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Institucionalidad

Yamil Darwich

En el mes pasado asistí a una conferencia dictada por el Dr. Jorge Caballero Santillana, un joven maestro universitario Lagunero, misma que dirigió a orientadores vocacionales de la Comarca.

Les habló del importante papel que tienen como formadores y orientadores de los estudiantes de educación media superior, futuros universitarios de la región, insistiéndoles en la importancia de hacerles notar (a los muchachos) que hemos perdido mucho de la institucionalidad que vivíamos en tiempos pasados.

Ciertamente, en nuestros días el individualismo ha logrado desmeritar la imagen de las Instituciones; otro tanto han hecho los malos dirigentes e integrantes, que con sus pésimas actuaciones personales nos llevaron a perder la credibilidad en ellas.

Las otrora imágenes de integridad, honestidad, seriedad, corrección y orden que representaban las instituciones del mundo y de nuestro país han sido desvalorizadas por las acciones de sus dirigentes. Hoy, hablar de algunas de ellas representa el descrédito y la falta de seriedad por la forma con que sus integrantes atienden las responsabilidades sociales que les fueron encomendadas y la manera en que se han deteriorado sus niveles de credibilidad por la deficiente aplicación de sus misiones y reglas.

La muy tradicional Escuela, donde se aprenden desde las primeras letras hasta las profesiones, ha sido desmitificada por profesores que se preocupan más por la politiquería (si al menos fueran los buenos políticos que necesita México) y en buscar la manera de no hacer su trabajo; el sindicato, que nació como una de las grandes ideas de institución para la defensa de los derechos de los individuos, se ha transformado en sinónimo de corrupción y cochupos, sobre el que caen acusaciones muy graves, que van desde la violación de derechos individuales de sus agremiados hasta compromisos con grupos políticos ajenos a la misión laboral que deben atender.

La imagen de la Iglesia, no sólo la cristiana, que representada por sus ministros y sacerdotes formara parte importante de los valores familiares, como un símbolo de orden y moralidad, es ahora vituperada por causa de sus representantes; curas que se les acusa de delitos sexuales y arzobispos que se les identifica con narcotraficantes; todos en una guerra de dimes y diretes que desprestigia a sus organizaciones y hace perder hasta la fe a los que creemos en ella y en sus enseñanzas.

La Institución Militar tampoco queda fuera, acusada de estar involucrada en delitos de tráfico de drogas y hasta de participación en otros comunes como el asesinato y el robo.

Ni qué decir de los partidos políticos, que han olvidado los argumentos intelectuales para hacerse valer de la publicidad vergonzante, que produce la exclamación pública por sus abusos, tropelías y acciones fuera de la moral y el orden. Diputados alcohólicos y rebeldes de motocicleta, otros mal hablados y enamoradizos, gustosos de los centros nocturnos con desnudistas encabezan la lista, sin quedar afuera los ladrones, descarados y hasta cínicos que llegan a ocupar cargos de responsabilidad popular por distintas causas, nunca por su capacidad intelectual o profesional y menos aún por su integridad moral.

Las llamadas organizaciones “no gubernamentales”, que en general sostienen una buena imagen tampoco quedan afuera. Algunas excepciones hacen que las personas pierdan la fe y respondan con indiferencia al llamado a servir, dañando a las que si son dignas de recibir apoyo. Hasta la Cruz Roja Mexicana ha estado involucrada en pleitos públicos por diferencias en la manera de pensar y actuar de sus administradores y consejeros.

Qué importante es sostener la credibilidad y el buen nombre de las instituciones que tanto hacen por nuestras comunidades. Ellas promueven las acciones que tienen que ver con el orden y el buen convivir, algo que pocas veces llegamos a tomar en cuenta y reconocerles, simplemente porque están ahí, desde siempre, sin que nos llamen a pensar y reconocer la importancia de su participación en la vida cotidiana.

De nuevo aparece el interés por el individualismo. Las instituciones ya no son tan agradables para algunos grupos que pretenden separar al ser humano, dejarlo “aparte” para poder aprovecharse de él; ya sea venderle algo o convencerlo de alguna idea, porque queda claro que es más fácil tratar con individuos que con grupos de personas.

Este Diálogo está dirigido a la reflexión sobre la importancia que tienen para nuestra sociedad las instituciones que la conforman, a defender su existencia, a participar en alguna de ellas según sean nuestras capacidades e intereses y a promover su persistencia para la defensa de nuestras formas de vida, con las bases morales y éticas que nos han permitido llegar hasta los niveles de desarrollo social que ahora disfrutamos. ¿había pensado usted en ello?.

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