Día del Grito| Para muchos esta noche es la oportunidad de sentirse mexicanos
EL SIGLO DE TORREÓN
Tiendas, restaurantes y discotecas, apovechan los días patrios para ofrecer promociones
COMARCA LAGUNERA.- “¡Independízate!” dice la propaganda en la calle, “vive el Grito”, “aprovecha nuestros patrióticos descuentos”. En las esquinas abundan los vendedores que cargan su acrílico transparente repleto de banderitas y demás adornos en colores verde, blanco y rojo, alusivos a la Independencia de México.
César es uno de ellos. Tiene 24 años y trabaja como vendedor ambulante en un crucero. Dependien-do de la temporada, le cambian la mercancía. La última vez comercializó diademas con antenitas y pequeños muñecos verdes, de acuerdo con una película infantil recién estrenada en los cines de la localidad.
En febrero fueron flores, chocolates y todo aquello que combinara con corazones y pudiera acompañar a una declaración amorosa. Luego comercializó repuestos para limpiaparabrisas, trapeadores, protectores solares, gorritos, chicles, máscaras, antifaces y una gran variedad de juguetes extraños.
Comenta que el negocio es mejor cuando hay un tema “de moda”, ya sea una película taquillera o una fecha en particular. Para César, la data cívica que más vende es el 16 de Septiembre, Día de la Independencia, seguido por el 20 de Noviembre, de la Revolución Mexicana.
Hoy vende motivos tricolores de la fiesta patria, banderas de todos tamaños, rehiletes, pines, entre otros. Todo en verde, blanco y rojo. Ha resurtido ya varias veces y espera la mayor venta el 15 por la mañana. Cuando son artículos graciosos, como los bigotes postizos similares a los de Pancho Villa y sombreros revolucionarios, los compradores son jóvenes de entre 16 y 28 años.
Sin embargo, sus principales clientes durante la Independencia son las señoras. Amas de casa que se trasladan en camionetas tipo van, “de ésas que se visten con pura marca gringa, oyen pura música en inglés y tienen una calcomanía atrás que dice ‘my son is a student in...’ algún colegio bilingüe y agringado, pero siempre son las primeras en comprarse su Bandera de México”.
César habla inglés a la perfección porque vivió en Estados Unidos dos años como “mojado”. Dice que allá “la paga” era mejor y la calidad de vida también, pero regresó por su familia, confiesa que no aguantó estar lejos de su hijo.
Para este joven, la Independencia de México es una festividad más, nada trascendente. Entre risas cuenta que él mismo se considera “dependiente” de Estados Unidos, pues cada que las ventas bajan, tiene que irse nuevamente a buscar el “sueño americano”, pero siempre regresa junto a su familia.
Ropa, música, comida
Algunos Ayuntamientos han colocado focos verdes, blancos y rojos. También adornos en los mismos colores. En diversas casas se acostumbra poner una bandera de tamaño considerable en el techo o sostenida de la ventana más alta.
Las discos y bares se llenan de jóvenes con sombrero alto y amarillo, mujeres con faldas amplias tipo “Adelita”, las trenzas parecen ser requisito indispensable. La mayoría confiesa que prefiere conocer Atlanta o San Francisco antes que las ruinas de Teotihuacán o el Templo Mayor, pero este único día lo mexicano “manda”.
El menú en casi todos los restaurantes es el mismo: tamales, pozole, tostadas, tlacoyos, sopes, buñuelos, elotes, mole y por supuesto, tequila. Se le llama “Noche Mexicana”. Las rondallas, los tríos, los mariachis, son muy solicitados.
Don Fernando es mariachi en Torreón desde hace 15 años. Oriundo de Zacatecas, comenta que en la Región Lagunera el festejo de la Independencia alcanza matices más elevados que en su ciudad natal.
“Tal vez es porque aquí ya todo está muy americanizado”, añade, “es una escapadita de la cotidiani-dad, de la música gringa en nuestro caso, de los Mc Donald’s en el caso de los restaurantes, una probadita de México para los estudiantes que pasan sus vacaciones en sitios extranjeros o que de plano estudian allá, es un momento para ser mexicano y disfrutar como tal, aunque sólo dure una noche”.
En su comparación con Zacatecas, el sexagenario admite que no hay tanta penetración extranjera en su tierra, pero dice que lo “agringado” de La Laguna se compensa con la gran fiesta y alegría que destilan los ciudadanos al conmemorar la Independencia.
“Generalmente tenemos poca gente, cumpleaños y serenatas para la novia. El 16 nos amanece cantando, llegamos a tocar en varios lugares, de una casa a otra”, comenta, “todas muy decoradas y con comida riquísima que de veras se siente uno bien mexicano”.
