Lo que en su origen se advertía como una oposición sistemática explicable a la luz de los muchos años de dominio del Poder Ejecutivo, se ha convertido en la paralización de la actividad legislativa. Pues cuando el PRI perdió la mayoría en el Congreso de la Unión resultaba explicable y en determinados momentos hasta llegó a ser plausible el que los diputados, la mayoría de origen opositor al entonces presidente Ernesto Zedillo, fueran el contrapeso del Ejecutivo.
Pero, pasada la novedad y menguadas las desconfianzas naturales en razón de las distintas ideologías y prácticas políticas, los integrantes de la Cámara de Diputados y en general el Congreso de la Unión, deberían de haber asumido su responsabilidad como legisladores del pueblo y dejar de lado sus intereses particulares; porque el Poder Legislativo no debe ser la arena en donde se diriman las cuestiones partidistas.
Por eso es justo el reclamo de los organismos de la Iniciativa Privada y el sector empresarial que demandan de la Cámara de Diputados la realización de las Reformas Estructurales que son indispensables para propiciar el desarrollo del país, pues es ésta la segunda legislatura que se integra dentro de la actual administración federal y sin embargo ni un solo cambio estructural se ha efectuado en todo ese tiempo.
En tales condiciones, es lógico y fundado el reclamo de los sectores mencionados al saber que al inicio del nuevo período ordinario de sesiones, ninguno de los temas trascendentes para la vida del país forma parte de la agenda legislativa, lo que evidencia la inutilidad de la Cámara cuyos miembros están más interesados en desacreditarse uno a otros que en las reformas que demanda la sociedad para avanzar en su desarrollo integral.