Entrega Paul Bremer la autoridad al Gobierno de la transición en una ceremonia casi clandestina.
EL PAÍS / AGENCIAS
WASHINGTON, EU.- “Ustedes nos han dicho que están listos para la soberanía y estamos de acuerdo. Dejaré Irak seguro de su futuro”, declaró Paul Bremer, el hasta ayer administrador civil de Irak, al entregar la autoridad al Gobierno de transición iraquí.
Dos días antes de lo previsto, en una ceremonia discreta, casi clandestina, Irak recuperó su soberanía. La formalidad, casi un mero trámite en el que Bremer entregó un documento al jefe del Tribunal Supremo, en presencia del Presidente, Ghazi Yawar y del Primer Ministro iraquí, Iyad Allawi, distaba mucho de la celebración que hubieran deseado las nuevas autoridades. Aunque nadie lo reconociera en alto, la amenaza de un atentado de los insurgentes ha marcado la agenda.
“Existía un fuerte temor entre los responsables de la Coalición a que los terroristas pudieran haber infiltrado algún operativo entre los funcionarios del nuevo Gobierno”, explicó un embajador árabe al que la noticia de la transferencia cogió por sorpresa en su despacho.
Una llamada del propio Bremer para cancelar el almuerzo que tenían previsto le confirmó lo que hasta ese momento era sólo un rumor llegado desde Estambul. Allí, el ministro iraquí de Asuntos Exteriores, Hoshiar Zebari, había revelado que el traspaso de soberanía se iba a producir antes de lo previsto.
Eran poco más de las diez de la mañana hora de Bagdad -dos horas menos en la España peninsular- y la ceremonia estaba a punto de comenzar. Sin fanfarria, ante apenas un puñado de testigos, el hombre que durante el último año ha simbolizado la ocupación hizo entrega de la carta que reconoce la plena soberanía de Irak al jefe del Tribunal Supremo, Mithal al Mahmud.
De inmediato, el juez se la pasó al presidente, Ghazi al Yawar. También estaba presente el primer ministro y verdadero hombre fuerte del país, Iyad Allawi. Sólo una vez concluida la ceremonia, se anunció oficialmente. Las cámaras de la televisión local, convocadas para una conferencia de prensa con Bremer, habían recogido el momento histórico y todas las cadenas empezaron a transmitir las imágenes ante la sorpresa de los iraquíes.
“Éste es un día histórico, un día verdaderamente alegre, un día que todos los iraquíes han estado esperando”, declaró Al Yawar. No hubo sin embargo celebraciones de alegría en las calles de Bagdad. No se escucharon los disparos con los que los iraquíes celebran desde el triunfo de su equipo favorito hasta la captura de Saddam Hussein o la muerte de sus hijos.
La satisfacción de los iraquíes se ve contenida por las difíciles circunstancias que atraviesa el país. “Cuando volvamos a tener seguridad y trabajo, entonces lo celebraremos”, explicó Demiye al Hiyazi, un padre de familia de 34 años que sobrevive a base de hacer chapuzas.
Nadie en Irak lamenta que Bremer haya cogido el avión de vuelta casa, si acaso que no se haya llevado consigo al resto de sus compatriotas. Las reacciones de la calle variaban según cómo cada cual hubiera vivido la intervención norteamericana y la posterior ocupación. Para quienes aplaudieron la ayuda para derribar a Saddam, la toma de posesión del nuevo Gobierno es el primer paso hacia la vuelta a la normalidad. Los más críticos con la presencia militar estadounidense se muestran más escépticos. “Sus soldados van a seguir patrullando nuestras calles mañana; nada ha cambiado”, repiten. Para este sector, la soberanía recibida ayer no es una soberanía plena como establece la resolución mil 546 de la ONU, sino muy recortada por las limitaciones que impone la permanencia en el país de 165 mil soldados extranjeros.