La comercialización
La ceremonia oficial inicia a las 11 de la noche cuando el Presidente de la República lee el acta de Independencia y continúa con “vivas” para todos los héroes que participaron en el movimiento liberador. Prosigue con fuegos pirotécnicos y baile. Gran parte de la población sintoniza el Grito del mandatario, pocos le ponen atención.
La celebración mayor sucede en los hogares, cuando se reúne toda la familia por la noche y comen carne asada, mole, tinga o cualquier platillo de origen mexicano. El guacamole, los frijoles charros y las tortillas no faltan. Algunos de los miembros buscan la botella de tequila y la reparten en sus respectivos vasitos.
Nadie labora al día siguiente. Los estudiantes, incluso, gozan de un amplio “puente”. Algunas escuelas participan en el desfile. Muchos niños llegan el lunes con justificantes escritos por sus padres de que no pudieron asistir por enfermedades o situaciones diversas.
Para Laura Orellana Trinidad, socióloga e investigadora de la Universidad Iberoamericana, la comercialización del Día de la Independencia no es tan grave como la que se observa en Navidad o San Valentín, pero advierte que es la fecha nacional con más aprovechamiento por parte de los negocios.
“Los restaurantes aprovechan cualquier fecha para que la gente vaya a visitarlos, pero también creo que hay mucha gente que lo celebra con su familia”, manifiesta, “se juntan y comen platillos típicos mexicanos, se visten de “Adelitas”, todo en un ambiente muy nacionalista, yo no lo veo como malo sino algo más bien positivo”.
La socióloga explica que, después del 25 de diciembre, el Día de la Independencia es la fecha más importante entre los mexicanos, que la celebran aún en las embajadas que se ubican en otros países.
“Es una tradición, es así como se conmemora ‘la fecha’ ”, comenta, “pero también siento que celebramos la Independencia de los españoles, cuando ahora dependemos de otros países, sobre todo de Estados Unidos”.
Orellana Trinidad destaca como “lado negativo” que el compromiso de los mexicanos hacia la celebración es muy bajo, al extremo de comer todos los días alimentos extranjeros a excepción de la noche del 15 de Septiembre.
“Visitamos tiendas que tienen que ver con lo norteamericano, vestimos ropa de marcas estadouni-denses, la comida, el lenguaje, todo está plagado de la cultura norteamericana”, agrega, “dedicar sólo un día a lo mexicano me parece vacío, con poco significado, pero no lo condenaría, porque aún así, es una celebración muy importante para todos”.
Más allá que agitar la bandera, escuchar mariachi, vestirse de “Adelita” o tomar tequila, la ceremonia del Grito, pues, se convierte en una celebración familiar, la fecha cívica más importante para los mexicanos y en la Región Lagunera, una “escapadita” del mundo globalizado, aunque sólo sea por una noche.
Más allá de las fronteras
Los mexicanos que viven en Estados Unidos festejan la Independencia el Cinco de Mayo y no el 16 de Septiembre, como los que habitan en el país. Dicha data se ha convertido en la celebración más importante para los migrantes.
El aniversario de la Batalla de Puebla es un día feriado para los mexicanos, más para los que han cruzado la frontera, tiene la importancia de la propia ceremonia del Grito.
“En Estados Unidos todavía hay quienes creen que el Cinco de Mayo se celebra el aniversario de la Independencia de México”, relata Jorge Molina Hernández, investigador méxico americano.
“Todas estas luchas tanto del campo como rurales, motivaron que los chicanos buscaran su identidad en un país que no los consideraba ni mexicanos ni norteamericanos, por lo que surge la mítica Aztlán, que comprende los Estados de California, Nuevo México y Arizona y que se supone fue el lugar de donde salieron las tribus a conquistar Mesoamérica”.
Los jóvenes descendientes de mexicanos, auto considerados como chicanos, lideraron un movimien-to de rechazo a la cultura estadounidense y de afirmación a sus raíces mexicanas, asegura Molina Hernández.
Los chicanos han trazado su origen única y exclusivamente a la tierra de Aztlán, de donde partieron los aztecas en busca del águila devorando una serpiente. Reniegan del legado europeo, de su entorno estadounidense y de su hermandad con el mexicano.
El Cinco de Mayo se inicia paralelamente al movimiento político chicano y es adoptado en Estados Unidos para celebrar sus raíces, defender sus costumbres y la riqueza de la cultura mexicana. La fecha ha dejado de ser sólo de mexicanos, es el festejo de la presencia latina en la sociedad estadounidense.
La gente entra y sale vestida tanto de indígena como de soldado. Se comen tacos de carne asada, mole y demás platillos mexicanos. Hay danzas autóctonas y carreras de perros chihuahueños. Los mariachis no faltan.
Molina Hernández considera que es “una puerta de entrada a los productos mexicanos para todo el público. En esta fecha se venden 200 millones de botellas de cerveza nacional y la mayoría de los compradores no son latinos”.