No sé si hizo bien el presidente de la República en cuanto a aparecer en una emisión televisada a todo el país, censurando a legisladores de oposición por aprobar el Presupuesto de Egresos, con evidente sesgo partidista o peor aún, con fines electorales. Anunció que lo impugnaría por incongruente e inviable, llamándolos irresponsables, cuestionando el trabajo que hicieron al efectuar modificaciones al original que el Ejecutivo enviara al Congreso. Adujo que durante el curso de su gestión ha habido un rechazo sistemático a sus propuestas. Se vio Vicente Fox malhumorado, con los años encima, diciendo que con su llegada al poder se acabó el presidencialismo autoritario que no debe ser substituido por un parlamentarismo irreflexivo. Me dio la impresión de que alguno de sus consejeros le calentó la cabeza. Él no es así. Hizo acusaciones muy graves aprovechando la apertura que le dan los medios, radio y televisión, en cadena nacional, casi, casi invitando a la audiencia a un linchamiento ciudadano. Para no cansar a los lectores, transcribiendo línea por línea la filípica del presidente, bastará decir que criticó a los diputados por avenirse a un presupuesto que, afirma él, bloquea el avance de México.
Lo que no me deja tranquilo es la manera bravucona como anunció que impugnará el presupuesto que aprobaron los legisladores. Los que saben de estos asuntos señalan que en la vía del veto, si recurre a esa medida, le auguran un rotundo fracaso y por lo que se refiere a que el Ejecutivo promueva una controversia constitucional, se aduce que la Corte la declararía improcedente. Esto es, la Cámara de Diputados rehizo un proyecto enviado por el Poder Ejecutivo con la facultad que le concede la Constitución. Será melón o será sandía o será la vieja del otro día, el Ejecutivo se va a encontrar con un Congreso furioso por el uso de vocablos -irresponsables e irreflexivos-, que les endilgó el de San Cristóbal, denotando una falta absoluta de respeto de un poder federal a otro de la misma jerarquía. Esto último es el quid del problema. Debió concretarse a interponer su rechazo con los argumentos jurídicos correspondientes o simplemente a manifestar su desacuerdo, pero al mismo tiempo su acatamiento a lo que decretaron la mayoría de los diputados, recordando la frase que usó en su toma de posesión de que en adelante el presidente propondría y el Congreso dispondría.
Lo otro, salir a la palestra con actitudes camorristas, es lamentable. Un presidente debería, más que cualquier otro funcionario, dada su responsabilidad constitucional, saber cómo morigerar sus pasiones. Debería darse cuenta que pase lo que pase tiene la obligación de guardar la calma. Lo más recomendable, en este caso, eran la templanza y la moderación, no dejándole el paso a una rabieta que no lo conducía a parte alguna como no sea a la confrontación. Ahora, que si fuera un presidente altamente calificado, que tuviera al país en bonanza, orgulloso de sus logros, quizá se le alabaría que exigiera a sus pares, los legisladores, que se sometieran a sus caprichos, pero es la cosa que los mexicanos vamos en vertiginosa caída libre. La pobreza se ha enseñoreado como nunca a lo largo y a lo ancho del territorio nacional.
Me pregunto ¿cuál será la respuesta de los legisladores de oposición, a este pataleo presidencial? Creo que prevalecerá la cordura. De otra manera estaríamos entrando en una vorágine de la que no saldría nada bueno para nadie. Veremos en el futuro, esto es un deseo más que una predicción, como el Ejecutivo tendrá oportunidad de exponer sus argumentos en un diálogo con los legisladores, dándose cuenta que el presupuesto es un asunto liquidado. Lo cierto es que las medidas tomadas por los legisladores tiene mucho que ver con la realidad política que priva en estos días. Anteriormente, en un cercano pasado, los legisladores no se cohibían en meramente mostrarse como comparsas del inquilino de Los Pinos. Lo que, dicho sea de paso, aún sucede en legislaturas locales donde los gobernadores negándose a aceptar la voluntad del pueblo, como un modo de vida, imponen a sus validos. -Dice validos, no su parónimo balidos, no confundir, aunque estemos hablando de políticos-. En la actualidad el presidente se muestra quejumbroso por obra de un poder legislativo que, mal o bien, está haciendo su tarea. ¿No era eso lo que querían los ciudadanos cuando acudieron a las urnas a votar en un México democrático? ¿De qué se conduele el mandatario?