“El político piensa en la próxima elección; el estadista, en la próxima generación”.
Otto von Bismarck
¿Qué debemos hacer para construir una gobernabilidad democrática en nuestro país? Esta es la pregunta que se hicieron a lo largo de los últimos cuatro días políticos, juristas, periodistas y otros personajes de la vida pública en las audiencias públicas organizadas por la Comisión Especial para la Reforma del Estado de la Cámara de Diputados, encabezada por Manuel Camacho Solís y el Instituto de Investigaciones Jurídicas, dirigido por Diego Valadés. Posiciones hubo muchas y muy diversas, pero es interesante ver cómo en algunos temas se han ido forjando, si no consensos, cuando menos coincidencias de opinión.
Una de las razones por las que tantos mexicanos se sienten a disgusto con la democracia es porque perciben la falta de gobernabilidad del país. Particular daño hace la imagen de una disputa constante entre los poderes Ejecutivo y Legislativo que hace difícil que se lleven a cabo las Reformas Estructurales que nos permitirían tener un país más próspero.
De nada sirve tener el mejor de los sistemas electorales, con elecciones limpias y equitativas, si después al gobernante no se le dan los instrumentos para gobernar. De ahí la necesidad de tomar medidas que garanticen la gobernabilidad sin regresar a los tiempos del autoritarismo.
Cinco reformas me parecen fundamentales para ello: 1. Adoptar un sistema semiparlamentario que divida las funciones del jefe de Estado y del jefe de Gobierno. El presidente debe ser el símbolo del país, el comandante supremo de las fuerzas armadas, la cabeza de las relaciones exteriores y junto a la Suprema Corte de Justicia, el garante de la Constitución. Pero el Gobierno debe surgir del Congreso y ser encabezado por un primer ministro. La actual fusión de las dos responsabilidades en una sola persona, el presidente, promueve la división política y arrastra al jefe del Estado a disputas pedestres en las que no debe estar involucrado. 2. Reducir el número de los diputados de representación proporcional de 200 a 100. Con esto disminuiría la fragmentación de la Cámara, manteniendo la representación de los partidos minoritarios. 3. Eliminar a los senadores de minoría y a los de representación proporcional. Esto bajaría el número actual de senadores de 128 a los 64 originales. Con esta reforma el Senado dejaría de ser un simple remedo de la Cámara de Diputados y recuperaría su función original de representación de las entidades de la federación. 4. Permitir la reelección de diputados y de senadores. Una de las razones por las cuales el Congreso no muestra responsabilidad ni capacidad técnica para manejar asuntos complejos es la pérdida de experiencia legislativa cada tres o seis años. Esto se evita con la reelección. Para evitar la perpetuación de unos cuantos legisladores en las curules, pueden limitarse los períodos de servicio consecutivo a cuatro para los diputados y a dos para los senadores, lo cual daría un máximo 12 años para ambos. 5. Legalizar la reelección de presidentes municipales. Si el trabajo legislativo se obstaculiza por la falta de reelección, el de los presidentes municipales se vuelve imposible por la brevedad de su ejercicio. En este caso también se puede imponer un límite de dos períodos consecutivos, o sea, seis años. 6. Permitir las candidaturas independientes.
Ésta es una vacuna contra los abusos de la partidocracia. Representa también un reconocimiento al principio constitucional de que todos los ciudadanos podemos ser votados a cargos de elección popular, principio que nuestro actual Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales viola flagrantemente al restringir la posibilidad de alcanzar puestos de elección sólo a aquellos que son postulados por los partidos.
Hay que subrayar, sin embargo, que ninguna cantidad de reformas legales resolverán los problemas de gobernabilidad de nuestro país si los políticos no empiezan a actuar de buena fe.
Otros sistemas como el nuestro funcionan razonablemente bien en otros lugares del mundo, pero la diferencia es que sus políticos están más dispuestos a llegar a acuerdos para el bien del país. Por eso, aunque esté convencido de que las reformas que he planteado ayudarían a mejorar nuestro sistema político, me queda claro que la reforma más importante es la de la mentalidad de muchos de nuestros políticos.
Tres juristas
Tres respetados juristas han sido seleccionados por el presidente Vicente Fox para la terna de la que se tomará al nuevo ministro de la Suprema Corte de Justicia: Felipe Borrego Estrada, ex presidente del Tribunal Superior de Justicia de Zacatecas; Sergio Valls, consejero de la Judicatura Federal y Bernardo Sepúlveda Amor, ex secretario de Relaciones Exteriores. Ahora le toca al Senado escoger.
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