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La diversión es lo primero

FABIOLA PÉREZ-CANEDO HERRERA

A través de actividades extra escolares, los niños tienen oportunidad de fijarse metas a corto y largo plazo.

EL SIGLO DE TORREÓN

TORREÓN, COAH.- Para que los niños se interesen por practicar algún deporte, tocar un instrumento, estudiar o desempeñarse en alguna otra actividad, la primera regla es que debe ser divertido. La segunda, según ellos mismos dicen, es que debe ayudarles a liberar energía y que se sientan relajados mientras realizan esta acción. La tercera, que cuenten con el respaldado de sus padres, que les apoyen independientemente de qué tan buenos o malos sean para la actividad que hayan elegido. Y la cuarta es que no se les obligue, que sea una labor que ellos hayan decidido realizar y que no deban sacrificar su niñez para ello.

Entre los niños laguneros hay muchos que sobresalen por desempeñarse en diversas actividades como los deportes, la escuela, la música, el arte y otras cosas. Estos niños comparten entre sí, además de las reglas anteriormente mencionadas, el gusto de dar una satisfacción extra a sus padres al destacar en esta acción.

El matemático

Luis Roberto Aragón ganó el primer lugar de matemáticas a nivel nacional del concurso Primavera, por lo que viajó a Hong Kong para representar a México en este rubro. Admite que lo que más le gustó de la travesía fue que nunca se sintió como extranjero en esta tierra, pues la gente le trató muy bien y no percibe que existan diferencias entre los asiáticos y los mexicanos, a excepción de las características físicas.

Este modesto niño de 14 años dice que las matemáticas le ayudan a relajarse, aunque también disfruta en sus ratos libres de ver televisión y jugar en la computadora.

“Está raro porque me gusta y me desespero, pero le sigo hasta que me sale, es mi hobbie, con lo que me relajo”, manifiesta mientras su rostro se torna colorado de la pena, “es divertido y me relajo mucho”.

Luis Roberto cuenta que en múltiples ocasiones debe sacrificar las salidas con los amigos por quedarse a estudiar, pero no le gustaría cursar una carrera relacionada con esta materia, pues a pesar que estudia una hora y media al día matemáticas, preferiría algo como informática o medicina, porque le gustan mucho las computadoras y le encanta ayudar a la gente a que se sienta mejor.

La cultural

Desde hace ocho años Astrid Martínez practica ballet. Su pieza favorita es La Cenicienta, pues le encanta la melodía y su vestimenta. Disfruta mucho de la música clásica, por lo que se desempeña en esta actividad sin problemas, a excepción de cuando en el calentamiento ponen ritmos más modernos.

“Cuando estoy bailando me siento feliz, me lleno de energía y tengo ganas de hacer muchas cosas”, platica Astrid, “me gustan las falditas gorditas y el chonguito tipo corona, todo del ballet me gusta”.

La pequeña de 11 años dice que su pasatiempo preferido es bailar, le gusta el jazz y algunos deportes como el tennis, pero el ballet acaparó su atención desde que vio en la televisión a unas bailarinas muy bonitas y pensó que le gustaría ser como ellas.

A la fecha, Astrid no siente que haya tenido que sacrificar horas de esparcimiento por ir al ballet, sino al contrario, gracias a este deporte tiene más amigas, que aunque en ocasiones le significan competencia en cuanto a la calidad de sus movimientos, la mayor parte del tiempo las ve como su grupo.

“Le echo muchas ganas para mejorar sobre mis compañeras”, agrega, “somos un equipo, trabajamos en equipo y así, pero a mí me gusta mejorar”.

Astrid quisiera ser bailarina porque cree que es una profesión muy bonita, y doctora para salvar la vida de las personas a su alrededor.

El deportista

Miguel Laforge es cinta roja avanzada en el Tae Kwon Do. Tiene tres años practicando este deporte. Al principio le llamó la atención porque tenía un tío que impartía clases de ello, pero una vez que dejó sus anteriores clases de ajedrez y se inició en las artes marciales, se dio cuenta que esta actividad le llenaba más de lo que se había imaginado.

