“Todo el propósito de la política práctica
es mantener alarmado al populacho”.
H.L. Mencken
Hugo Chávez ganó su referéndum en Venezuela, como triunfó en las elecciones de 1998, en el referéndum constitucional de 1999 y en las elecciones de 2000. Nadie puede poner en duda su popularidad entre los venezolanos.
Yo entiendo que Chávez es un personaje perturbador para quienes se interesan en la democracia o en el bienestar del pueblo venezolano. Saltó a la fama en 1992 al encabezar un intento de golpe militar. Como Presidente ha aplicado medidas que han llevado a la ruina a la economía venezolana. Ha asumido poderes enormes que le han permitido gobernar por decreto. Ha perseguido a quienes se han opuesto a él, tanto entre los políticos como en los medios de comunicación de su país.
Y sin embargo, este domingo 15 de agosto los venezolanos votaron democrática y hasta donde podemos ver libremente por mantenerlo en la presidencia de su país.
La democracia es así. No tiene por qué ser racional. De hecho, los dictadores suelen tener una gran popularidad. Esto no es nuevo. Así ha ocurrido desde los tiempos más antiguos.
Pompeyo y Julio César rompieron con la legitimidad de la antigua república romana, pero el pueblo los adoró y los apoyó. Adolf Hitler llegó al poder en Alemania a través de las urnas y se habría mantenido en la cancillería alemana por voluntad del pueblo hasta el momento mismo de su derrota en la Segunda Guerra Mundial. Stalin no se molestaba en tener elecciones libres, pero seguramente las habría ganado una y otra vez. Y no tengo duda, a pesar de lo que argumentan los dirigentes en el exilio, que Fidel Castro triunfaría hoy en cualquier elección democrática en Cuba.
Hugo Chávez ha sabido cultivar el populismo igual o mejor que todos los grandes maestros de este arte en la historia. Ha entendido que, para ganar el afecto del pueblo, es más importante repartir dádivas que construir una economía que funcione en el largo plazo. Pan y circo era el lema de los populistas en la vieja república romana. Y lo sigue siendo entre los latinoamericanos, aunque no lo proclamen abiertamente.
Chávez simplemente está continuando la tradición de muchos otros caciques y caudillos latinoamericanos. La lista empieza con los propios libertadores, como Simón Bolívar, que el actual Presidente venezolano ha hecho su santo personal y estandarte político. La Latinoamérica del siglo XIX estuvo marcada por personajes populistas como José Gaspar Rodríguez de Francia en Paraguay y Antonio López de Santa Anna en México. En el siglo XX tuvimos a un Juan Domingo Perón en Argentina, a un Rafael Trujillo en la República Dominicana, al propio Castro en Cuba y a muchos más. Parece que éste es un mal que no termina.
La gran tentación que hoy podría tener la oposición venezolana frustrada por el referéndum es tratar de recurrir a medios no constitucionales para tratar de derrocar a Chávez. Un golpe de Estado no haría más que exacerbar las tensiones sociales que se han manifestado en los últimos años en el país. Es mejor dejar que Chávez vaya pagando el costo de sus errores políticos y económicos.
La gran duda es qué tanto afectará la situación de Venezuela al resto de Latinoamérica. Chávez representa ya un ejemplo para todos los espíritus populistas de la región. Quienes piensan que la economía se puede conducir por decreto y que se requiere únicamente un gobierno autoritario para llevar la prosperidad a países que no han sabido volverse más competitivos, están ondeando sus banderas.
Y si bien es verdad que en el triunfo de Chávez en el referéndum del 15 de agosto hay una derrota para quienes defienden la moderna economía de mercado y que entienden qué medidas hay que adoptar para darle a un país una prosperidad de largo plazo, también hay en esa votación una derrota para la izquierda moderna, la que representa un José Luis Rodríguez Zapatero en España o un Ricardo Lagos en Chile.
Esta izquierda, que acepta la libertad de mercado y la responsabilidad económica de largo plazo como camino ineludible para generar prosperidad y combatir la pobreza, enfrentará ahora presiones más fuertes de quienes sienten que, para conquistar el poder a través de las urnas, hay que recurrir al populismo. Esperemos que esta izquierda responsable pueda resurgir de esta derrota y hacer entender a los votantes que el camino de Hugo Chávez está condenando a los venezolanos a la pobreza.
Tortura
No hay duda de que los globalifóbicos atacaron a la policía en la cumbre de Guadalajara de mayo. Pero la Comisión Nacional de Derechos Humanos ha confirmado que hubo cuando menos seis casos de tortura entre quienes fueron detenidos. Y la tortura no es una respuesta aceptable ni siquiera contra los intolerantes.
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