Felipe Garrido ocupa ya la silla XVII de la Academia Mexicana de la Lengua que antes perteneciera a Alfonso Reyes.
AGENCIAS
MÉXICO, DF- Durante su discurso de ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua, en la que a partir del pasado jueves nueve de septiembre tomó posesión de la silla XVII que ocuparan Alfonso Reyes y Manuel Alcalá, Felipe Garrido aseguró que vida y literatura están formadas de la misma materia, convicción que se fortalece ahora que las ruedas del tiempo van cerrando cuatro siglos de que para pasmo del sol y los rosados dedos de la aurora, por primera vez se dio noticia de los venturosos pasos de aquel hidalgo Don Quijote de la Mancha, el caballero de la triste figura.
Visiblemente emocionado, Garrido agradeció a todos los amigos y compañeros de ruta que abarrotaron la Sala Manuel M. Ponce del Palacio Bellas Artes, en cuyo podio académicos, poetas y escritores como Jaime Labastida, José Luis Martínez, Alí Chumacero, Andrés Henestrosa y José Moreno de Alba escucharon durante más de una hora su discurso que aludió al goce de las palabras, a la satisfacción de surcar el tiempo con ideas impresas en papel, así como a la importancia de la lectura para formar hombres y naciones libres.
El escritor y maestro confesó que a unos meses de cumplirse los 400 años de la aparición de la obra El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, todavía lo asalta el recuerdo de su niñez cuando creía que el autor de sus andanzas no era otro que su padre, quien cada noche en su diminuto departamento de la colonia Del Valle, solía leerle a él y a sus hermanas los más emocionantes pasajes de esa obra, misma que se convirtió en su inspiración para emprender la aventura de adentrarse en esa tierra donde los molinos, semejantes a campanas, tañen con los buenos vientos la argamasa sólida del conocimiento.
“Fui afortunado porque crecí en una familia donde los libros eran objetos indispensables y se nos enseñó a amarlos y a gozarlos, pero sobre todo a darnos cuenta que saber leer no es lo mismo que ser un lector”.
En este sentido, Garrido dijo que limitar la introducción a la lectura a los ejercicios de la clase de español es catastrófico porque no puede haber lectores sin placer.
“Más allá de sus usos elementales, leer es también aprender, formarse, compartir las ideas y los sentimientos de un autor para dar al propio espíritu la forma intelectual o emotiva de lo que captamos de los libros. Leer puede ser también afirmarse, definir la personalidad ante opiniones de las que discrepamos y con frecuencia es salir de uno mismo y perderse en el mundo creado por el autor. Cuando se lee, sin embargo, olvidarse de uno mismo es más una manera de encontrarse que de perderse”.
Felipe Garrido realzó la figura de los libros al hacernos conscientes de que el lenguaje con su fondo irracional e instintivo a cuestas es, junto con la acción, uno de los recursos más importantes del ser humano. Afirmó que en la relación con el lenguaje la comprensión es esencial. Entendemos algo mal o bien cuando percibimos sus valores y en su presencia reaccionamos. No obstante, dijo que nadie comprende de inmediato todo lo que lee y todo lo que ve. La comprensión se construye y se reconstruye en la medida en que nos hacemos expertos en el uso del lenguaje hablado y escrito.
“Cuando a un niño le contamos el cuento de nunca acabar: Este era un gato con los pies de trapo y los ojos al revés ¿quieres que te lo cuente otra vez?, y nos arroja sonriendo algo a la cabeza, podemos estar tranquilos porque ya ha comprendido su primer cuento”.
Durante el discurso, Garrido enfatizó que la herramienta más poderosa para formar a un lector es la lectura en voz alta. “Así lo aprendí de mis padres y de mis mejores maestros. Alberto Godínez, Miguel López, Julio Torri, Antonio Alatorre, Margo Glantz, Sergio Fernández, Margit Frenk, Sergio Galindo, Alí Chumacero, José Luis Martínez, Juan Rulfo y Juan José Arreola, me enseñaron por sobre todas las cosas a leer en voz alta.
No obstante, expresó que la lectura utilitaria no crea la afición a leer. “Un lector se forma cuando descubre la lectura por placer. Creo que esta última palabra pone nerviosa a mucha gente que juzga que no es compatible con el estudio y el trabajo, incluso se le da al placer una connotación de irresponsabilidad y relajamiento; sin embargo el placer pertenece también a las emociones y al intelecto. El día en que nuestras escuelas hagan del estudio una fuente de placer, habremos hecho un progreso formidable como sociedad”.
