Lisboa, Portugal.- Miles de aficionados del Oporto que no pudieron viajar a Alemania para presenciar la final de la Liga de Campeones, convirtieron ayer su ciudad en una gran fiesta por la victoria de su equipo ante el Mónaco y el logro de la Liga de Campeones.
La celebración comenzó horas antes de que comenzase el partido en torno a las múltiples pantallas gigantes colocadas en diversos puntos de la ciudad.
En la Avenida de los Aliados, donde suelen festejar los triunfos los hinchas del Oporto, miles de personas vieron el encuentro en una pantalla gigante instalada por el Ayuntamiento de la ciudad, ataviados con bufandas, camisetas, gorros y banderas de su club.
El primer gol, marcado por el brasileño Carlos Alberto, hizo estallar el júbilo y llevó la tranquilidad a los hinchas; el segundo, del luso-brasileño Deco, provocó la locura de los aficionados, y con el tercero, del ruso Alenitchev, alcanzaron el delirio.
A esa hora ya casi nadie prestaba atención a la pantalla y los hinchas no hacían más que corear gritos de victoria, dirigidos desde un escenario por varios grupos musicales.
Cuando el capitán Jorge Costa alzó la Copa de Europa, los hinchas llegaron al máximo grado de emoción y hubo lágrimas de alegría, música, gritos, brindis y todo tipo de expresiones de felicidad.
La fiesta se extendió entonces a toda la ciudad, colapsada de vehículos con banderas y sin dejar de sonar las bocinas, y esa fiesta se prolongaría hasta bien entrada la madrugada, cuando tenían prevista su llegada los victoriosos jugadores a la ciudad.
Los pupilos de José Mourinho se trasladarían desde el aeropuerto de Oporto a su Estadio del Dragón, donde se calculaba un recibimiento de más de 60,000 aficionados felices por la victoria.