Miguel tiene 13 años, disfruta los juegos de mesa pero le gustan más los deportes de contacto. Considera que es muy platicador en la escuela, pero insiste en que es un niño tranquilo al que le disgustan las peleas.

“Me gusta porque me relajo”, comenta, “aunque no me gusta cuando en los combates hay riesgo de que me den golpes en la cara o en otro lado”.

Sin embargo, el niño enfrenta su miedo y estando en los torneos, que es cuando sus nervios alcanzan el punto climático, Miguel se repite a sí mismo que ya no se puede echar para atrás y que sólo le queda hacer lo que sabe hacer y dar lo mejor de sí.

“Es algo que tengo que superar”, dice mientras se desamarra la cinta roja de la cintura, “y aunque en cada torneo siento miedo, lo supero”.

El músico

Alejandro Pérez toca el violín. Lo practica desde hace un año. También estudia japonés desde hace cuatro. El pequeño de 13 años dice que tuvo que entrar “a la fuerza” a las clases de música debido a que sus papás le dijeron que escogiera qué iba hacer, pues tenía que desempeñar alguna actividad fuera de la escuela, además del idioma.

“Ahora ya me gusta, antes no”, dice mirando a todos lados, “me gusta porque me relaja, me hace sentir tranquilo”.

Alejandro tomó las clases obligatorias de inglés en la escuela y unas extras de francés, pero le pareció aburrido. Luego se enteró que en la región se impartían clases del idioma nipón y quiso intentarlo, pues dice que le gusta mucho la cultura oriental: los samuráis, el anime, la comida y la tecnología.

“Me gusta porque es un idioma que los demás no saben aunque me choca que siempre me dicen ‘dime algo en japonés’, eso me choca”, manifiesta.

A este pequeño amante del sushi le gustaría estudiar algo de informática o diseño, porque le encanta navegar en la computadora y disfruta mucho dibujar, en especial caricaturas.

La artista

A Fernanda Barba le fascina bailar hawaiano desde hace dos años. Dice que le hace feliz porque disfruta mucho de la música, su ritmo favorito es el pop, pero en general no hace distinciones al respecto.

A la pequeña de nueve años le encanta sentir el aplauso de la gente cuando participa en los bailes y que sus papás la presuman con sus familiares y amigos. Fernanda cuenta que hasta el momento no ha tenido que dejar nada para ir a sus clases de hawaiano porque se considera muy pequeña para salir con sus amigas, por lo que el entrenamiento sólo le impide ver un poco más de televisión o jugar con su nuevo perrito.

Cuando su mamá le preguntó que si quería entrar a estos cursos, Fernanda confiesa que no tenía idea de lo que se trataba, pero quiso probarlo porque le llamó la atención el nombre, aunque no le sonaba a nada conocido. Una vez en la clase, se sintió feliz y desde entonces lo practica.

“Creí que iba a ser divertido y sí lo fue”, manifiesta la niña, “me imaginé que iba a estar padre y sí está”.

Aunque en ocasiones tiene dificultades para que le salgan algunos pasos de este baile, Fernanda comenta que se siente más feliz cuando le salen finalmente después de varios intentos.

“Es mejor cuando me salen los pasos después de batallar, me siento como que vale más”, dice, “por eso sigo y sigo hasta que me salen”.

A esta niña le encantaría ser médico veterinario, pues lo único que le gusta más que el baile son los animales, por lo que quisiera curarlos para que no enfermaran.

El tradicional

Héctor Sáenz practica desde hace tres años la charrería. Le gustó desde que vio un anuncio en la televisión donde un hombre hacía unas suertes en un caballo, por lo que pidió a sus padres la oportunidad de aprender este deporte.

“Es emocionante y divertido, además que como que es muy de México”, dice, “no hay muchas cosas que se puedan hacer que sean de aquí”.

El niño de 14 años manifiesta que le agrada sentir emoción en su vida, pero no al extremo como en algunos juegos mecánicos que ha visitado en las ferias.

