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Julia Roberts sólo quiere pasarla bien

EL PAÍS

MADRID, ESPAÑA.- Julia Roberts, de 36 años, vuelve a interpretar un papel protagonista desde que ganó el Oscar hace más de tres años por Erin Brockovich.

Fue en La Sonrisa de Mona Lisa, de Mike Newell, donde interpretó a una profesora de arte en una universidad para chicas en la década de los cincuenta que anima a sus alumnas (Kirsten Dunst, Julia Stiles, Maggie Gyllenhaal) a que se dediquen a lo que de verdad les gusta, en lugar de limitarse a buscar lo que se esperaba de ellas: un buen marido.

Irónicamente, en la vida real, esta estrella ha suavizado su ritmo de trabajo desde que conoció, hace dos años, al cámara Danny Moder (de 34 años) y con el que se casó el cuatro de julio de 2002.

En cualquier caso, profesionalmente ya ha conseguido mucho más de lo que jamás hubiera imaginado: el reconocimiento como actriz diez años después de alcanzar el estrellato gracias a Pretty Woman. Ella se lo agradece a su director en Erin Brockovich, Steven Soderbergh y por eso, desde entonces, sólo ha querido trabajar con él y con su socio en la producción, George Clooney.

Después de estrenar dos películas en 2001, The Mexican, con Brad Pitt, y La Pareja del Año, con Catherine Zeta-Jones, intervino en Full Frontal, un proyecto experimental de Soderbergh, y en su remake de Ocean’s Eleven.

Después interpretó otro pequeño papel en el debut en la dirección de Clooney, Confessions of a Dangerous Mind. Está en lo más alto (tiene el sueldo más cuantioso de una actriz en Hollywood, 20 millones de dólares) y lo que le interesa ahora es pasárselo bien en el plató.

P. ¿Cómo se sintió al interpretar a la mentora de unas jóvenes estudiantes en La Sonrisa de Mona Lisa? No hace tanto que era usted la que interpretaba los papeles de ingenua…

R. Esas chicas me parecen bebés, pero he llegado a un punto en el que ya me siento cómoda interpretando a la persona mayor. Me lo paso bien siendo la madre o la hermana mayor. Con esto no quiero decir que me dedique a darles consejos a estas chicas: saben más de este negocio a los 21 de lo que sabía yo a los 30. Pero fue muy divertido trabajar con ellas, porque yo les preguntaba por sus novios y ellas a mí sobre mi boda. Fue una relación de las de sólo chicas, muy jugosa. La película habla de que no tiene nada de malo que las mujeres quieran una buena carrera, pero resulta que yo predico una cosa y hago la contraria. Y eso ocurre porque ahora mismo nada me apetece tanto como quedarme en casa y hacerle la cena a mi marido. Por eso trabajo menos.

P. ¿Cómo preparó su papel de profesora de Historia del Arte? ¿Ha jugado el arte un papel importante en su vida?

R. La pintura es una de las facultades más envidiables, desgraciadamente no es uno de mis dones, pero me fascina. Creo que el arte es el medio más trascendente y divulgativo que tenemos; y una de las cosas más interesante de estudiar Historia del Arte para preparar este papel ha sido darme cuenta de que es eterno e imperecedero. Mira por ejemplo la Mona Lisa (de Leonardo DaVinci), un pequeño cuadro que encierra más teorías, historias, conceptos y respuestas de las que se pueden imaginar… es realmente extraordinario tener ese poder, me parece algo prodigioso y digno de admiración. Prepararme para este papel me ha brindado la oportunidad de contactar con colegas, asistir a lecturas y poder introducirme y conocer más a fondo el mundo del arte, me ha creado una curiosidad por saber qué significan todos y cada uno de sus elementos. Aprender que hay tantísimas cosas que considerar en el arte ha sido alucinante para mí, yo me sentaba en las lecturas, atenta a todo lo que se decía, y eso te hace sentir que no sabes nada… eso me gusta.