Mientras Bremer se dirigía al Aeropuerto Internacional de Bagdad para abandonar el país, una llamada telefónica del Ministerio de Asuntos Exteriores convocó al cuerpo diplomático al acto en el que los miembros del nuevo Gobierno prestaron juramento. Washington aún no tiene formalmente una representación diplomática en Irak, pero fuentes de la Coalición comentaron ayer que el presidente George W. Bush ya ha enviado una carta a Al Yawar solicitándole formalmente el restablecimiento de relaciones diplomáticas. El embajador John Negroponte llegó ayer a Bagdad para hacerse cargo de la que va a ser la mayor embajada de Estados Unidos en el mundo.
En medios diplomáticos europeos se expresaba la voluntad de todos los Gobiernos de apoyar política y económicamente a las nuevas autoridades. Aún con toda la ayuda del mundo, los responsables iraquíes saben que se enfrentan a una tarea hercúlea. “Tenemos ante nosotros un reto y una carga, y pedimos a Dios todopoderoso que nos dé paciencia y nos guíe para gobernar este país cuyo pueblo merece todas las bondades. ¡Qué Dios proteja a Irak y a sus ciudadanos!”, manifestó cauto el nuevo Presidente.
LOS LÍMITES
El presidente de iraquí, Ghazi al Yawer (derecha), realiza un breve discurso durante la ceremonia de juramento de cargos en la zona verde de Bagdad, Irak. Lo acompañan de derecha a izquierda: el vicepresidente, Ibrahim Yaafari; el primer ministro, Iyad Allawi y el viceprimer ministro, Barham Saleh. Aunque Irak haya recuperado formalmente su soberanía ayer, algunas de las condiciones en las que lo ha hecho suscitan el recelo de muchos iraquíes.
*Control de las tropas extranjeras
Al amparo de la resolución 1546 de la ONU, una Fuerza Multinacional de 165 mil soldados (140 mil estadounidenses y 25 mil de otras nacionalidades) va a permanecer en Irak para “derrotar a las fuerzas rebeldes y crear un ambiente seguro”. Aunque formalmente el Gobierno iraquí tenga el control estratégico de esa fuerza, el control táctico corresponde a cada uno de los países participantes. En teoría, los iraquíes podrían pedir su salida en cualquier momento. En la práctica, parece improbable.
*Bases
La Fuerza Multinacional está repartida en 150 bases, la mayoría estadounidenses, que quedan fuera de la legislación iraquí y aplican su propia legislación. EU se ha asegurado la inmunidad de esos soldados mediante la extensión de la Orden 17. Bremer firmó antes de irse ese decreto que incluye también a los contratistas extranjeros que trabajan para la Fuerza Multinacional, incluidos miles de agentes de seguridad privados.
*Consejeros
Un total de 155 “altos consejeros” se mantienen en los ministerios y otros organismos relevantes. En principio, se trata de funcionarios pagados por el país que los envía (miembros de la extinta Coalición) y que dependen de sus respectivas administraciones. “Hay asuntos en los que se ha hecho una verdadera transferencia de responsabilidades, como en Cultura o Educación”, explica una fuente diplomática, “sin embargo en ministerios clave como Defensa, Interior, Asuntos Exteriores o Petróleo, la influencia de esos ministros en la sombra va a continuar siendo importante”.
*Dinero
Una de las responsabilidades del nuevo Gobierno será la aprobación del presupuesto para 2005, pero las cifras que pueda manejar palidecen ante los 18 mil millones de dólares que EU ha asignado a la reconstrucción. Ese fondo, que apenas ha empezado a desembolsarse, es responsabilidad de una agencia que curiosamente depende del Pentágono y no del Departamento de Estado como es lo habitual cuando se trata de fondos de cooperación. No está claro qué participación van a tener los iraquíes a la hora de decidir cómo se gasta ese dinero.
Adiós al virrey de Bagdad
Llegó, vio y, en opinión de la mayoría de analistas, se equivocó. Cuando el embajador J. Paul Bremer, un veterano del servicio exterior estadounidense de 62 años, llegó a Bagdad en mayo de 2003 como autoridad máxima de las fuerzas de ocupación, la población iraquí, agradecida por el derrocamiento del dictador Saddam Hussein, aplaudía al paso de los convoyes militares estadounidenses. Catorce meses después, los aplausos se han convertido en abucheos cuando un vehículo militar de las fuerzas de la coalición es alcanzado por una bomba en las calles de las ciudades iraquíes. Una encuesta reciente de la Autoridad Provisional de la Coalición (CAP, por sus siglas en ingles) contenía este dato demoledor: únicamente un dos por ciento de los iraquíes encuestados se mostraba de acuerdo con la ocupación.
