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Jaque mate/La futbolista

Sergio Sarmiento

“La igualdad para las mujeres exige

un cambio en la psique humana más

profunda que cualquier cosa que Marx

haya imaginado”.

Polly Toynbee

Se llama Maribel Domínguez y quiere ser futbolista profesional. Quizá eso no sorprenda. Lo que ha generado debate y atención es que desea serlo en un equipo de hombres de la primera división del futbol mexicano.

Su caso está actualmente bajo consideración de la FIFA. Esperemos que esa organización internacional, tan machista como tantas otras, no tome el camino falso de institucionalizar la discriminación.

No hay duda de que los hombres tienen mayor fuerza física que las mujeres. Este hecho ha sido siempre la principal barrera de entrada a las mujeres en los deportes masculinos. Pero una cosa es que Maribel fracase en buena lid en un intento por competir con los hombres en el campo de juego y otra muy distinta que se le niegue la oportunidad. De hecho, un rechazo de su inscripción fundamentado en que es mujer violaría nuestra Constitución, la cual prohíbe claramente la discriminación por sexo.

No me hago muchas ilusiones al respecto de la capacidad de Maribel para competir en primera división. Las mujeres nunca han podido contender con los varones en deportes de alto rendimiento. Es cierto que en 1973 la tenista estadounidense Billie Jean King derrotó a Bobby Riggs tras un sonado reto público de éste, pero Riggs era un jugador mediano y tenía 55 años, contra 29 de la King, cuando se enfrentó a ella.

Ni siquiera en el golf, un juego en el que la fuerza física no es tan decisiva, han podido las mujeres competir directamente con los hombres. Por ello las golfistas tienen sus propias ligas y en ellas compite, por ejemplo, Lorena Ochoa. Ana Gabriela Guevara me dejaría a mí y a millones de otros hombres irremediablemente atrás en una carrera de 400 metros, pero difícilmente ganaría la prueba contra un corredor de nivel medio.

Es muy probable que el equipo Celaya de futbol sólo esté buscando la atención de los medios con la contratación de Maribel. Si es así, lo ha logrado y con creces. Maribel pudo haber aceptado la oferta del Celaya por esa misma razón: por la búsqueda de 15 minutos de fama. Pero me da la impresión de que ella alberga la esperanza de ser realmente competitiva frente a los hombres.

Para el deporte mexicano, sin embargo, el objetivo no debe ser la promoción de una excepción -como será siempre el caso de una mujer que juegue en un equipo de hombres de primera división de futbol- sino el desarrollo de una mayor actividad para las mujeres.

El deporte competitivo sigue siendo en nuestro país una actividad preponderantemente masculina. Las familias impulsan a sus hijos a participar en deportes, pero rara vez lo hacen con sus hijas. En Estados Unidos, Australia y China, en cambio, se han hecho esfuerzos muy importantes por promover las actividades deportivas femeninas. Una de las consecuencias es que esos países han construido poderosas escuadras nacionales de futbol para mujeres. Algo similar deberíamos hacer nosotros: promover el deporte femenino en lugar de tratar que una mujer sea competitiva en un equipo de hombres.

No deja de ser significativo que en los Juegos Olímpicos de este año nuestros deportistas más destacados fueron dos mujeres: Ana Gabriela Guevara y Belem Guerrero (podríamos añadir a Iridia Salazar, quien, sin embargo, no tuvo tanto impacto en los medios). Evidentemente nuestras mujeres tienen la capacidad de lograr buenos desempeños. Pero para ampliar la cosecha es más importante generar un deporte femenino de bases sólidas que en buscar el caso inusitado de una mujer que compita con los hombres.

A pesar de que la filosofía de “igual pero separado” nunca funcionó en la segregación de las razas en Estados Unidos o Sudáfrica -en parte porque lo que se daba a los negros nunca era igual a lo de los blancos- el concepto tuvo más éxito en el caso de los géneros. Las universidades para mujeres, como Bryn Mawr, tuvieron siempre desempeños académicos muy positivos, incluso superiores a los de los colegios de hombres. Al final muchas mujeres graduadas de esas escuelas estaban convencidas de que una educación sin hombres les permitió ser mejores estudiantes y mejores seres humanos.

La FIFA, por supuesto, no debe impedir la incorporación de nadie a un equipo de futbol simplemente por ser mujer. Pero nos debe quedar claro que el camino para el desarrollo del deporte femenino no pasa por la incorporación excepcional de una mujer a un equipo masculino.

Autopromoción

El primero fue Roberto Madrazo. Después le siguieron Rosario Robles, Arturo Montiel y muchos más. Hoy vemos la gran campaña de medios del gobernador Tomás Yarrington de Tamaulipas. Todos son políticos que, con poca ética, se han servido de recursos públicos para promover su imagen personal.

Correo electrónico:

sergiosarmiento@todito.com

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