Es descrito en la historia el Cesare Borgia (1475-1507) como un hombre de típica personalidad renacentista atendiendo a su ambición, a su talento y a su perfidia. Uno de sus consejeros era Maquiavelo, que escribió usándolo como modelo de la conocida obra El Príncipe. Fue nombrado Cardenal en 1492, año en que Cristóbal Colón descubrió América. A la hermana Lucrecia se le atribuyen toda clase de crímenes. Ambos eran como el alma de Judas. El padre era el cardenal Rodrigo Borgia quien después sería el Papa Alexander VI. Así pues tuvieron un líder ambicioso que comprometió a su hija dos veces a la temprana edad de 11 años, anulando posteriormente los acuerdos. Tuvo unos esponsales de conveniencia en que el novio Juan Sforza no estuvo presente, luego le divorcia alegando la no consumación del matrimonio. Aquí había surgido el carácter sórdido que envuelve a la familia, pues quiso el Papa romper las nupcias planeando la muerte de su yerno que avisado a tiempo de las negras intenciones de su suegro huyó presto.
Alexandro le dejó la administración de la Iglesia y del Vaticano a Lucrecia quien muere en 1519 de fiebre puerperal, después de haber sido acusada de amores incestuosos y de varios asesinatos. Nunca las sediciones fueron más amenazantes, el pillaje más frecuente, los asesinatos más crueles, la brutalidad de las violencias más desenfrenadas en la vía pública, la ruta de los viajeros más peligrosa; nunca se vieron en Roma mayores males, mayor número de delatores, más ruindad en los sicarios, ni ladrones más numerosos y más audaces. Nombrado obispo a los dieciséis, a los dieciocho años de edad, Cesare fue elevado al cargo de Cardenal por su padre que ocupaba ya la silla de San Pedro. Cesare asesina a su hermano Juan, duque de Gandia para sucederlo como capitán general de la Iglesia. Después de un pantagruélico banquete en que compartió el pan y la sal con sus principales enemigos, sin más ni mas, los mandó ahorcar. A su cuñado el Príncipe de Aragón, Alfonso de Biscaglie, primer marido de su hermana Lucrecia , lo hace asesinar a puñaladas.
Hasta aquí, aun horrorizado, interrumpo el recuerdo de Cesare porque me entero de la desgracia al escuchar los medios modernos de comunicación donde se narra con lujo de detalles el asesinato de Enrique Salinas de Gortari sin que, hasta el momento de escribir esta colaboración, se haya encontrado a los autores. Hay la especulación del procurador de Justicia de la entidad donde fue abandonado el cadáver, de que entre su círculo cercano debe encontrarse al o a los que le dieron muerte. El mismo funcionario, en nota aparecida en la página ocho A de la edición de El Siglo de Torreón titulada “Asesinos de Salinas podrían ser familiares”, dice que se ha fortalecido la investigación en la línea de la extorsión y lo sentimental.
El cardenal Juan Sandoval Iñiguez, en relación con este asunto echa su gato a retozar, sabiendo que sus palabras son salmuera arrojada a las heridas de los Salinas de Gortari, estableciendo que no está comprobado que el cuerpo incinerado haya correspondido al de Enrique. No obstante lo jalada de los cabellos de esa teoría, logra sembrar la duda pues no se publicó una sola foto del cadáver, ordenando las autoridades su cremación, sin esperar los resultados de una averiguación terminada. Sin embargo no se olvida que el príncipe de la Iglesia tiene razones y motivos que lo conducen a detestar todo lo que huela a los Salinas de Gortari, de lo que se desprende que su buen juicio pueda estar tergiversado. Además de que sería difícil, si no es que imposible, que todos los que de alguna u otra manera intervinieron en el asunto se convirtieran en cómplices de tan tremenda mentira quedándose callados. Lo que puede hacer Alfonso Navarrete Prida, en vez de descalificar al religioso, llamando temerarias a sus declaraciones, es presentar a la prensa el filme que se dice se tomó cuando se realizaron las pruebas forenses al cuerpo del occiso. Eso dejaría en claro que no se está rehusando la verdad. Sin lugar a dudas su eminencia no debe ser reconvenido como si se tratara de una protagonista demencial, que es lo que está haciendo el abogado mexiquense con una falta absoluta de respeto a su investidura. En fin, en otra colaboración terminaré el opúsculo sobre los Borgia.