P. ¿Cree que tiene cualidades para ser una buena profesora?

R. Probablemente se me daría mejor un jardín de infancia, creo que me desenvolvería mejor en ese ambiente… (risas).

P. ¿Cree usted en el poder de las películas a la hora de dar forma a aptitudes más progresivas para la sociedad?

R. No sé si se trata de formar aptitudes, espero que no hagamos eso... pero me he dado cuenta que ser un actor no es muy diferente de ser un profesor. Se trata de conseguir el interés de un grupo de personas por aquello en lo que tú estás interesado, relacionarlos con ellos, enseñárselo o contárselo; es una dinámica muy similar en realidad. Así que en ese sentido, pienso que las películas pueden ser muy influyentes, pueden hacerte sentir cosas o aprender o darte cuenta de que esas cosas existen. Por eso pienso que moldear el mundo es demasiada responsabilidad, me conformo con crear interés.

P. Los actores jóvenes de hoy se hacen famosos repentinamente. ¿Es muy distinto de cuando usted empezó a trabajar en esto?

R. Bueno, no es que yo sea vieja, pero creo que ahora las cosas son muy distintas porque cuando estos chicos consiguen su primer papel en una película, de pronto se encuentran con que les están pagando un dineral y son increíblemente famosos. Y me imagino que es difícil asimilarlo. Cuando yo empecé, la progresión era un poco más natural: un pequeño papel te ayudaba a conseguir otro un poco mejor por el que te pagaban algo más. Ibas subiendo poco a poco y parecía más natural.

P. ¿Qué tiene que tener una película para que le interese?

R. Suelo pensarme muy cuidadosamente los momentos en los que quiero trabajar, pero cuando tengo la oportunidad de hacer una película con alguien como Steven Soderbergh… Lo que más me gusta de este trabajo es impresionar al director. Por eso no quiero fallarle jamás a Steven y por eso acepté participar en la secuela de Ocean’s Eleven, Ocean’s Twelve. También estoy hablando con Mike Nichols para trabajar junto a Jude Law en Closer, una adaptación de la obra de Patrick Marber. Ya no me preocupa el dinero, lo único que quiero es interpretar buenos papeles y trabajar con gente divertida. Y George (Clooney) lo es. En el lugar de donde vengo es de mala educación preguntarles a los demás cuánto ganan. A mí lo que me haría feliz sería ser recordada como una gran actriz y una buena amiga. Los números no sirven para calcular tu auténtico valor, y 20 millones no son más que un número. Y, sí, empleo mi dinero y mi tiempo en ayudar a los demás. No es que sea Paul Newman, pero tengo mi lado filantrópico.

P. ¿Se lo pasa bien en medio de tanta camaradería masculina, impulsada sobre todo por George Clooney y Soderbergh?

R. Sí. Rodar Ocean’s Eleven fue como entrar en un club masculino, pero conseguí hacerme mi pequeño hueco. Fue muy divertido trabajar con un grupo de hombres con tanto talento y tan ocurrentes. Y además estaba Steven, mi dios personal, en el centro de todo. Para mí fue una combinación deliciosa de todos esos factores; tenía que ponerme guapa para interpretar a la chica, me ponía montones de diamantes… Me encantan ese tipo de películas. Tengo que reconocer que la Ocean’s Eleven original no era una gran película, pero era divertido verles a todos juntos. Frank Sinatra, Dean Martin y Sammy Davis. Sabías que durante la noche actuaban en Las Vegas, después salían hasta el amanecer y se iban directamente al plató. Me lo pasé en grande siguiendo los pasos de Angie Dickinson con esos tacones interminables...

