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Invitación a un sueño...

Roberto Orozco Melo

Una de las cualidades políticas reconocidas en los servidores del anciano régimen presidencialista era la discreción: absoluta, total, irreductible. Otra la lealtad. Y una tercera fue el sentido colectivo de disciplina. Las tres características del sistema priista han desaparecido en la actualidad; son tres fichas extraviadas en el intrincado laberinto del Alzheimer nacional...

El caso de Alfonso Durazo ––una renuncia de casi 20 cuartillas–– creó un ambiente sensacional por la espectacularidad publicitaria que el cambiante político le supo imprimir. No menos publicitadas vinieron antes la renuncia de Jorge Castañeda a la Secretaría de Relaciones Exteriores y el cese de Adolfo Aguilar Zinzer como embajador de México en el Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas, las cuales, a pesar de ser los dos politólogos reconocidos, fueron vistas por sus colegas casi con indiferencia o dura crítica. No han sido las únicas: otras hubo en diversas funciones y funcionarios, pues el Gobierno del señor efe mayúscula, o y equis minúsculas, no se ha distinguido por la perseverancia de sus colaboradores en el servicio público. Pero el Gobierno sigue adelante, campante y rampante.

No se acaba el mundo cuando dimite un funcionario público; vaya, ni siquiera se sale de balance. Lo que sin duda sufre deterioro es la credibilidad de la ciudadanía, de viejo corroída por los ácidos de la ausencia de democracia, el exceso de corrupción y la sobra de autoritarismos: tres legados insuperables en nuestro país, a pesar de las teorías intelectuales y esfuerzos burocráticos. Cada intento de hacer lo que no hemos logrado en casi dos centurias de vida independiente nos arroja a una conclusión desalentadora: estábamos mejor cuando estábamos peor.

Gente amiga que reside en el Distrito Federal está preocupada ante inéditas experiencias comunitarias: desde luego a causa de la inseguridad pública, que si bien ya existía en la metrópoli dejada crecer irresponsablemente, ahora se ubica en niveles de histeria colectiva, bajo el signo de dos emblemas políticos: el PRD en la urbe y el PAN en la República. También les angustia imaginar que ambos Gobiernos puedan fracasar en su tímido acercamiento a la guerra legal contra el crimen y que el medio millón de personas que marchó al zócalo en protesta pacífica quiera repetir la odisea civil en tonos frustrados, actitudes impacientes y modos violentos.

¿Y saben cuál es el mayor miedo patológico que atenaza el ánimo cívico de los capitalinos? El fracaso de los Gobiernos de antigua oposición, hoy en el poder. Especulan que en el espacio de una híspida reflexión ciudadana, al umbral de 2006, la ciudadanía pueda concluir que es el PRI, con todos sus defectos, el único partido que sea capaz de sacar adelante la transición política mexicana en forma civilizada. Ustedes, lectores, habrán reaccionado igual que nosotros: “eso es una tontería”. Y sí, tal parece, pues quienes se azoran ante la posibilidad enunciada formaron parte de los millones de votantes que sacaron al PRI de la Presidencia de la República y entronizaron al PAN el día primero de diciembre del año 2000. Pero tontería no es tanta, ya que todos hemos visto cómo han ido las cosas públicas a partir de esa fecha y esos mismos ciudadanos habrán podido reflexionar sobre cuánto hemos perdido en tiempo y oportunidades por la inexperiencia de Fox y de su partido en el Gobierno.

Dejemos entonces tal especulación en una posibilidad. Quizás el período presidencial de Vicente Fox sea una broma de los hados de la política para encauzar nuestras ineptitudes cívicas en una opción superior a cualquiera de las que puedan ofrecer individualmente los tres partidos políticos que monopolizan la participación electoral en México.

¿Pero qué sucedería, si en un arranque de sensibilidad e inteligencia política, la dicha tríada de organizaciones electorales decidiera ofrecer su apoyo conjunto a un solo candidato, por única vez, sin crear un precedente y con el único objetivo de conciliar a la Nación en el esfuerzo de aprobar una verdadera e integral Reforma de Estado, tanto jurídica, como Política, Social, Hacendaria y Económica que pusiera al país en pie de producción y a nuestras instituciones de Estado en la posibilidad de reconstruir auténticamente a la República Representativa, Democrática y Federal que anhela ser México? Si ayer no lo hizo el PRI desde el Gobierno; si el PRD no ha podido llegar al Gobierno para hacerlo y si PAN no lo ha podido hacer desde el Gobierno, ¿por qué no lo intentan los tres partidos juntos?

Sueños, dirán los escépticos, pero los sueños no mantienen enfermo al país, sino nuestra incapacidad de convertirlos en realidades concretas. Podríamos hacer de la democracia un buen puerto de llegada, no uno malo de partida y no importa cuán proceloso pueda ser el mar en que naveguemos, si hay un buen capitán en el timón y los mexicanos remamos con buena voluntad quizá pudiéramos llegar al mejor de los destinos.

Receptoría de críticas, sarcasmos, ironías, ataques y burlas:

roorozco@prodigy.net

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