La guerra de Irak está por convertirse en la causa de la derrota del presidente George W. Bush en su intento de reelegirse.
La decisión de derrocar al régimen de Saddam Hussein para poner un alto al terrorismo y asegurar la reelección puede ya considerarse como un estrepitoso fracaso.
Las razones son muy claras. El Gobierno norteamericano no logró confirmar la existencia de armas nucleares en Irak, tampoco la alta peligrosidad del régimen de Hussein, vaya ni siquiera existe certeza de los vínculos entre Osama bin Laden con el ex dictador iraquí.
Para colmo la contrainsurgencia en Irak ha tomado una inusitada fuerza al grado de que esta guerra es considerada como el nuevo Vietnam.
No estamos de acuerdo en estas comparaciones porque Irak y Vietnam son escenarios muy distintos, lugares sin mucho parecido y situaciones por demás diferentes.
En lo único que se parecen es en la posibilidad, todavía lejana pero al fin factible, de que Estados Unidos tenga que emprender la retirada y aceptar una eventual derrota militar.
Pero francamente no creemos que vaya a llegar a tanto, a lo sumo Estados Unidos y su aliado Gran Bretaña tendrán que apurar la entrega del poder a un gobierno provisional en Irak que desarrolle algún sistema democrático para elegir a sus nuevos gobernantes.
Bien dicen que a un error en política le sigue una larga secuencia de errores.
Y el principal yerro de George W. Bush fue precipitar una guerra que no tuvo el apoyo de la comunidad internacional y que a la postre ha costado muchas más vidas y recursos económicos de lo esperado.
Si el derrocamiento de Hussein se hubiera dado con el apoyo abierto de la ONU otro gallo cantaría, porque el respaldo internacional fuera incondicional con la posibilidad de una paz cercana y duradera.
En cambio se desató una cruenta guerra, un terrorismo acervado a nivel internacional, una falta de estrategia diplomática y para colmo la retirada militar de España en Irak que representa un duchazo de agua fría para los planes inmediatos de los aliados.
Más de cien militares yanquis han muerto en los últimos treinta días en territorio iraquí, mientras que las bajas de civiles en el lejano país superan los diez mil. ¿Quién puede en tales condiciones considerar que la acción militar de Bush ha sido exitosa?La derrota del Partido Popular en España es un anticipo de lo que sucederá en los Estados Unidos, aún cuando no se registre un atentado terrorista de la magnitud que ocurrió en suelo español antes de las elecciones.
Para evitar su derrota al régimen republicano arrancó una ofensiva diplomática y de comunicación. El miedo no anda en burro, dicen los expertos.
Por lo pronto Bush designó al experimentado diplomático John Negroponte como embajador en Irak, con la idea de convertirlo en el hombre fuerte de aquella región una vez que Estados Unidos entregue el poder y mande a un Gobierno provisional, tentativamente el próximo 30 de junio.
La ofensiva de comunicación inició el pasado domingo cuando la asesora de Seguridad Nacional, Condoleezza Rice, advirtió que en su país podrían registrarse atentados terroristas similares al de España antes de las elecciones de noviembre.
Obviamente la intención es infundir miedo y recordar al electorado que sólo Bush y su Gobierno serán capaces de controlar a los terroristas en sus alocados intentos de atacar a los norteamericanos.
Lo cierto es que el terrorismo no ha sido frenado, tampoco la insurrección iraquí y para colmo la alianza militar ha comenzado a desintegrarse. Así las cosas será muy difícil que George W. Bush logre la reelección que ya le fue negada a su padre.
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