P. ¿Por qué quiso repetir con Brad Pitt después de The Mexican?

R. De hecho, Brad me ha dicho que soy una de las cláusulas de su contrato, así que con un poco de suerte haré un montón de películas con él. Le conozco desde hace muchos años y lo cierto es que tardamos bastante en hacer nuestra primera película juntos. Esperaba mucho de él como actor, he visto prácticamente todas sus películas y me parece realmente bueno, pero decir que me quedé corta en mis expectativas no le hace justicia. Me apabullaba a cada momento. Y, además, ahora le quiero más que nunca. Es como un hermano. Si ruedas en un pequeño pueblo mexicano es cuando de verdad llegas a conocer a la gente. Brad es muy buena compañía, está muy satisfecho consigo mismo y con su vida e irradia esa satisfacción que posee a todos los que están a su alrededor.

P. En The Mexican no para de pelearse con su novio ¿Cree que la mayoría de las relaciones de pareja son conflictivas?

R. Respecto a las relaciones no soy nada cínica. Todo lo contrario, soy muy romántica y creo en el amor verdadero. Y si de verdad crees en la persona con la que estás nunca se hacen suficientes esfuerzos por seguir adelante. Ahora me siento más contenta, en gran medida por mi matrimonio: mi marido es la luz de mi vida y me ha enriquecido de manera que nunca pensé. Me hace sentir bien, no tengo que cambiar nada para gustarle. Danny es un gran comunicador, pero también se le da muy bien escuchar. Es licenciado en psicología y sabe cómo arreglar mis problemas. Me señala aspectos de mí misma a los que tal vez no presto atención. Así he aprendido a plantarle cara a todo.

P. Después de haber mantenido relaciones con muchos colegas (Liam Neeson, Dylan McDermott, Kiefer Sutherland, Jason Patric, Benjamin Bratt) ha acabado casándose con un cámara. ¿Se lleva especialmente bien con actores?

R. Podría decirse que sí, pero no todos los actores son iguales. Lo que ocurre es que hay más posibilidades de que te invite a salir la gente con la que pasas más tiempo y a la que conoces mejor. Y yo paso mucho tiempo con actores y con personas del equipo. La cuestión es que no se casan las profesiones, sino las personas.

P. ¿Está dedicando mucho tiempo a su compañía productora, afiliada a los Revolution Studios de Joe Roth y que produce La Sonrisa de Mona Lisa? ¿Por qué el cambio de nombre?

R. Le cambié el nombre de Shoelace Productions a Red Om, que es Moder, el apellido de mi marido al revés. El primer nombre se lo puse porque cuando estaba en el instituto trabajaba en una tienda de zapatos y aprendí a atar cordones muy rápido. La empresa es un lugar muy divertido, somos una enorme máquina creativa en la que todos estamos muy abiertos a las ideas de los demás. No buscamos exclusivamente cierto tipo de películas, ni siquiera aquéllas en las que yo pueda actuar. Lo que buscamos son buenas historias. Supongo que es algo así como estar en la universidad, rodeada de personas muy inteligentes y trabajando con ellos.

Nuestra primera película fue Quédate a mi Lado (1998), con Susan Sarandon. Había conocido a Susan a través de Tim Robbins (trabajó con él en El Juego de Hollywood, de Robert Altman) y nos apetecía hacer algo juntas. Estuvo muy bien porque compartimos muchos intereses. Me gusta su forma de pensar y de ver el mundo. Además, es una excelente actriz. Estaba un poco nerviosa antes de rodar la primera escena, pero al final resultó ser el paraíso. Una experiencia fantástica. También hemos producido Sucedió en Manhattan, con Jennifer López. Me gustó esa historia porque yo misma soy una chica de Georgia que quería ser actriz y he comprobado que cualquier cosa es posible. Siempre he creído en la tenacidad. Ahora estamos trabajando en una adaptación del libro de Portia Iverson Strange Son , una historia real de dos madres que buscan ayuda para curar a sus hijos autistas.

P. Ha tenido una larga relación profesional con el productor Joe Roth, que además la ha dirigido en La Pareja del Año. ¿Le interesaba interpretar a la hermana gorda en lugar de a la actriz de cine porque ya había hecho ese papel en Notting Hill, con Hugh Grant?

