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La educación pública: ¿inversión o consumo?

Jorge A. Chávez Presa

En México celebramos a los maestros el 15 de mayo. Ese día el Presidente y altos funcionarios de la educación acompañan al magisterio sindicalizado en la entrega de reconocimientos a los maestros. Se otorga la medalla Ignacio Manuel Altamirano a quienes por medio siglo han dedicado su vida a la enseñanza. También se reconoce a quienes cumplen 30 y 40 años en tareas magisteriales. Quienes reciben estas muestras de agradecimiento público son personas admirables pues por los años de servicio pudieron haber optado por la jubilación cuando menos una década antes.

Ya es una costumbre suspender ese día las clases y darlo como un día de asueto más. Este año al caer en sábado, el viernes 14 no hubo clases. Para los maestros de educación básica de las escuelas públicas agrupados en el Sindicato Nacional de los Trabajadores de la Educación, ese día ha significado también conocer su aumento salarial. Sin embargo, este 15 de mayo en la celebración llevada a cabo en Zapopan, Jalisco, no hubo tal anuncio. No obstante, información periodística de este miércoles apunta que el magisterio recibirá un aumento de cinco por ciento directo al salario y de uno por ciento a prestaciones. Aunque este incremento pareciera insignificante, es superior al que observaron los salarios mínimos de 3.6 por ciento y al aumento que han recibido los trabajadores al servicio del Estado. Desde luego que para los maestros de alta productividad el aumento podría resultar muy poco, mientras que para aquellos que hacen poco para luchar contra la ignorancia resulta excesivo.

La educación pública, en particular la de nivel básico, padece aún graves problemas que inciden en su baja calidad. Si bien ha habido avances, resultan a todas luces insuficientes. Por ejemplo, la educación primaria ha mostrado un descenso continuo en la deserción y la reprobación y por otro lado una mejoría en la eficiencia terminal. A nivel nacional la deserción es de 1.3 por ciento; sin embargo, hay grandes contrastes: en un extremo se ubican Sinaloa con 3.1 por ciento, Veracruz con 2.8 por ciento, Guerrero con 2.4 por ciento y Chiapas con 2.3 por ciento; en el otro están Baja California Sur con 0.3 por ciento, el DF y Tlaxcala con 0.4 por ciento y Nuevo León y Tamaulipas con 0.5 por ciento. Por lo que se refiere a la eficiencia terminal, de cada mil alumnos que ingresan a primaria 897 la terminan. Este indicador ha mostrado una mejoría continua, pues en el ciclo escolar 1990- 1991 la eficiencia terminal era de 70.1 por ciento. Aquí también hay grandes contrastes. Sobresalen Tlaxcala con 99.9 por ciento, seguido de Tamaulipas (97.8 por ciento), Querétaro (97 por ciento), Nuevo León (95.3 por ciento) e Hidalgo (95.5 por ciento). En el extremo inferior están Veracruz (76.7 por ciento), Guerrero (79.3 por ciento) y Chiapas (80.6 por ciento).

Una buena noticia, si a algo pudiéramos llamarle así en estos tiempos, resulta que con la “federalización educativa” plasmada en el Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica, firmado en 1992, la cual coincide con un aumento sustancial del presupuesto público, estos indicadores han mejorado continuamente, aunque no se ha podido demostrar que lo hagan a una tasa más rápida que cuando la educación estaba centralizada.

Si por otro lado se toman en cuenta las evaluaciones de la calidad educativa, de acuerdo con las comparaciones internacionales que efectúa la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), cada peso dedicado a la educación básica no es necesariamente de inversión, pues deja mucho qué desear el aprovechamiento de los alumnos mexicanos. De ahí que no hay que quitar el dedo del renglón sobre la evaluación educativa. Es crucial que los resultados sean públicos y se tomen medidas para mejorar la calidad. El financiamiento de la educación básica será un grave problema de finanzas públicas si los egresados del sistema educativo no encuentran trabajos bien remunerados para estar en niveles que contribuyan con el Impuesto Sobre la Renta y sean dentro de la formalidad para cotizar a la seguridad social.

El nivel educativo de la población constituye un elemento fundamental para determinar la productividad y el nivel de bienestar. Los países que han reducido el analfabetismo han obtenido, a corto plazo, ingresos más altos y crecimiento sostenido. Ello se debe a que existe una sólida correlación entre inversión en educación básica y crecimiento económico, tanto en países desarrollados como en subdesarrollados. Los países que inician con un nivel educativo alto crecen más rápidamente debido a que el capital humano propicia el uso de tecnologías avanzadas. El crecimiento económico acelerado responde a la tecnología y al nivel de especialización de los trabajadores. Esto se puede constatar, en el caso de México, al considerar los casos de Nuevo León y el estado de México, que cuentan con altos niveles de instrucción, mejores resultados de productividad, mayores remuneraciones promedio y los más altos niveles de crecimiento económico. No debe existir ninguna duda: el gasto en educación, cuando es de calidad, es una de las inversiones más rentables.

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