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La consorte del Gobernador

Gilberto Serna

Las dos niñas asomaban sus inocentes caritas por encima de una pancarta escrita a mano dirigida al gobernador en la que le dan el tratamiento respetuoso de Señor. Con los cabellos enmarañados y mirada dubitativa, sostenían con sus pequeñas manos el improvisado cartel que era del siguiente tenor: “Tenemos derecho a una escuela digna”. Esto molestó a la primera dama del Estado, según emotiva nota periodística de El Siglo de Torreón, quien “con el rostro desencajado”, sin pensarlo dos veces, se levantó del asiento que ocupaba en el presidium para arrebatarles el cartelón que, una vez doblado, entregó a su escolta, quien momentos antes había dialogado con las madres de familia. Lo que a continuación narra el periodista que cubrió el evento no tiene desperdicio. El escolta era un militar de alta graduación que recibió, a manera de reprimenda, por parte de la esposa del gobernador, la frase admonitoria: “Ve qué fácil, General”.

Esto tuvo lugar durante una breve ceremonia en gira de trabajo por la ciudad de Gómez Palacio, Durango. Le acompañaba el director general de la Comisión Nacional del Agua, Cristóbal Jaime Jácquez. Después del acto narrado la comitiva se dirigió al ejido Las Huertas. La nota dice que los profesores suspendieron clases en la escuela primaria de esa comunidad. Lo que se reseña del acontecimiento es increíble, remontándonos a épocas pasadas, cuando a los niños los formaban en valla para darles la bienvenida a los capitostes de los tiempos del porfirismo que, en este caso, viajaban en vehículos con aire acondicionado y una buena dotación de botellas de agua. A ellos no llegaba el mundanal ruido, ni el calor sofocante. Los menores escolapios utilizados para rendir un insultante vasallaje, apostados bajo los inclementes rayos del sol, a la vera de la carretera, clamaban porque la sed apretaba, “queremos agua, queremos agua” en una demanda desgarradora que no tuvo respuesta. En la única llave del rumbo sólo se escuchaba un angustioso gorgoteo, que invitaba a los niños a pegar su boca al tubo del agua sorbiendo las pocas gotas que el cicatero grifo les entregaba.

Después de leer la estupenda crónica del reportero, Rafael Ibarra Camacho, me pregunto: ¿ocultar un letrero hará que se ignore que no hay suficientes aulas decorosas para los escolapios? ¿Le corresponde a la consorte de un Mandatario estatal censurar una petición comedida que hacen unas infantes al Gobierno de Durango? ¿Los escoltas están para proteger la integridad física de la primera dama o para asumir el trabajo de mandaderos? Quizá por cortesía el General se prestó a llevar el mensaje de la enfadada señora a las madres de familia. La prudencia del militar quedó al descubierto cuando se negó a sí mismo a usar la fuerza para acatar la orden terminante que le indicaba suprimir la hoja de papel que la primera dama de seguro consideró humillante, abyecta e ignominiosa para su marido. En lo que no se paró a pensar es que en ese cartelón se decía una verdad de a kilo, que puede referirse a todo el territorio nacional.

Del relato queda en claro que el agua escasea y que las escuelas están entregadas a la buena de Dios. Lo que la demagogia triunfalista de nuestros gobernantes no logra encubrir. Aunque las verdades manuscritas en un papel se manden guardar bajo cien llaves en lo más recóndito del palacio de Gobierno o se quemen con leña verde, la realidad ahí está, a la vista de todos. Es un hecho innegable de que los hijos de campesinos tienen derecho a una vida honorable, de la que no gozan. Pues, en este país, una cosa es que se tenga derecho y otra que las autoridades lo lleguen a reconocer. En fin, esperemos que el gobernador Ángel Sergio Guerrero Mier le dé un estirón de orejas a su media naranja por andarse metiendo en donde no la llaman, arrogándose atribuciones metaconstitucionales.

Como colofón de lo ocurrido cabe destacar, que el valor de los niños, al objetivar la protesta de sus padres, trajo una agradable consecuencia: la promesa de abrir dos aulas, que empezarán a construirse “a la de ya”. Una expresión coloquial que significa: empezar la obra de inmediato. Veremos y diremos.

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