal: Para simplificar radicalmente nuestro sistema y aumentar la recaudación pero no por mayores impuestos sino dándole a la gente mayores ingresos.
Un billón
Sí, tienen razón todos los lectores que me hicieron la observación. Un billón estadounidense equivale a mil millones en español. En otras palabras, el billón estadounidense es mil y no diez veces superior al que nosotros usamos. Un billón de disculpas.
Correo electrónico:
sergiosarmiento@todito.com