En días consecutivos se presentan en importantes noticieros televisivos videos de dos altos funcionarios del Gobierno del Distrito Federal: El secretario de Finanzas, Gustavo Ponce dándose gusto apostando importantes cantidades de dinero en un lujoso casino de Las Vegas, para después salir huyendo sin que nadie atine a saber dónde está y qué delitos pudieran imputársele; así como René Bejarano ex secretario particular del jefe de Gobierno del Distrito Federal e importante operador político de Andrés Manuel López Obrador, al grado de ser el líder perredista en la Asamblea de Representantes del D.F., guardando en su portafolios gruesos fajos de billetes, sin atinar tampoco a responder sobre el destino final de multimillonarias cantidades, al contrario, incurriendo en incongruencias que han sido denunciadas inclusive por funcionarios del propio partido como el líder en el Distrito Federal: Agustín Guerrero o la delegada en Álvaro Obregón Leticia Robles, amenazando a René Bejarano con denunciarlo por difamación, o malversación de fondos, independientemente de los cargos que pudieran formulársele por delitos como la extorsión, el enriquecimiento inexplicable, o delitos electorales posiblemente.
Estamos hablando de dos funcionarios del grupo más cercano al jefe de Gobierno capitalino Andrés Manuel López Obrador. Asimismo estamos constatando con pruebas irrefutables y con confesiones tácitas como la de Gustavo Ponce, o expresas como la de René Bejarano los graves (cuando menos) errores (que quizá delitos) cometidos por estos personajes.
Y sin embargo la reacción de Andrés Manuel es una vez más evasiva de la responsabilidad sobre los hechos objetivos y concretos, para distraer a los periodistas que cada día acuden a sus madrugadoras ruedas de prensa y a través de ellos a la opinión pública, con argumentaciones que van desde las conspiraciones de las “derechas” y los ex presidentes enemigos suyos para frenar su incremento de popularidad, hasta las reiteraciones de su pureza prístina, su honorabilidad inmaculada y sus deseos sinceros de servir al pueblo por medio del incremento de su popularidad.
Se evita la mención de los hechos objetivos y concretos que no necesariamente implican una intervención directa del jefe de Gobierno en ellos, pero que no pueden tampoco ser minimizados como actos exclusivos de la responsabilidad personal de los dos implicados, puesto que por algo tienen un jefe que no puede estar totalmente desapercibido de lo que ellos hacen y de cómo actúan, para caer en el sugestivo terreno de las especulaciones fantasiosas sobre conjuras contra su persona y su popularidad y como dijera Marcelo Ebrard en la televisión: la posibilidad especulativa de que esta guerra declarada contra tan popular precandidato terminara en sangre.
Con ello López Obrador pretende pasar de ser cuando menos ese responsable irresponsable que se deslinda de lo que hicieran su secretario particular (en los momentos en los que se realiza la primera de las grabaciones) y su secretario de Finanzas, para convertirse en el mártir de una conjura bien urdida en su contra: Desgraciadamente en esto momento López Obrador debiera recordar que en nuestro sistema constitucional el Poder Ejecutivo recae en una persona, no en un gabinete ministerial, por lo que su responsabilidad en estos temas no puede ser soslayada.