“Y, sin embargo, (ninguno
de esos linchamientos) ha conmovido a la opinión
pública o a la sociedad civil, porque sólo ocurría ante la mirada de los verdugos.”
Carlos Monsiváis
La tragedia de San Juan Ixtayopan nos ha obligado a volver la vista atrás y hemos encontrado decenas de linchamientos en los últimos años en nuestro país. Varios de estos actos han concluido con la muerte de los linchados. Sin embargo, no hay ningún registro de que, antes de las detenciones del 24 de noviembre en Tláhuac, se haya realizado ninguna acción legal en contra de los responsables, ni siquiera en los casos en que éstos han sido identificados.
¿Por qué ha sido diferente el linchamiento de San Juan Ixtayopan? ¿Por qué antes la autoridad no había querido o no había podido detener a ningún responsable de la oleada de linchamientos? La clave se encuentra en el hecho de que en esta ocasión hubo cámaras de televisión presentes. La difusión de las imágenes, originalmente por TV Azteca y después también por Televisa, generó una conmoción tal que impidió que los hechos quedaran en la impunidad.
En los últimos días he leído varios comentarios en la prensa y he leído numerosos correos electrónicos que cuestionan la difusión de las imágenes del linchamiento. Entiendo la razón. Un linchamiento nunca es agradable a la vista. Y estamos acostumbrados a que las imágenes de televisión sean agradables.
Los propios responsables de los noticiarios de televisión lucharon con la decisión de qué y cuánto mostrar. Televisa, de hecho, anunció en un momento que no exhibirían las imágenes del linchamiento, aunque al final las difundió como TV Azteca. Las dos televisoras dejaron de mostrar mucho del material con el que contaban, precisamente por su dramatismo. Pero al final exhibieron lo suficiente para conmover a la sociedad.
Estoy convencido de que la decisión fue la correcta. La función de los noticiarios es informar. La violencia inaudita de un linchamiento no se puede entender si los hechos no se ven directamente. Al mostrar lo que ocurrió, por otra parte, las televisoras generaron una reacción tal de la sociedad que será muy difícil que las autoridades sigan lavándose las manos en casos de linchamiento.
Carlos Monsiváis nos recuerda en su artículo de Proceso de esta semana que si bien “los actos de extrema violencia popular han sido terribles y para nada excepcionales en los siglos del México independiente, su difusión había sido parcial, tardía, carente de relieve noticioso y, sobre todo, de reacciones indignadas ... ¿Cuántos protestantes han sido asesinados por el único hecho de practicar un credo distinto? ¿A cuántos se ha linchado por su “comunismo” o su “hechicería” o por robos o violaciones?” Pero mientras los únicos testigos sean los propios verdugos, es fácil soslayar la gravedad de los hechos o justificarlos porque son parte de los usos y costumbres de una comunidad. Sólo cuando se ve el salvajismo de un linchamiento se entiende la imperiosa necesidad de detener la práctica.
Ahora las autoridades se han visto obligadas a actuar. Hay decenas de detenidos por el linchamiento del 23 de noviembre y la PGR está llevando a cabo una investigación para deslindar responsabilidades. Por otra parte, ha venido creciendo la presión en contra de los funcionarios capitalinos y federales que no quisieron o no pudieron impedir el linchamiento.
Es difícil saber cuál va a ser el resultado de las investigaciones y juicios que se desprendan del linchamiento del 23 de noviembre. Pero una cosa me queda clara. A raíz de la difusión de los videos será difícil que las autoridades se sigan desentendiendo, como tantas veces lo han hecho en el pasado, de los linchamientos que con tanta frecuencia ocurren en nuestro país. Será también cada vez más difícil para las autoridades -que reciben enormes recursos de los contribuyentes para prevenir estos crímenes- seguirse escudando en el tránsito o en la lejanía para no cumplir con su deber.
No tiene sentido culpar a las televisoras o a los medios de comunicación por lo acontecido el 23 de noviembre. Ellos sí hicieron su trabajo: ellos sí llegaron a tiempo al lugar de los hechos y registraron lo que ocurría. Al difundir su información e imágenes han evidenciado a las autoridades y han hecho posible que, por primera vez, se tomen medidas para castigar a los culpables. Esto podría evitar nuevos linchamientos en el futuro.
El papel de la PFP
La Policía Federal Preventiva tiene la función de prevenir delitos, no de investigar los que ya han ocurrido. Responsabilidad suya habría sido prevenir el linchamiento de San Juan Ixtayopan, pero la investigación encubierta de una operación de venta de drogas le habría correspondido a la Agencia Federal de Investigaciones. ¿Qué hacían ahí esos agentes de la PFP?
Correo electrónico:
sergiosarmiento@todito.com