“El delito de los que nos engañan no está
en el engaño, sino en que ya no nos dejan soñar que nunca nos engañarán”.
Napoleón Bonaparte
Es algo muy serio afirmar que un atentado no es real sino producto de una simple maniobra política. Esto es, sin embargo, lo que hizo este viernes 19 de marzo Gabino Cué, candidato de la oposición al Gobierno del estado de Oaxaca, al hablar sobre el aparente ataque realizado un día antes en contra del gobernador José Murat.
En casi cualquier otra circunstancia la afirmación de Cué sería vista con escándalo en los medios políticos. Simular un atentado parecería un juego muy peligroso. La clase política, de hecho, tiene un gran temor de que el país vuelva a caer en un círculo de violencia similar al que se registró en los últimos dos años de gobierno de Carlos Salinas de Gortari. El propio Cué, recordemos, condenó el aparente atentado en contra de Murat en la mañana misma del 18 de marzo.
Sin embargo, la personalidad errática —de alguna forma hay que llamarla— de Murat genera desconfianza entre propios y extraños. El gobernador de Oaxaca es conocido por sus desplantes sorpresivos, por su agresividad y por su falta de control sobre sí mismo. Si hay algún personaje político del que pueda sospecharse haber organizado un autoatentado sería el “talibán Murat”.
Desafortunadamente se han venido acumulando indicios sobre el ataque que resultan cuando menos sospechosos. El gobernador no estaba acompañado por su contingente usual de escoltas. Pese a que el grupo de pistoleros tenía armas automáticas AK-47 —que pueden disparar cientos de balas en unos segundos— sólo unos cuantos impactos alcanzaron la camioneta de Murat. El parabrisas del vehículo, como lo mostraron las contundentes fotos, fue objeto de una aparente manipulación.
Ninguna de estas indicaciones por sí sola es suficiente para comprobar un autoatentado, pero cuando menos son suficientes para generar sospechas que deben ser objeto de una investigación. Del otro lado, sin embargo, pesa bastante el hecho de que hay dos escoltas lesionados de bala.
Inquieta que la Procuraduría del Estado haya ordenado el cateo de la casa del coordinador de campaña de Gabino Cué sin que se conozca ninguna razón para hacerlo. Genera suspicacias también el que el ataque se haya realizado unos días antes de la toma de protesta de Cué como candidato. Preocupa la forma en que los grupos de simpatizantes de Murat han empezado a organizar manifestaciones —a la usanza de Hugo Chávez y de Andrés Manuel López Obrador— en apoyo a su líder político.
Murat es uno de los ejemplos de político de la vieja escuela que han gozado, paradójicamente, de un renacimiento en estos tiempos de democratización. En los tiempos en que el presidente de la República podía imponer a los candidatos del PRI a Gobiernos estatales, o por lo menos vetar a alguno que no fuera aceptable, un político como Murat seguramente se habría visto imposibilitado de aspirar a una candidatura. El ex presidente Ernesto Zedillo, sin embargo, no tuvo la fuerza o la voluntad de detener la postulación de Murat y su posterior elección. El problema es que las personalidades explosivas, caciquiles, como la de Murat pueden resultar atractivas en una contienda democrática en una entidad de bajo nivel educativo.
Habrá que ver cuál es el desenlace de la investigación sobre el ataque. Poco es lo que puede esperarse de la averiguación de la Procuraduría del Estado, la cual se encuentra bajo el férreo control del gobernador. Pero debido a que las armas utilizadas en el atentado son de uso exclusivo del ejército, hay una investigación paralela de la Procuraduría General de Justicia que podría ayudar a arrojar luz sobre los hechos.
Por lo pronto todos los mexicanos —incluido Murat— merecemos una investigación que aclare cada una de las dudas. México no debe caer nuevamente en la incertidumbre de la violencia. Si hubo en verdad un atentado, éste debe explicarse en detalle y se deben tomar medidas muy serias para buscar y castigar a los responsables. Pero si lo que hemos visto es una simulación para elevar el perfil de Murat —quien ha expresado su deseo de aspirar a la candidatura presidencial del PRI— o para mejorar las perspectivas electorales de su delfín, Ulises Ruiz, la maniobra debe ser desenmascarada para bien del país.
La pasión
No hay duda de que La Pasión de Cristo es una buena película: apegada en general a los evangelios y ejecutada con maestría. Pero su obsesión con la tortura y muerte de Jesús revela uno de los problemas del cristianismo contemporáneo. Al ver la cinta no pude dejar de pensar en las palabras de Antonio Machado: “¡Oh, no eres tú mi cantar! / No puedo cantar ni quiero / a ese Jesús del madero / sino al que anduvo en la mar”.
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