“El mercado no es una
invención del capitalismo. Ha existido por siglos.
Es una invención
de la civilización”.
Mijaíl Górbachev
México sufre un grave desabasto de azúcar que se traduce en un precio elevado para este producto, lo cual es consecuencia de la distorsión introducida al mercado desde 2001 por un impuesto especial de 20 por ciento a los refrescos endulzados con alta fructosa.
El desabasto ha llevado al Gobierno de la República a importar 112 mil toneladas de azúcar en 2003 y a considerar una importación adicional de 100 mil toneladas para este año. Mientras esto se hace, sin embargo, los productores de fructosa en México han perdido hasta un 90 por ciento de su producción. Hoy están pidiendo que se elimine el impuesto o que por lo menos se suavice. Pero en esta ocasión cuentan con un aliado inesperado: los productores de maíz, cuyo producto sirve de base para la producción de alta fructosa.
El impuesto especial a los refrescos que utilizan fructosa es una medida proteccionista e injusta. Desde un principio su propósito era dañar un producto, la fructosa, y favorecer otro, el azúcar de caña. En circunstancias normales el impuesto habría sido declarado inconstitucional en un juicio de amparo porque no cumple con el principio de aplicación general de la Ley. Pero una maniobra legal impidió que así ocurriera.
Como el impuesto no se aplica directamente a la fructosa sino a los refrescos que la usan, los tribunales no le dieron cabida a las demandas de amparo de los productores del endulzante por considerar que no eran los directamente perjudicados. Los refresqueros, que sí podían ampararse, no lo hicieron porque muchos de ellos tienen su propia producción de azúcar de caña.
La medida ha ocasionado daños importantes. Las plantas de producción de fructosa, que se habían ampliado recientemente con grandes inversiones, han tenido que reducir dramáticamente su producción. Miles de trabajadores mexicanos han perdido así su empleo. Pero además la producción mexicana de azúcar, que asciende a cinco millones de toneladas al año, no ha podido satisfacer una demanda de 5.4 millones de toneladas anuales. En consecuencia el precio del azúcar en nuestro país ha subido más de 40 por ciento desde 2001, lo cual ha afectado directamente al consumidor. Como ni siquiera las importaciones hechas por el Gobierno a través de FEESA, se ha generado una corriente de contrabando ya que el azúcar en Guatemala, para no ir más lejos, cuesta la mitad que en México.
Los productores mexicanos de dulces y chocolates han resultado también perdedores de ese perverso impuesto especial. Como una de sus principales materias primas les cuesta el doble que a sus competidores internacionales, están teniendo enormes dificultades para mantenerse en el mercado por lo que están cerrando plantas y perdiendo empleos.
Otra consecuencia la vemos en el comercio internacional. Estados Unidos, que tiene también un perverso sistema de protección a su industria azucarera, ha eliminado virtualmente la cuota de importación de azúcar de México establecida al amparo del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. La razón fundamental de esta decisión estadounidense es el impuesto especial que nosotros le aplicamos a la fructosa.
La industria de producción de alta fructosa ha venido pidiendo desde hace años y con justa razón que se levante este impuesto. En fechas recientes ha tenido el apoyo de los productores de maíz, los cuales se están dando cuenta de que, por una decisión de los legisladores para favorecer a los azucareros, ellos están perdiendo una gran oportunidad. Los maiceros, que se benefician de la seguridad de una producción por contrato de los productores de fructosa, saben que si se elimina este impuesto su venta a esta industria aumentará de manera muy importante.
La ANPRAC, la asociación de los refresqueros, preocupada por el aumento en el precio del endulzante, está buscando ya también una reducción en el impuesto: su propuesta es que no se aplique el impuesto especial al 30 por ciento de la producción de refrescos hechos con fructosa.
Sin duda tiene más sentido reducir el impuesto y permitir que se reactiven las plantas de fructosa que seguir importando cientos de miles de toneladas de azúcar. A todos los consumidores mexicanos y a nuestros productores de dulces y chocolates, nos conviene que los precios del azúcar en nuestro país regresen a niveles internacionales.
Esperemos que nuestros legisladores reduzcan cuando menos el impuesto especial. En el mediano y largo plazos, sin embargo, ese impuesto debe derogarse.
Expulsiones
La propuesta de expulsar del PRI a Diódoro Carrasco y a Elba Esther Gordillo sólo puede debilitar más a este partido político. En este momento el PRI debería estar tratando de sumar no de restar.
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