En la parte más relevante de su discurso, Felipe Garrido aseguró que la literatura siempre ha sido y sigue siendo perseguida por quienes no pueden admitir una actividad cuyo sólo propósito es crear belleza y escudriñar el corazón del hombre.
“El prejuicio contra la literatura, el placer y la libertad son consecuencia del pavor que causan quienes se atreven a explorar su propia conciencia y explorar sus propios caminos. Hay una añeja tradición que se esfuerza por cerrarle el paso a la literatura y a las opiniones adversas. Podemos rastrear esta negra tradición hasta el más remoto pasado y es uno de los ejes en el libro de Cervantes, cuando el cura del pueblo organiza la quema de los libros del Quijote porque son textos disparatados que atienden solamente a deleitar y no a enseñar”.
En este sentido, el académico volvió a afirmar que la literatura, el placer y la palabra son necesarios para constituir la condición humana.
Le dan bienvenida
Jaime Labastida leyó por parte de la Academia Mexicana de la Lengua un texto de bienvenida a Felipe Garrido, de quien aseveró, hace ya tiempo que había ganado este puesto por derecho propio.
“Habrán advertido en su discurso cómo en él la imaginación alterna perfectamente la pulcritud y el rigor de las formas de expresión. El sueño se conjuga con el deseo, éste con la lectura y el recuerdo, y atravesándolo todo, la cumbre de la lengua española, la presencia de Cervantes y el Quijote. Felipe nos hace saber que la lectura es vital para la edificación y desarrollo de un ser humano completo.
Cada hombre es diversos hombres, nadie posee solamente una dimensión; pero Felipe nos comunica cómo al abrir un libro, entramos también a una dimensión distinta donde nos encontramos con nosotros mismos en un recinto personal e intransferible creado por la palabra”, concluyó Jaime Labastida.
Por su parte, José Moreno de Alba, director de la Academia Mexicana de la Lengua, realzó la riqueza del discurso de Felipe Garrido y agradeció la presencia entre el público de Sari Bermúdez, presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta).
Importante labor
La Academia Mexicana de la Lengua está compuesta por 36 miembros de número y 36 correspondientes, aunque en la actualidad hay varios lugares vacíos.
La silla que antes fue ocupada por Francisco Gómez, Federico Gamboa, Alfonso Reyes y Manuel Alcalá ahora pertenece al tapatío Felipe Garrido, quien en entrevistas pasadas se ha declarado un lagunero más.
“Es una silla rica y de enorme responsabilidad intelectual y personal. Me siento contento de que haya sido electo miembro de número, la función que tendré será responder consultas del público, instituciones o empresas que quieren saber sobre el uso de la lengua”, dijo durante una de sus últimas visitas por estas tierras.
El escritor explicó que los integrantes de la Academia tienen una preocupación en común: la lengua. “Somos entes de palabra, pensamos, creemos con palabras, ahí la curiosidad de todos los integrantes por el bien común que es el lenguaje”.
TRAYECTORIA
Felipe Garrido nació en Guadalajara en 1942, aunque gran parte de su vida la ha pasado en Torreón.
ESTUDIOS: Licenciatura en letras, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
LABOR: Ha sido profesor en el Centro Universitario de México y en la misma UNAM; subdirector de las ediciones SepSetentas y SepDocumentos; jefe de producción en distintas editoriales; coordinador de re- impresiones y gerente de producción en el Fondo de Cultura Económica (FCE); y director de Literatura en el Instituto Nacional de Bellas Artes. Actualmente es director de Literatura de la UNAM.
PREMIOS: Juan Pablos, por su libro Tajín y los Siete Truenos; el premio de Traducción Literaria Alfonso X, por Quizás de Lilian Hellman; el premio bianual de la Organización Internacional para el Fomento del Libro Infantil; y el premio Los Abriles, por La Uma y Otras Historias de Amor.
LIBROS: Felipe Garrido es autor de Con Canto Aprendido, Cosas de Familia, Garabatos en el Agua, Los Siete Pecados Capitales, La Musa y el Garabato, Tierra con Memoria y Otros Ensayos, Se Acaba el Siglo, Se Acaba, El Llano y La Primera Enseñanza, entre otros.
ANTOLOGÍAS: Novedad de la Patria y Otras Prosas, de Ramón López Velarde; Saturnino Herrán, de Juan José Arreola; Toda la Obra, de Edmundo Valadés, por citar algunas.
FUENTE: Investigación de El Siglo de Torreón