Caracas, (EFE).- En la espesura tropical de una montaña venezolana sobre el mar Caribe se esconde el primer museo de arte ecológico del mundo, inspirado por la veneración de un hombre a la feminidad como centro de la naturaleza y fuente de vida.
Hace 14 años, su creador, conocido por Zoez, decidió dejar atrás su vida como Gregorio Barrios Pérez, comerciante en aguas, y dedicarse a crear el "Jardín de las Piedras Marinas Soñadoras", un poético nombre que sigue conservando el museo, único en su categoría y parte del Patrimonio Cultural de Venezuela desde 1990.
"El culto a la mujer es el origen de lugar, donde las virtudes de lo femenino tienen una función definitiva negada por la sociedad", dijo a EFE Zoez en la entrada del museo, flanqueado por Angélica y Yoneidi, dos de las siete guías del lugar, a la vez, maestras de ceremonia en la interacción de los visitantes con las obras.
Piedras marinas con diferentes formas y tamaños, de la cercana costa de Macuto, conforman exclusivamente las composiciones del singular jardín, en la ladera norte del Parque Nacional de El Avila, con más de dos mil metros de altura, que separa el valle de Caracas del mar Caribe.
El museo es un gran espacio vivo y envolvente, donde el visitante debe dejarse llevar por sus sentidos para interactuar con las obras a través de diferentes juegos, en medio de una lujuriosa vegetación que se abre al horizonte en una espectacular vista sobre el mar.
"No dejamos de jugar cuando envejecemos, envejecemos cuando dejamos de jugar" dice Zoez, que se refiere al lugar como un "mundo de sensibilidad, paciencia, equilibrio y armonía de reencuentro con la naturaleza, en el que nadie compite y convivimos divirtiéndonos",
La riqueza del "Jardín de las Piedras Marinas Soñadoras" está en la austeridad de simples objetos naturales sin valor aparente que se llenan de significado mediante su armoniosa alineación en ejes vinculados entre sí.
Otros dos conjuntos artísticos componen el museo: "El centro del universo", culto a la madre, y el "Mundo del amor sublime", culto a la familia.
Allí, nada perturba la armonía natural de las piedras. Es un mundo aparte, donde quedan fuera relojes y teléfonos celulares, y hay que caminar descalzo para sentir el contacto de las piedras con el cuerpo humano.
Los hombres deben venir acompañados de una mujer, ya que el jardín le rinde culto por ser ella el pasaporte a la vida, aunque también se permite la entrada a quienes lleguen con niños, porque se les considera la representación de la madre.
El juego ya comienza en la entrada y únicamente mediante la colocación de tres piedras en un equilibrio aparentemente imposible el "Jardín de las Piedras Marinas Soñadoras" abrirá las puertas a sus invitados.
Otro de los espacios del museo, bautizado como "La nada y la gestación", permanece en constante reelaboración porque cualquiera puede crear con piedras su propia obra, que, según Zoez, "son expresiones particulares del libre albedrío".
"La espiral de la vida", "La fecundación", "Mariposa anfitriona", "Monumento al amor sublime", "Comedor nupcial", "Comunidad entre piernas y piedras", "Las confidencias del mar", "La ventana al mundo", y "Generador de inmunidad", son algunas otras de las obras expuestas.
Zoez no se considera escultor o artista, ni siquiera modifica el material con el que trabaja, dice que se limita a combinar las piedras de forma original, pero se enorgullece de reconocerse jardinero del particular lugar.
"Las esculpen las olas, que les dan forma con su movimiento, la mar, el vientre del universo, a donde llegaron desde la montaña; yo las he regresado a su lugar de origen. Son piedras soñadoras, al igual que los fósiles mantienen información del planeta de hace millones de años", añade.
Su principal deseo es que los visitantes del Jardín lo consideren "un espacio vivo en el que los sentidos jueguen un papel definitivo para el mejor disfrute y conocimiento del objeto de arte natural y su significado universal".