En opinión de observadores y analistas de la situación iraquí, Bremer ha actuado en Irak más como el ejecutivo de una empresa multinacional que como un político a cargo de una de las tareas más difíciles y envenenadas en la historia de las relaciones internacionales de los últimos tiempos. Trabajador infatigable, el procónsul se ha preocupado más en cumplir una agenda de objetivos materiales que de estrechar relaciones con el pueblo iraquí. Sirva de ejemplo el hecho de que en sus 14 meses de estancia no ha conseguido ser recibido por la máxima autoridad religiosa shi de Irak, el gran ayatola Alí al Sistani.
QUIÉN ES QUIÉN
Una mezcla de exiliados y figuras religiosas negociarán la creción de una estructura política. El Gobierno tiene un año y medio para conducir la transición de Irak y consensuar la futura estructura política. El Ejecutivo, reflejo de la división étnica del país, está compuesto por 23 miembros: 11 shiies, cinco suníes, cinco kurdos, un turcomano y un cristiano. Sus principales figuras son el presidente, Ghazi al Yawar, y el primer ministro, Iyad Allawi, que reciben el poder transferido por el ocupante, pero deberán contar también con aquellos que poseen el poder real. Éstas son las personas claves:
Iyad Allawi.Primer ministro y hombre fuerte del Ejecutivo. Es un shii de 58 años a quien los líderes religiosos tildan de demasiado laico. Neurocirujano perteneciente a una prominente familia de comerciantes implicada en la historia de Irak: su abuelo fue uno de los negociadores de la independencia en los años treinta. Aunque se le considera un hombre de Washington, ha criticado las purgas de miembros del Baaz y la disolución del Ejército.
Ghazi al Yawar. Presidente; no era el preferido de Washington para el puesto, pero el Consejo Provisional de Gobierno logró impornerle frente a Adnan Pachachi. Se trata de un prominente líder tribal sunita de 45 años de la zona de Mosul, en el norte. Tiene el apoyo de otros jefes de tribu y líderes religiosos. Se opone a que la Embajada de EU en Bagdad se instale en el palacio de la República, residencia hasta ayer de Paul Bremer.
Alí al Sistani. Uno de los cinco grandes ayatolás vivos. Líder espiritual de los shiies de Irak y jefe de la Hauze de Najaf, escuela de estudios coránicos con un poder similar al Vaticano entre los católicos. Tiene seguidores en Afganistán e Irán, donde nació hace 74 años. Sistani defiende la elección inmediata en las urnas; a su juicio, es el único modo de lograr legitimidad y frenar la resistencia. Sistani sabe que las elecciones darán el poder a los shiies, el 60 por ciento de la población.
Muqtada al Sader. Clérigo radical shii de 30 años, jefe de la milicia del Ejército del Mahdi, que se ha enfrentado al Ejército estadounidense en Nayaf y Kufa. Washington decretó su captura “vivo o muerto” al considerarle un criminal. Carece del peso religioso de Sistani, pero tiene un gran ascendiente sobre los shiies pobres del sur y de Bagdad. Alaui trata de incorporarle a la transición.
Ahmed Chalabi. Shii laico, líder del Congreso Nacional Iraquí, principal partido de la oposición exterior a Saddam. Fue el hombre del Pentágono, la persona que debía haber ocupado el puesto de Allawi. Carecía de apoyos en Irak cuando comenzó la invasión. En estos meses se ha hecho con el control de muchas empresas. Dispone de una milicia propia. En los últimos meses ha caído en desgracia ante EU, que le acusa de pasar información a Irán.
Los kurdos. Los líderes de la Unión Patriótica del Kurdistán (Jalal Talabani) y del Partido Democrático del Kurdistán (Masud Barzani) han criticado la resolución 1546 que, legitima al Gobierno. No les gusta porque no recoge la autonomía del Kurdistán. Han amenazado con desengancharse del proceso y buscar la independencia de hecho. Recuperarles será trabajo de Allawi.