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jaque mate/Frankenfood

Sergio Sarmiento

“Cultivar es hacer la guerra a la tierra”.

Jonathan Rauch

En Estados Unidos los ambientalistas los llaman despectivamente Frankenfood: alimentos Frankenstein. La organización ecologista Greenpeace tiene al aire una campaña de publicidad en los canales de televisión de cable en que pregunta: ¿Comería usted alimentos transgénicos? La respuesta que da Greenpeace —ya que la mayor parte de la gente no tiene información para responder— es: No, no queremos ser conejillos de Indias. Pero la verdad es que si la nueva biotecnología que ha producido los alimentos transgénicos no se aplica de manera más extensa, la humanidad sufrirá hambre en las décadas venideras.

Incluso en sus cálculos moderados, los demógrafos de las Naciones Unidas pronostican que la población del mundo aumentará en un 40 por ciento durante el próximo medio siglo. De 6,300 millones de habitantes en el planeta, pasaremos a tener 8,900 millones en el año 2050. Esto significa que la producción de alimentos debe elevarse en cuando menos ese 40 por ciento. Pero si queremos dar una mejor alimentación a quienes actualmente viven en pobreza extrema, la producción agrícola tendrá que expandirse más y abatir más sus costos.

El problema es que ya virtualmente toda la tierra fértil del planeta está bajo cultivo. Además, las técnicas tradicionales de agricultura tienen rendimientos decrecientes debido a que reducen la fertilidad de la tierra y deterioran el ambiente. La única manera en que la humanidad puede aumentar de manera suficiente la producción de alimentos en las próximas décadas, al tiempo que reduce la degradación ambiental, es recurrir a la biotecnología.

Las nuevas tecnologías de producción de transgénicos han registrado ya logros muy importantes en el esfuerzo para aumentar y mejorar la producción de alimentos así como para proteger la ecología. Ya tenemos, por ejemplo, trigo y maíz transgénicos que pueden cultivarse en tierras no aradas.

Esto es muy importante. Desde la revolución neolítica, hace 8,000 años, arar la tierra ha sido un proceso indispensable para la agricultura, ya que permite controlar las hierbas y plagas que dañan a los cultivos. Pero el deterioro ambiental es enorme: la tierra arada se erosiona con enorme facilidad y pierde, junto a las plagas, la vida animal y vegetal que se encuentra naturalmente en la tierra y que tiene muchos beneficios. Por eso las tierras aradas deben dejarse reposar cada determinado tiempo. Los granos transgénicos que no requieren arado no sólo producen mejores y más abundantes cultivos sino que además evitan la erosión y degradación de la tierra.

Contamos ya también con soya transgénica, como la Roundup Ready de Monsanto, que permite el control de plagas con productos benignos que se desintegran con facilidad (el Roundup) y que no dañan el ambiente como los herbicidas tradicionales que permanecen indefinidamente en la tierra. Hay también hortalizas transgénicas -por ejemplo, tomates— que resisten el agua salada. Esto les permite prosperar en áreas donde se ha acumulado sal debido a la irrigación. El 40 por ciento de la tierra irrigada del planeta presenta este problema de salinidad. Las hortalizas transgénicas permitirán recuperar millones de hectáreas que ya cuentan con infraestructura de riego. De otra manera habrá que irrigar (y salinizar) nuevas áreas para aumentar la producción de alimentos.

La biotecnología ha permitido también la generación de plantas -maíz y otras especies— que producen bacterias que los defienden naturalmente de las plagas. Su cultivo permite la reducción o eliminación de los pesticidas químicos que permanecen en la tierra indefinidamente.

Podría aquí seguir ofreciendo ejemplos, pero lo importante es señalar que la biotecnología ayuda no sólo a aumentar y mejorar la producción de alimentos para una humanidad con hambre sino que protege el ambiente al eliminar o reducir el arado de la tierra y el empleo de pesticidas y fertilizantes.

Si las agrupaciones ecologistas estuvieran realmente interesadas en alimentar a la humanidad y en preservar el ambiente, en vez de en obtener dinero del público y de fundaciones a través de la generación de miedos irracionales como el que han promovido sobre los transgénicos, estarían dedicando buena parte de sus esfuerzos a promover los cultivos de esos mal llamados alimentos Frankenstein.

Corruptos e intolerantes

Nadie se acuerda ya de quién empezó y quién respondió en esta guerra de amenazas e insultos entre el Gobierno Federal y el del Distrito Federal. De lo que no hay duda es de que, en lugar de convencer a los ciudadanos de que los corruptos son siempre los otros mientras que quienes acusan son unas santas palomas, el mensaje que se está difundiendo es que todos los políticos son corruptos e intolerantes.

Correo electrónico:

sergiosarmiento@todito.com

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