R. Joe y yo somos amigos desde hace mucho tiempo. Le quiero mucho y siempre podrá contar conmigo. Es cierto que cuando me mandaron el guión me pidieron que interpretara el papel de Gwen, que es tan narcisista que parece casi una caricatura. No conozco a nadie así, que de verdad se crea el centro del universo. Por eso la que de verdad me gustó fue Kiki. Me pareció un papel más interesante, porque era más divertido y podía aprender más de él. Pero en ningún momento se me ocurrió compararlo con Notting Hill , la verdad. Ni se me pasó por la cabeza.

P. ¿Le ayudó a cambiar de perspectiva darse cuenta de cómo los hombres ignoran a las mujeres feas? En los flash-backs la caracterizaban de gorda y, el resto del tiempo, interpretaba a una asistente de la superestrella totalmente transparente para el otro sexo.

R. Sí, es curioso cómo pueden cambiar tanto las cosas con sólo salir de maquillaje con esos kilos de más. Era como una pesadilla de la que querías despertarte cuanto antes. Engañé a un par de personas del equipo a las que ya conocía de otras películas, así que creo que conseguí meterme en mi personaje. Kiki se había comportado como una chica gorda durante un montón de tiempo. Me pareció muy interesante que dejara de serlo pero que en su mente siguiera comportándose a partir de los patrones que tenía en esa época. Un amigo mío hasta pensó que me interpretaba a mí misma, con la cola de caballo y las gafas. No me interesa lo glamourosa que aparezco en pantalla. Consigo sentirme cómoda haciendo todo lo que sea necesario para interpretar a mi personaje, siempre que la caracterización externa sea fiel al interior de la persona. Forma parte del trabajo del actor. Es como tener una muñeca Barbie de mi tamaño que se convierte en todos esos personajes.

P.¿Cómo ha cambiado su vida desde que se reconoció su trabajo como actriz con un Oscar? ¿Tiene intención de buscar papeles distintos a partir de ahora?

R. Intento seguir comportándome igual que antes de que me lo dieran. Por supuesto que es algo maravilloso, pero no estoy del todo convencida de que cambie tu vida ni el tipo de películas que te interesa hacer. Es un momento increíble, pero cuando me desperté al día siguiente aún tenía diez dedos en las manos y otros diez en los pies y me tomé el mismo desayuno que siempre. Así que tengo la esperanza de que a partir de aquí no empiece la cuesta abajo, sino que pueda seguir escalando la misma pendiente que llevo subiendo toda la vida.

P. En la ceremonia de entrega del Oscar no dejó que la hicieran callar. ¿Se siente más segura ahora que es mayor y que sus compañeros han reconocido su talento?

R. No, no es más que la diferencia entre ser un adolescente y un adulto. Los adolescentes son más tímidos. A mí aún me cuesta enfrentarme a periodistas como tú, a pesar de que eres muy amable y familiar. Sigo poniéndome nerviosa y tengo palpitaciones. Pero he aprendido a controlar mi miedo. Hubo una época en la que no sabía cómo comportarme ante la gente que se empeñaba en hacerme preguntas. No podía entender qué interés les movía. Ahora se me da mejor manejar cualquier situación en la que me encuentre.

Hace unos años volvía a casa y me ponía a pensar en las cosas inteligentes que quería decir y todavía no soy tan lista como para que mis respuestas parezcan inteligentes. No voy por ahí gritando que ahora tengo más confianza en mí misma, ésa es la interpretación de los demás. Sí es verdad que ahora voy al plató más contenta y con más ganas, porque creo que estoy más preparada para hacer mi trabajo. Antes me ponía más nerviosa y tenía una especie de fe ciega en que podría salir adelante. Ahora tengo más confianza en que estoy preparada para hacer mi papel. No es tanto confiar en mí misma como tener claro cuál es el reto, supongo. Porque, una vez que sabes cuál es problema ya has recorrido la mitad del camino hacia la solución. Por eso últimamente voy al plató un poco más eufórica, por raro que pueda sonar después de todos estos años.

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