“El dinero no lo es todo.
Pero ¡cómo ayuda!”.
Anónimo
En el momento de escribir este artículo, a punto de comenzar un viaje, el intenso cabildeo del rector de la UNAM, Juan Ramón de la Fuente, entre los diputados parece haber logrado los resultados que buscaba. El nuevo presupuesto del 2005 al parecer le dará a la Universidad Nacional 800 millones de pesos más de los 15 mil 390 millones de pesos propuestos por el Ejecutivo. Los legisladores tomaron también la decisión de aumentar los subsidios a otras instituciones de educación superior en el Distrito Federal, como el Instituto Politécnico Nacional y la Universidad Autónoma Metropolitana.
De la Fuente, como otros responsables de instituciones públicas, ha hecho bien su trabajo en estos tiempos de presupuesto en que todos los políticos buscan sacarle un mayor tajo al reparto del botín gubernamental. Pero me queda claro que la noticia no es necesariamente buena ni para el país ni para la educación nacional.
México, es cierto, muestra rezagos importantes en educación; pero no en las universidades y especialmente no en las del Distrito Federal. De hecho el problema educativo en México no es de dinero. Nuestro Gobierno gasta más en educación como proporción del Producto Interno Bruto que buena parte de los países industrializados o que las nuevas naciones industrializadas de Asia, como Corea del sur. La gran dificultad radica en que no estamos usando el dinero de manera adecuada.
Nuestro país cuenta ya con un porcentaje de jóvenes que ingresan a las instituciones de educación superior bastante similar al promedio de los países desarrollados miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo económicos (OCDE). Muchos de estos jóvenes abandonan los estudios, sin embargo, en buena medida porque no están preparados para cursarlos por lo que el dinero que se invierte en ellos se pierde. Aun así, el número de graduados de universitarios en muchos campos de instrucción rebasa sobradamente la capacidad del mercado laboral para absorberlos. Tener un título universitario se ha convertido más en un lastre que en una ventaja a la hora de buscar empleo.
En parte esta situación es producto del hecho que el Gobierno dedica un porcentaje muy alto de su gasto educativo a las universidades. Esto no tendría problema si no fuera porque a cambio se descuidan la instrucción primaria y la secundaria, que son las que se imparten de manera mayoritaria a los grupos más pobres de la sociedad y la que resulta más importante para lograr una mejor distribución del ingreso. En buena medida el exceso de apoyo a las universidades públicas es producto de su gratuidad. La mayoría de los países del mundo garantizan la instrucción gratuita en los niveles básicos y medios, pero hacen que los estudiantes y sus familias compartan el costo de la educación superior. La razón es que la instrucción universitaria se imparte mayoritariamente a jóvenes de estratos sociales más altos que el promedio. Otro problema es el apoyo excesivo a las universidades del Distrito Federal y en particular a la Universidad Nacional Autónoma de México, que recibe más dinero que cualquiera otra. Se argumenta que la UNAM es una institución realmente nacional y por lo tanto su gasto no debe ser considerado como un subsidio al Distrito Federal. Pero si bien hubo un tiempo en que efectivamente esta institución tuvo un estudiantado y un profesorado casi nacionales, hoy la situación ha cambiado de manera radical. La razón es el “pase automático” de los estudiantes de las preparatorias de la propia UNAM, todas las cuales se encuentran en el Distrito Federal. Al darles a los egresados de estas escuelas un ingreso especialmente fácil a la UNAM, se reducen radicalmente las posibilidades de ingreso de estudiantes provenientes de otros lugares del país.
La experiencia de otros países nos dice que invertir en educación es clave para lograr un desarrollo económico de largo plazo. Pero no se trata nada más de gastar dinero. Hay que gastarlo bien. Mientras nosotros continuemos dedicando un porcentaje excesivamente alto de recursos a la educación superior y a las instituciones del Distrito Federal no podremos sacarle todo el provecho necesario a nuestra inversión en educación.
En este sentido el aumento de presupuestos para la UNAM y las otras universidades de la capital no es una buena noticia ni para la educación ni para el país. Es una reiteración de que una estrategia educativa que no tiene ya sentido.
Arrastre
René Bejarano quiere arrastrar en su caída a todos sus enemigos: Rosario Robles, Carlos Salinas de Gortari, Leticia Robles, Cristina Fox. El único que nunca se encontró con Carlos Ahumada ni nunca se benefició de él es, según Bejarano, su ex jefe Andrés Manuel López Obrador.
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