Terminó la luna de miel para los demócratas John Kerry y su compañero de fórmula John Edwards.
Desde que tomó protesta como candidato del Partido Demócrata para la Casa Blanca, Kerry ha recibido críticas severas y cuestionamientos de todos los colores y sabores.
Y no es para menos, los electores norteamericanos quieren saber a ciencia cierta cuáles serán las estrategias de Kerry en materia de seguridad, gasto social, migración, comercio e impuestos.
En tiempos difíciles como los que atraviesa Estados Unidos, para ganar la Presidencia se requiere algo más que un buen pasado, una sonrisa carismática o el apoyo de Bill Clinton y Ted Kennedy.
Como candidato presidencial, Kerry tiene que convencer que no cometerá los errores de George Bush y que bajo su dirección el país podrá superar las amenazas del terrorismo, el déficit federal y el aislamiento internacional provocado por el Gobierno republicano.
De ahí que un día después de su discurso como candidato oficial, Kerry empezó a recibir una andanada de ataques y críticas por sus imprecisiones sobre Irak y porque dejó la convención de Boston con muchas dudas e interrogantes para los electores.
La mancuerna Kerry-Edwards logró en las encuestas de la semana anterior despuntar sobre sus contrincantes George W. Bush y Dick Cheney por márgenes promedios de preferencia del 47 al 44 por ciento.
Pero llevadas estas simpatías a la elección de delegados por estados, los republicanos alcanzan una ligera ventaja sobre la fórmula demócrata, lo que significa que si la elección presidencial fuera hoy, el presidente Bush estaría muy cerca de su reelección.
Kerry entonces tiene que apretar el paso y salir airoso de los cuestionamientos de los medios de comunicación y sectores conservadores de Estados Unidos que quieren a toda costa mantener a Bush en la Casa Blanca.
Finalmente gracias al texano los grandes consorcios se han enriquecido con la guerra de Irak, amén de que están muy satisfechos por la caída del régimen de Hussein y por la lucha contra los terroristas.
El candidato Kerry se lleva de calle las preferencias entre la comunidad latina por su promesa de promover una reforma migratoria más completa, pero en América Latina todavía su figura es desconocida y distante a pesar del amplio rechazo que existe sobre las políticas de George W. Bush.
Algunos Gobiernos demócratas como el de Bill Clinton han apoyado a nuestros países, como ocurrió con México en 1995, pero casi al mismo tiempo implantaron la Operación Guardián en la frontera norte que ha dejado una estela de muerte y dolor entre nuestros paisanos.
La conexión de John Kerry y John Edwards con la comunidad latina es mínima, pero ambos saben que sin el apoyo de tales votantes se dificultará su llegada a la Casa Blanca.
Kerry es un hombre con un pasado intachable, su paso por Vietnam ha sido bien explotado por los demócratas, pero en donde sus enemigos republicanos han enfocado la artillería es en su desempeño como senador.
Durante diecinueve años en el Senado, Kerry ha tenido una serie de altibajos y en general, un desempeño de mediano perfil como legislador.
Sus enemigos argumentan que Kerry no habría tenido la determinación para desmantelar a la guerrilla de Al Qaeda en Afganistán y al régimen de Hussein en Irak. El terrorismo, aseguran, dominaría hoy en día a los Estados Unidos si el demócrata fuera presidente.
Kerry se defiende con mensajes que hablan poco de acciones y más sobre principios y sobre la necesidad de restaurar la confianza y credibilidad en el Gobierno.
La guerra por la Casa Blanca ha comenzado y será sin cuartel. Los republicanos que lograron apabullar a Clinton a pesar de su exitoso mandato y arrebatar el triunfo a Al Gore, lucharán a capa y espada por la reelección de George W. Bush.
Los demócratas, a su vez, quieren recuperar el honor tras las elecciones turbias del 2000, implantar una lucha inteligente contra el terrorismo y reinstalar el liderazgo internacional de los Estados Unidos.
La moneda está en el aire y todo puede ocurrir de aquí al dos de noviembre.
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