Las comunicaciones que está enviando a los contribuyentes la Secretaría de Hacienda mediante las cuales les informa que de encontrar discrepancias en las declaraciones del año pasado “se le requerirá información adicional al respecto o se le programará una auditoría que puede hacerse extensiva a ejercicios anteriores”, constituyen una verdadera intimidación que se inscribe dentro de lo que se ha dado en llamar “terrorismo fiscal”.
Las contribuciones en dinero siempre son odiosas a los ojos del pueblo, porque implica compartir con otros lo que cada cuál gana con mucho esfuerzo y aunque no existe otra forma de solventar los gastos de los Gobiernos, su imperiosa necesidad no logra hacer que desaparezca ese sentimiento de odio que sin remedio generan, pues toda burocracia es tenida como parasitaria, floja e ineficiente y de ahí que su mantenimiento por el pueblo sea ingrato para éste.
Pero además, esas contribuciones se vuelven aún más odiosas en momentos históricos como el que estamos viviendo, pues existe la creencia fundada de que la clase política es proclive a la corrupción y los actos que han salido a la luz pública en los últimos meses lo corroboran, de manera que a ningún contribuyente le puede parecer bien el pagar correctamente sus impuestos para que otros dispongan de esos dineros en provecho propio.
Aunado a lo anterior, el pueblo no advierte cuáles son las ventajas de pagar a tiempo y en forma correcta los impuestos a la federación si ésta regresa tan poco a los estados y municipios, así como que las autoridades de los tres niveles de Gobierno realizan pocas obras públicas en beneficio de la sociedad. Tal vez por estar consciente de ello, la secretaría de Hacienda sabe que no tiene elementos convincentes para pedir que los contribuyentes cumplan cabalmente con su obligación y no encuentra otro recurso del cual echar mano que el del “terrorismo fiscal”.