No tiene idea de lo que quiere hacer cuando crezca, pero le parece muy claro que no se dedicará a la charrería, pues no cree que gane buen dinero en esta actividad, por lo que preferiría una carrera relacionada con animales, como médico veterinario, aunque también le gusta mucho la ciencia, sobre todo a través de los libros.

Por medio de la practica de una actividad extra escolar, los niños tienen la oportunidad de fijarse metas a corto y largo plazo por gusto propio, sin el rigor del recinto educativo que les baja de calificación si no lo cumplen.

Así pueden proponerse tocar cierta melodía, aprender un paso de baile, resolver un problema o incluso realizar alguna suerte y conocer la satisfacción de ver sus metas realizadas únicamente por su propio esfuerzo.

Mentalidad

Cuando un niño empieza a utilizar gran parte de su tiempo en entrenamiento se crea una nueva “mentalidad”, basada en la comparación de lo que hacen sus amigos y compañeros. Si no disfruta o no tiene aptitudes tarde o temprano se enfrentará a una gran contradicción: grandes esfuerzos y pocos resultados.

Los padres atraviesan por una etapa similar: la concientización de saber que el niño deja de “jugar” y que se expone a una disciplina más formal los obliga a conocer más de cerca las características de la disciplina y sus áreas de especialización.

Daniel Velo Rodríguez, catedrático y padre de dos pequeños que practican la natación a nivel olímpico, dice que se habla de dos corrientes comunes entre los padres durante la selección de la educación física de los hijos, la primera pretende que los hijos prueben de todo, lo que normalmente depende del efecto de la novedad, no se obliga a los hijos a grandes esfuerzos y depende más del estado de ánimo, edad y costo relacionado. La segunda consiste en la especialización desde edad temprana en alguna área.

“Dentro de las cosas que aprendimos y seguimos aprendiendo mi esposa y yo es que el niño debe estar motivado, si no existe un fin común, una meta, la atención se desvanece, si el niño no disfruta el triunfo o no aprende de las derrotas está condenado a generar un rechazo al esfuerzo”, comenta el catedrático, “los resultados de obligarlos son devastadores, pues hay casos donde el niño decide renunciar y no vuelve a realizar ningún tipo de ejercicio”.

Para mantener a sus niños en forma, este padre de familia se apoya en la terapia psicológica para entender bajo qué nivel de presión se encuentra el pequeño, pues muchos niños no son capaces de entender ni administrar la disciplina que requiere un entrenamiento de alto rendimiento, de ahí que los progenitores deben asesorarse y tener mucha comunicación con los hijos.

También, es necesario un nutriólogo, que explica el perfil de alimentación requerido dependiendo de la disciplina a practicar, pues las tendencias de alimentación no son las mismas para un jugador de baloncesto que para un nadador. La composición, volumen, grasa corporal y flexibilidad de los músculos es diferente en cada deporte. Para esto se generan estudios de sangre y orina, para saber los niveles de los nutrientes. También se hacen estudios fisiológicos en los pliegues del cuerpo para saber los niveles de grasa corporal.

Según Velo Rodríguez, los entrenadores que han liderado competencias de alto nivel como Mundiales y Juegos Olímpicos, dicen que los grandes deportistas no deben cambiar de disciplina, pues al hacerlo pierden el único tiempo disponible para generar una técnica depurada y una resistencia adecuada. En países como Cuba, Estados Unidos y Alemania, la especialización empieza desde la educación primaria, donde los buscadores de talento para ramas de deportes olímpicos inician en las escuelas, no en las universidades como se hace en nuestro país.

Es triste ver cómo nuestras organizaciones gubernamentales y de seguimiento al deporte siguen con las tendencias del pasado donde la lucha por el poder, la corrupción y el enfoque al dinero sustituyen la esencia del deporte”, manifiesta, “es común que los entrenadores no acompañen a sus atletas a competencias fuera de la ciudad por falta de presupuesto, que los maestros tengan más de un trabajo para poder completar ‘el chivo’ y que las becas de soporte se entreguen según las amistades”.

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